“Caught between a rock and a hard place” Mick Jagger
El discurso de este martes de Theresa May en Reino Unido, sobre el brexit fue claramente más duro y agresivo de lo que muchos esperaban.
La reacción de la libra, que se disparó tras las palabras de May, fue el ejemplo más claro de un rebote causado por la acumulación de posiciones bajistas en la moneda británica y, en cuanto se lanzaron mensajes de apoyo a la inversión y el comercio global, se deshicieron muchas posiciones. Adicionalmente, las palabras de Anthony Scaramucci en Davos anunciando que el acuerdo de comercio entre EEUU y Reino Unido podría acelerarse en seis meses, supuso un revulsivo. Pero el tema de la libra no es tan relevante, ya que se mueve a 10% de los niveles medios de los últimos ocho años.
Es evidente que Theresa May ha hecho un discurso firme y de confrontación, mostrando nula flexibilidad con respecto a la Unión Europea, porque percibe un apoyo incondicional de la primera potencia mundial. En mi opinión, sería difícil escuchar palabras como “continuar en el mercado único no sería un brexit para nada”. Y May lanzaba una batería de propuestas claramente orientadas a su electorado y los defensores del brexit. Si hubiera sido más conciliadora, los defensores de salir de la Unión Europea se habrían sentido muy decepcionados, y los partidarios de quedarse, también, ya que no aceptan un “medio brexit”. Por lo tanto, un discurso para los conversos.
Las palabras de Scaramucci, un gran gestor y asesor de Trump con el que he coincidido en la CNBC en alguna ocasión, son muy importantes, porque uno de los argumentos negativos sobre el brexit siempre ha sido lo lento y complicado que es cerrar tratados bilaterales. Obama llegaba a amenazar con años de negociaciones. Trump promete pocos meses. Carl Icahn siempre ha dicho que la única razón por la que se retrasan los tratados bilaterales es porque hay muchos comités que pagar.
Theresa May cuenta con otro as en la manga cuando anuncia que “mercado único no, gracias”. La enorme mayoría de los países de la Unión Europea tienen un enorme superávit comercial con Reino Unido, sobre todo Alemania. Es decir, exportan al Reino Unido mucho más de lo que importan. Por ello, muchos defensores del brexit asumen que cerrar acuerdos bilaterales no solo será más fácil de lo esperado, sino a velocidad exprés. No es tan sencillo. La Unión Europea no se guía exclusivamente por beneficios y relevancia económica y, en este caso en particular, podría ser uno de esos en los que prefiere perder unos cuantos miles de millones en actividad comercial, que ceder.
Pero el discurso de May muestra que la prioridad absoluta es tener independencia con respecto a los organismos de la UE, y que cualquier otra consideración es secundaria.
Cuando comentaba que el parlamento decidiría sobre el acuerdo, muchos pensaron que eso llevaría a un voto negativo. Sin embargo, los defensores del brexit cuentan con que, durante estos meses, las razones para querer estar en la Unión Europea sigan debilitándose -inmigración, populismos intervencionistas, crecientes, bajo crecimiento, crisis bancarias- mientras que los motivos para salirse se fortalezcan -negación de las estimaciones recesivas, etc-. Espero que ninguno tenga razón y que ni Europa empeore ni se desplome el Reino Unido. Pero el hecho es que los conservadores están convencidos de una victoria pro brexit en el parlamento, sobre todo tras los comentarios recientes del líder laborista, Corbyn, defendiendo soberanía en inmigración y un discurso completamente diferente al pro-europeísta de antaño.
Adicionalmente, May pone encima de la mesa una importante propuesta. Gestionar su regulación e impuestos para hacer de Reino Unido un centro global de atracción de capital.
En muchas ocasiones hemos comentado en esta columna que el brexit es una oportunidad para Europa de acabar con trabas al crecimiento y bajar impuestos para impulsar la economía, y cuando analizamos, debemos ser conscientes que el riesgo es doble. Por supuesto que hay posibilidades muy importantes de fuga de empresas y talento hacia Europa, pero solo si somos capaces de mostrar que competimos de manera inequívoca en fiscalidad, facilidad para crear empresas y crear empleo.
Los analistas nos hemos equivocado de manera estrepitosa en cuanto a los efectos negativos que supondría el mero anuncio de la victoria del brexit. Los datos macroeconómicos, consumo, empleo, etc han sido mucho mejores a la debacle anticipada ante ese catalizador. Pero el hecho de que las predicciones catastrofistas se equivocaran no elimina riesgos muy importantes de un bloqueo comercial o una negociación poco amistosa. Tampoco podemos olvidar que en Escocia ya han anunciado que les da igual el ofrecimiento de tratado bilateral exprés de Trump.
Europa no puede sentarse mirando a otro lado pensando que el mundo está equivocado. Es una oportunidad de oro para entender el reto de Trump y May y la importancia de las bajadas de impuestos que lleva pidiendo Draghi y gran parte de empresas y familias. Es una oportunidad de oro para que Bruselas recapacite y entienda que podemos sufrir por la salida de capitales. Nomura estimaba una pérdida de la UE de 63.000 millones de dólares por la repatriación de fondos a EEUU.
El Reino Unido propone una bajada del impuesto de Sociedades al 17% -“o donde sea necesario”, según Gove-, EEUU, también. Israel bajará ese impuesto a un rango del 4% al 12%. Sinceramente, si pensamos que no hay riesgo de descapitalización manteniendo con rangos del 25% al 34%, estamos muy equivocados.
Esperemos que la Unión Europea recupere la iniciativa y se muestre ante el mundo como una alternativa de crecimiento, competitividad, atractivo empresarial y empleo. Esa será la victoria para todos de un proceso en el que todos podemos ganar si nos centramos en crecer, no en empobrecer al vecino.
Ojo, porque los medios europeos están hablando de un brexit con movimiento de empresas y capitales en un solo sentido, y puede ser al revés. Demostremos que Europa puede fortalecerse desde el impulso fiscal al crecimiento económico, no al crecimiento de la burocracia.