Cuatro premios nobel de Economía de EEUU arremetieron contra las políticas económicas que ha prometido Donald Trump y uno de ellos, Edmund Phelps (Universidad de Columbia), vaticinó que el país puede caer en una profunda recesión. Los expertos se refirieron a la situación en una mesa redonda convocada por la American Economic Association que celebra su convención anual en Chicago este fin de semana.
Las críticas fueron de diverso tenor y en algunos casos tocaron aspectos concretos. El profesor Joseph Stiglitz (U. de Columbia, premiado en 2001), alineado contra Trump desde la campaña electoral, dijo que “existe un amplio consenso de que el tipo de políticas que nuestro presidente electo ha propuesto figuran entre las políticas que no funcionan”. Stiglitz sobre todo señaló que las buenas relaciones comerciales son fundamentales. “Ellas se basan en la confianza y ésta se está erosionando”.
Phelps dice que llevará al país a una recesión y compara el acoso a las grandes empresas con el corporativismo de Hitler en los años 1930
Sin embargo, fue Edmund Phelps, laureado en 2006, el que realizó el ataque más duro contra Trump. Criticó sus amenazas continuas de imponerles aranceles a las empresas si venden en EEUU bienes producidos en el extranjero. Según Phelps, esto puede destruir la innovación en la economía estadounidense. “El Gobierno de Trump está amenazando con clavar una estaca de plata en el corazón del proceso de innovación”. También arremetió contra las anunciadas bajadas de impuestos y el aumento del gasto público que, a su juicio, “pueden llevar a una explosión de la deuda pública y finalmente causar un deterioro grave de la confianza y una profunda recesión”.
Phelps dijo que con el acoso a las grandes empresas, Trump quiere lograr varios objetivos que pueden impulsar la producción y el empleo en EEUU. Pero, a su juicio, se trata de una política corporativista a una escala “nunca vista” desde la que pusieron en práctica los fascismos europeos -en concreto citó a Alemania e Italia- en la década de 1930.
“Si la historia es una guía -dijo Phelps-, por la vía de aumentar la protección y la interferencia en el sector empresarial, la Administración Trump puede bloquear la innovación de los nuevos actores y de los outsiders más que estimularla entre los innovadores”.
“Hitler, y no puedo evitar mencionarlo -añadió Phelps, sabedor de que recurría a una comparación de grueso calibre-, por la vía de controlar la economía logró que la productividad creciera, pero luego se estancó en la segunda mitad de los años 1930”, concluyó.
Angus Deaton, laureado con el Nobel en 2015, dijo que no estaba tan preocupado por la política económica de Trump como por las relaciones internacionales que llevará, sobre todo con China. Dijo que éste país encara dificultades económicas y que la relación con EEUU se ha vuelto “más belicosa”.
Deaton sí coincidió con Phelps en que la respuesta de la innovación a la política fiscal será clave en los próximos años.
En ese sentido, su colega Roger Myerson, de la Universidad de Chicago y galardonado en 2007, subrayó que le llama la atención que Trump anuncie ya políticas que crearán déficit fiscal al mismo tiempo que tensa las relaciones con sus socios. Otros presidentes, añadió, tuvieron grandes déficit, pero mantuvieron buenas relaciones para que los extranjeros compraran su deuda. La política de “America First” puede desincentivar a los inversores extranjeros de seguir adquiriéndola, añadió Myerson.
Deaton y Myers cuestionan que esté poniendo en peligro las buenas relaciones con sus socios comerciales
El único premiado con el Nobel que no quiso referirse al futuro gobierno de Donald Trump fue Robert Schiller, de la Universidad de Yale, galardonado en 2013. Sentado en un extremo de la mesa, dijo: “Soy de natural optimista y no voy a especular sobre lo malo que puede llegar a ser (Trump)”. “Tal vez alguno de los otros panelistas quiera hacerlo”, dijo haciendo un gesto hacia el extremo de la mesa donde se encontraban Stiglitz y Phelps.
El futuro según los Nobel
Los comentarios sobre el futuro gobierno de Trump se produjeron al final de la mesa redonda, donde cada uno de los economistas tocó un aspecto diferente. Angus Deaton, por ejemplo, experto en el tema de la desigualdad, destacó la necesidad de contar con una mirada más optimista sobre la situación. Pero, pese a la enorme reducción de la pobreza y la desigualdad a escala global, dijo que quizá no se ha prestado suficiente atención a los “perdedores” de la globalización. Destacó, por ejemplo, que la sanidad y la esperanza de vida en algunos lugares de EEUU, como el delta del Misisipi, tienen resultados comparables con los de Bangladesh.
Myerson intentó explicar por qué mientras la pobreza global se reduce, la xenofobia crece en algunos países. A su juicio, la globalización ha permitido que más regiones del mundo compartan un bienestar que antes sólo tenían Europa y EEUU y eso provoca desequilibrios internos en las viejas áreas privilegiadas. Esto plantea la cuestión de los límites físicos de la Tierra. “Éstos no importaban cuando eran sólo unos pocos los que tenían acceso a los bienes y servicios”, dijo. Ahora, en cambio, hay que plantearse que el crecimiento económico no deba ser eterno y abogó por nuevas regulaciones e impuestos para “proteger los límites del planeta” como la única forma de mantener “la confianza en la economía global”
Phelps escogió un tema que tituló “Cómo la izquierda y la derecha han fallado a Occidente” en el que sostuvo que tanto los economistas de derechas, partidarios de reformas en la oferta, como los de izquierdas, escorados a defender políticas de demanda, no son capaces de ofrecer una alternativa para revitalizar la economía de Occidente. En su opinión, la clave es la innovación, que en el pasado fue extraordinariamente dinámica en EEUU, Reino Unido y Francia. “La economía debe despertar a los riesgos de la falta de competencia y del decaimiento de la innovación”, sostuvo.
Schiller reflexionó sobre los riesgos económicos vinculado a las nuevas tecnologías. Destacó que, frente al imparable avance de la robótica, han nacido corrientes como el “esencialismo”, que sostienen que hay cualidades humanas que la cibernética no puede igualar.
Por último, Stiglitz dedicó su intervención a las nuevas divisiones que han surgido en la economía mundial. Destacó el continuado retroceso en importancia del factor trabajo y cómo esto incide en la desigualdad. Cada vez se necesitan menos recursos laborales para satisfacer las necesidades de la gente, explicó. En su opinión el mundo se dividirá a la hora de enfrentar las diferencias crecientes entre renta y riqueza. Unos seguirán al mercado y otros serán más intervencionistas. Y esto tendrá consecuencias que desembocarán en un nuevo conflicto sobre cuál es la mejor arquitectura económica global.