Alex Segura Lozano y Víctor Escribano
Washington/Pekín, 28 jun (EFECOM).- Más de medio año después, los presidentes de China y Estados Unidos, Xi Jinping y Donald Trump, se volverán a ver las caras para negociar sobre la guerra comercial entre las dos mayores potencias económicas del mundo.
Este sábado, en el marco de la cumbre del G20 en Osaka (Japón), los dos líderes mantendrán un encuentro que, si bien muestra una intención de volver a acercar posturas tras la aparente ruptura de negociaciones en mayo y el posterior intercambio de aumentos arancelarios, no parece que vaya a traducirse en un acuerdo definitivo que resuelva la disputa.
El secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, afirmó el miércoles que ambas partes estaban "al 90 % del camino" de llegar a un acuerdo, y se mostró optimista sobre una "vía" para cerrarlo.
Pero expertos consultados por Efe apuntan que, si ambas partes se cierran en banda, lo máximo que conseguirán será una nueva tregua -el diario hongkonés South China Morning Post aseguró ayer que ya se habría firmado- o un compromiso de no aplicar nuevas medidas que empeoren la situación.
La investigadora del Peterson Institute (Washington) Monica DeBolle avanzó que no espera "mucho" de la reunión, ya que "China ha dejado claro que no cederán sin concesiones de Trump, y Trump no ha mostrado ninguna inclinación a hacerlas".
Por su parte, el decano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Fudan (Shanghái), Shen Dingli, es algo más optimista, y cree que habrá algún tipo de acuerdo para que la situación no empeore, como un compromiso para que EEUU no eleve los gravámenes a los 325.000 millones de dólares restantes de importaciones chinas.
"Las dos partes ya saben que no derrotarán al otro, pero que sí pueden dejarlo medio muerto, aunque no están dispuestos a seguir hiriéndose", resumió.
El director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong, Jean-Pierre Cabestan, es más claro en su apuesta: "Una nueva tregua como la de Buenos Aires (en diciembre de 2018) será considerada suficiente por ambas partes. Los dos necesitan un acuerdo, al menos uno parcial. Es el resultado más probable".
La aparente intransigencia de ambos mandatarios ha provocado crispación en Estados Unidos: Apple -que fabrica casi todos sus productos de hardware en China- reclamó este mes al Gobierno que no imponga más aranceles, al igual que otras multinacionales como Walmart.
Esta última firmó una carta junto a otras 660 empresas estadounidenses en la que exigen un acuerdo definitivo.
En el gigante asiático las críticas públicas -como era de esperar- son más sutiles y se orientan más al conflicto en sí que a la postura de Xi: "Está claro que muchas empresas chinas sufren debido a la disputa, como Huawei, que se ha puesto abiertamente del lado del Gobierno chino pero, al mismo tiempo, necesita un acuerdo", explica Cabestan.
Un reciente informe de la Cámara China de Comercio en EEUU lo deja claro: el 75 % de las firmas chinas en el país norteamericano ve las "complejas" relaciones bilaterales como un obstáculo, y tan solo un 6 % cree que el ambiente de negocios mejoró en 2018.
Además, el mercado no miente: la disputa ha afectado a las bolsas del gigante asiático, especialmente a Shenzhen -centrada en valores tecnológicos-, cuyo referencial cayó casi un 12 % desde marzo de 2018.
Las negociaciones van más allá de lo económico, recuerda DeBolle, quien considera que el distanciamiento se debe a que Trump "ha endurecido su posición porque ya está haciendo campaña para (las elecciones de) 2020 y China es un tema político importante para él".
"China puede darse el lujo de esperar, y eso es precisamente lo que harán con respecto al ciclo electoral de Estados Unidos", valoró.
Por ahora, algunas diferencias parecen insalvables. China ha marcado líneas rojas, y continúa sin haber acuerdo en temas como las dificultades para que las empresas estadounidenses accedan al mercado chino o que, una vez ahí, partan en desventaja contra las estatales chinas, subsidiadas por Pekín.
Tampoco hay postura común en propiedad intelectual, transferencia forzada de tecnología o ciberseguridad. En términos más concretos, seguramente se debatirá sobre la tecnológica Huawei.
Pekín asegura que el veto de Washington es injusto y blande su lista negra de empresas extranjeras -todavía no ha anunciado cuáles serán incluidas-, mientras que EEUU sigue calificando a la tecnológica china de peligro para su seguridad nacional.
Dadas las diferencias, ¿cuál es la receta para alcanzar un acuerdo? Shen y DeBolle coinciden: ambos deberán ceder.
"Estados Unidos no quiere seguir con la guerra comercial (...). Xi tampoco quiere, aunque no tiene miedo de pelear, pero no es bueno para China. Es posible que ambas partes hagan concesiones importantes", indica el experto chino.
En la otra cara de la moneda, la estadounidense recuerda que hay "demasiados obstáculos" en las negociaciones, y afirma que "si la demanda de Trump es que China deseche parte de su política industrial, no se llegará a ningún acuerdo en el corto plazo".
De hecho, lo más probable es que ninguna de las diferencias se resuelva pronto. En palabras de Cabestan, "puede que se acuerde un marco (para negociar), pero las tratativas en temas específicos continuarán, y seguramente durante mucho tiempo".
Las tensiones entre Washington y Pekín tienen sus raíces en el desequilibrio de la balanza comercial a favor de China, que exporta 419.000 millones de dólares más de lo que importa desde Estados Unidos.