Óscar Tomasi
Detrás de una crisis empresarial como la que atraviesa DIA están las historias de los pequeños accionistas, principales damnificados en descalabros bursátiles como el sufrido por la cadena de supermercados, que sólo en el último año ha perdido un 80 % de su valor.
"Creo que me han robado", dice en declaraciones a
Hace dos años y medio, y con los títulos de DIA en torno a los cinco euros, esta accionista minoritaria decidió entrar en la firma de distribución con una inversión de 40.000 euros por consejo de un empleado de su entidad bancaria de confianza, que le comentó que el valor había llegado a superar los siete euros y tenía visos de subir.
La cifra era correcta, pero no así su pronóstico: la cotización de la empresa llegó a sobrepasar los 7,5 euros en 2015, cerró 2016 a 4,66 euros y acabó 2017 en 4,30. La debacle no llegó hasta 2018, cuando terminó en apenas 33 céntimos.
¿Qué pasó? Nada hacía presagiar un descalabro de ese calibre, pese a que el elevado porcentaje de fondos bajistas en su capital -inversores que apuestan por la caída del valor y que ganan dinero cuando ésta se produce- era un motivo para estar alerta.
En términos operativos, el grupo ha visto cómo su negocio se deterioraba, pero de forma relativamente moderada hasta 2018: su cuota de mercado en España ha bajado del 9 al 7,3 % en tres años, y su facturación ha pasado de los 8.867 millones de 2016 a los 8.620 de 2017 y los 7.288 del ejercicio pasado.
DIA registró beneficios de 174 millones en 2016 y de 90 millones -después de ser revisados a la baja recientemente- en 2017, en contraste con los 352 millones de pérdidas del último ejercicio.
El hundimiento definitivo de la empresa en bolsa arrancó a mediados de octubre, cuando rebajó sus previsiones de resultados de 2018 y anunció "ajustes" en sus cuentas de 2017. Después se sabría que la propia empresa ha presentado una demanda contra antiguos directivos ante la Fiscalía al detectar "irregularidades".
"La empresa tenía buena pinta porque opera a nivel internacional (Argentina, Brasil y Portugal) y se veía que tenía negocio", razona Mónica L., quien ahora lo tiene claro: "No debería haber entrado en bolsa sin tener suficiente idea de este mundo, no entiendo cómo una acción puede caer un 40 % en un solo día si la empresa va más o menos va bien".
Esta pequeña accionista ha decidido no vender al magnate ruso Mijaíl Fridman, quien ya controla el 69,76 % de la compañía tras su opa, y acudirá a la ampliación para no ver diluida su posición.
"No quiero dejar que me roben a mano armada y prefiero perder que regalárselas a un señor que nos ha hecho la cama a todos (...) Yo creo que aquí ha habido una trama para hacerse con la empresa a precio de derribo", lamenta Mónica, muy crítica con el papel del regulador en este caso.
También carga contra la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) Alejandro P., otro minoritario que entró a 4,3 euros y que llegó a tener 26.000 acciones en sus manos.
"Yo he decidido vender -tras el lanzamiento de la opa, a 67 céntimos el título-. Quedarme me habría supuesto un mayor desembolso y ya salgo escaldado", asegura este inversor.
Con títulos en diferentes empresas, Alejandro recuerda que analistas y firmas de inversión recomendaban comprar acciones de DIA hace no tanto tiempo por su "potencial alcista".
"Cuando hablaban de los bajistas se decía que en realidad el grupo tenía buena salud, que su problema podía estar en que sus supermercados se habían quedado un poco desfasados, pero nada más", rememora.
Tanto él como Mónica se muestran dispuestos a participar en acciones judiciales como las que ya estudia iniciar la Asociación de Accionistas Defensores de DÍA (que agrupa a minoritarios con cerca de un 2 % del capital).