Por Esther Bentancort
Madrid, 14 mar (EFECOM).- El ya expresidente de honor de BBVA, Francisco González, termina su carrera profesional con menos brillo del que esperaba después de que las revelaciones del caso Villarejo sitúen al banco en el centro de una trama de escuchas a una larga lista de personalidades españolas.
FG, como se le conoce en los ambientes financieros, políticos y periodísticos, quiso pasar a la historia de la banca como el gran gurú de la transformación digital pero de momento su nombre está empañado por un asunto sobre el que el propio presidente de la entidad, Carlos Torres Vila, se mostró "escandalizado".
El asunto Villarejo, que saltó a la opinión pública a comienzos de este año, reveló que una larga lista de personalidades del país había sido espiada por la empresa del excomisario, Cenyt, con la que BBVA tenía relaciones desde 2004. En esas conversaciones, el ex jefe de seguridad del banco dejó entrever que el "presi" estaba al corriente.
En una de sus últimas ruedas de prensa, FG advirtió de que BBVA jamás se achantaba ante las presiones políticas y aseguró que dejaría la entidad triste pero orgulloso por todo lo que queda atrás.
González, nacido en Chantada (Lugo) en 1944, dirigió el banco durante casi dos décadas con mano de hierro y obsesionado por la transformación digital.
Aunque comenzó su carrera profesional con apenas 20 años como programador informático, no fue hasta 1987 cuando fundó la sociedad de valores FG Inversiones Bursátiles, que vendió años más tarde a Merrill Lynch en un auténtico pelotazo.
Por aquel entonces, José María Aznar había llegado al Gobierno, Rodrigo Rato era el todopoderoso vicepresidente económico y González, muy próximo al PP, fue el elegido para presidir Argentaria, el banco público que acabaría fusionándose con BBV a finales de 1999.
Dos años más tarde se convirtió en el único presidente ejecutivo de BBVA, tras el abandono de Emilio Ybarra por el escándalo de las cuentas secretas, y comenzó una nueva etapa convencido de las bondades que traería la tecnología al mundo de la banca.
No le tembló el pulso cuando tuvo que prescindir de un consejero delegado tan valorado como José Ignacio Goirigolzarri o, posteriormente, cuando encumbró a Ángel Cano hasta ese mismo puesto y, de la noche a la mañana, lo relevó por Carlos Torres Vila.
Aficionado al golf, le gusta pasar los fines de semana practicando en el campo de La Moraleja, muy cerca de donde reside, y aunque a veces se escapa a su tierra gallega, en verano suele pasar sus vacaciones en Mallorca.
Asiduo del Foro Económico de Davos, en Suiza, Francisco González se siente cómodo en ese tipo de encuentros, que luego le gusta comentar, al igual que cuando participa en citas relevantes desde el punto de vista tecnológico.
Durante su extenso mandato, BBVA ha multiplicado con creces su tamaño, aunque no tanto como el Banco Santander, su estrecho competidor, y ha aumentado su presencia internacional, en algunos casos con mayor acierto que en otros.
México sigue siendo el principal motor de las cuentas del grupo, pero los más críticos con el banquero, al que algunos tachan de desagradecido, recuerdan que fue su antecesor el que apostó por Bancomer y recuerdan algunos de sus fracasos, como el intento por hacerse con la Banca Nazionale del Lavoro en Italia.
Tampoco tuvo especialmente éxito la apuesta por el chino Citic, pero la firma de González está detrás de otras operaciones con aparente mejor rédito, como la entrada en Estados Unidos o la compra en Turquía de Garanti Bank, a pesar de los vaivenes de la lira en los últimos meses.
Sin pelos en la lengua, al banquero no le costaba mucho criticar públicamente al Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero u operaciones como la salida a Bolsa de Bankia, dirigida por quien años antes había sido clave en su ascenso, Rodrigo Rato.