María Jesús Ezquerro
Con más de 15.000 zapatillas deportivas vendidas en 67 países de todo el mundo en sólo un año, la empresa emergente o "startup" catalana Wado es un ejemplo de cómo una idea de negocio para vender productos sostenibles puede ser viable sin tener que endeudarse con la banca.
Wado comercializa zapatillas deportivas que no contienen cromo -un componente químico que hace que la piel del calzado no sea biodegradable-, y que están fabricadas por trabajadores del entorno de Oporto (Portugal) que disfrutan de condiciones laborales "éticas".
"Queremos facilitar el cambio hacia un estilo de vida más sostenible, sin tener que renunciar a un buen diseño de producto y con salarios justos", ha explicado en una entrevista con
Además de la piel biodegradable y el compromiso con unas condiciones de trabajo dignas, las zapatillas de Wado ayudan a reforestar el planeta ya que, con cada par de zapatillas vendido, se plantan dos árboles.
Con la idea de negocio en la cabeza, los tres emprendedores celebraron hace ahora un año un evento con sus amigos y conocidos, y abrieron una campaña de micromecenazgo o "crowdfunding" en la plataforma Kickstarter, a la que siguió otra en Indiegogo, para captar la financiación necesaria.
Transcurridos 365 días, Wado ha facturado un millón y medio de euros y ha plantado ya más de 30.800 árboles en zonas deforestadas: 14.000 en la India y más de 16.800 en Zambia, a través de la ONG We Forest.
Llaquet rememora que el primer micromecenazpo les permitió hacerse con 500.000 euros en dos meses, que invirtieron en la fabricación de las zapatillas.
"En el primer mes conseguimos 360.000 euros, lo que nos permitió producir sin arriesgar, sin tener que recurrir a los bancos y con una producción "ad hoc", sin stock", ha explicado.
La estrategia de futuro será la misma: evitar a los intermediarios, dejar la fabricación en manos de trabajos artesanos de Oporto - "en lugar de irnos a Bangladesh", ha dicho- y tratar directamente con los puntos de venta.
Sus principales mercados son Bélgica y Alemania y, un paso por detrás, Suiza y el Reino Unido, donde sus zapatillas se venden en tiendas muy concretas, además de la distribución por Indiegogo y su página web "wearewado.com".
España representa sólo el 4 % del total de sus ventas, un porcentaje que la emergente ve insuficiente y que, de hecho, es incluso superior al real, ya que los primeros pedidos fueron fruto de un crowfounding en el que participaron muchos amigos y familiares, lo que desvirtúa la cifra de negocio real.
"El consumidor español aún no está maduro para este tipo de productos en que tiene un papel muy relevante la conciencia sostenible", ha lamentado Llaquet, que cree, sin embargo, que esto irá cambiando con el tiempo.
Los tiempos de consumo de las zapatillas de Wado tampoco se corresponden con los que imperan en el actual mundo del comercio electrónico, ya que, desde el momento de la compra, el comprador tiene que esperar cinco días a tener el producto en sus manos.
"Nuestros primeros clientes tuvieron que esperar cuatro meses desde que pagaron los 119 euros que valen las zapatillas hasta que pudieron ponérselas", ha recordado.
En los próximos meses, se plantean crear una plataforma propia para vender sus productos y aspiran a crecer también en Holanda y Francia.
Conscientes de que "el camino de la sostenibilidad no se hace de un día para otro", Wado se plantea ahora trabajar con tejidos cada vez más orgánicos y suelas recicladas, y empezar la producción de calcetines en España con algodón orgánico.