Jesús Centeno
Pekín, 14 may (EFECOM).- China respondió este lunes a EE.UU. con aranceles adicionales por valor de 60.000 millones de dólares, un contraataque calculado con el que deja claro que no se plegará ante las condiciones que exige su rival en una disputa comercial con cada vez menos visos de resolverse.
Así, el país asiático implantará desde junio diversos aranceles de hasta el 25 % sobre un total de 5.140 productos estadounidenses, en gran medida los mismos a los que ya impuso aranceles menores el pasado otoño, y que incluyen gas natural, textiles, petroquímicos, carnes y frutas, entre otros.
La medida es, según argumentó hoy el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Geng Shuang, una respuesta a lo que China considera una violación de los consensos alcanzados entre las dos partes para resolver las diferencias mediante diálogo.
Las negociaciones se enfriaron el viernes después de que Washington comenzara a aplicar un aumento del 10 al 25 % a los aranceles a bienes importados del gigante asiático, rompiendo una tregua de más de seis meses cuando muchos anticipaban la paz.
"No debe subestimarse la capacidad y voluntad de China para defenderse", dijo Geng, y recalcó que, aunque no desea una guerra comercial, su país "no está asustado" y "luchará hasta el final".
Según los analistas, la respuesta china es también una réplica del presidente chino, Xi Jinping, a su homólogo, Donald Trump, a quien deja entrever que no cederá a sus demandas al tiempo que todavía mantiene una puerta abierta para la negociación.
"Es una respuesta sobria y comedida", apunta a Efe el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Fudan Ren Xiao, quien anticipa que China se ha empezado a preparar "para lo peor".
Desde el otro lado del Pacífico, James H. Nolt, experto en China y profesor asociado de Relaciones Internacionales de la Universidad de Nueva York, cree que los aranceles de Trump son "un fin en sí mismo que impone por su propio beneficio", y que el mandatario no está negociando porque sus demandas son "unilaterales" y "ofrece muy poco o nada a cambio".
"China, por su parte -remata-, desea seguir negociando porque, aunque las posturas están todavía muy lejanas, quiere que se la vea como la parte responsable".
Por su parte, Trump ha restado importancia a los aranceles chinos, insistido en que su Gobierno tiene aún "mucho margen" para seguir imponiendo gravámenes a los bienes de Pekín y asegurado que se reunirá en persona con Xi en la próxima cumbre del G20, que se celebrará a finales de junio en Japón, para renegociar el acuerdo.
Sin embargo, Geng no confirmó hoy que se vaya a producir ese encuentro y criticó la "máxima presión" ejercida por EE.UU. tras la última subida de aranceles ordenada por Trump.
¿Qué es, entonces, lo que ha fallado? Según los expertos consultados por Efe, que Washington reclama a Pekín que se comprometa mediante cambios legales a modificar su sistema económico, a proteger la propiedad intelectual de las empresas estadounidenses y a establecer un mecanismo de penalizaciones que asegure el cumplimiento de compromisos ya alcanzados verbalmente.
Algo que, a ojos chinos, es poco menos que una humillación.
"Xi es un ultranacionalista y no quiere quedar en evidencia. Si lo que le pide Trump supone debilitar su posición en el Partido Comunista Chino (PCCh), si se interpreta que ha cedido a la presión, acuerdo no habrá", explica a Efe el analista político Willy Lam.
Lam, docente en la Universidad China de Hong Kong, opina que Pekín sólo ofrece "mecanismos administrativos" como garantía para un pacto que también le conviene porque el país asiático "exporta mucho, mucho más a EE.UU. de lo que éste le exporta a China", cuya economía "está mucho peor que lo que las apariencias sugieren".
Pero que China cambie sus leyes para satisfacer las demandas de Trump es, según los académicos, una línea roja por la que Xi nunca estuvo ni estará dispuesto a pasar.
El factor nacionalismo juega también un papel en la reacción del lado chino, y es por ello que tanto sus mandatarios como sus medios oficiales no dejan de advertir sobre los "efectos dañinos" que tiene presionar a Pekín, dispuesto a defenderse del "acoso comercial" de un Trump que ha ignorado la "sinceridad y la palabra de China".
En ese sentido, la máxima de los cuadros de los dirigentes es "mostrar que no renuncian a sus principios ni intereses" y "demostrar que Pekín demuestra racionalidad" en contraposición a los embistes de Trump, recalca a Efe Zhu Feng, director del Instituto de Relaciones Internacionales de la universidad de Nankín.
Zhu incide en que los aranceles a los productos chinos afectarán a los consumidores estadounidenses porque éste país "no tiene una fuente alternativa para sustituir a los productos chinos a corto plazo".
"Al final, todo dependerá de la voluntad política de las partes. Esta disputa también ha servido como alarma para China, que debe promover más su reforma y necesita modificar su legislación para estar mejor integrada en el plano internacional", añade.
Otros analistas apuntan a las "miradas e intereses contradictorios" que han observado en el seno del PCCh sobre cómo debe abordarse la guerra comercial y sus consecuencias.
"Lo lógico es que Xi siga protegiendo a la facción más conservadora en el Partido y a las empresas estatales, pero le guste o no en el fondo está condenado a entenderse con Trump", señala Jean-Pierre Cabestan, profesor de Estudios Internacionales en la Universidad Bautista de Hong Kong.