Jüri Estam

Tallin, 21 jul (EFECOM).- La iniciativa de los países bálticos de reorientar su aprovisionamiento eléctrico, una decisión político-estratégica para abandonar la dependencia de Rusia, plantea retos técnicos, según expertos del sector.

El plan fue firmado el mes pasado por los líderes de Letonia, Estonia, Lituania y Polonia con la Comisión Europea (CE) y prevé la "sincronización" entre las redes eléctricas bálticas y centroeuropea por territorio polaco.

La iniciativa fue calificada por la CE como una "prioridad política esencial" para el logro de la unión energética, pero su aplicación práctica plantea diversos retos.

Juhan Värk, profesor de la EuroAcademy University de Tallin, experto en cuestiones de seguridad energética, alerta de que durante el "período de transición" hacia esa sincronización podrían producirse "grandes problemas y muy disruptivos".

Según dijo Värk a Efe, ese período de transición podría durar "cinco años o más" y agregó que Estonia no está preparada desde el punto de vista logístico.

Además, advirtió de que la instalación de los dispositivos técnicos o "filtros" que permitirán esa sincronización futura tienen un coste elevado.

Ants Morel, presidente del Consejo de la Sociedad Estonia de Electroenergía, afirmó: "los miembros de mi organización ven este gran cambio como una decisión fundamentalmente política".

Una iniciativa que "los ingenieros eléctricos y otros especialistas de este país tendrán que ejecutar lo mejor que puedan", reconoció a Efe.

La hoja de ruta firmada en junio prevé que la total sincronización de la red báltica con la de Europa central se produzca en 2025.

Sin embargo, el reto que se plantea no es solo técnico y económico, puesto que será esencial la cooperación de Rusia ya que la red eléctrica de los países bálticos opera de manera sincronizada con la rusa y la bielorrusa.

El proceso se ha comparado con la manera en la que están interconectadas las venas entre siameses, aunque los técnicos estiman que desconectarse de una red después de décadas es casi más complejo que una intervención quirúrgica de dos gemelos unidos por la cadera.

Al final de la II Guerra Mundial, la Unión Soviética inició un proceso progresivo de integración de los países bálticos, anteriormente independientes, en varios sistemas, empezando por el uso de su moneda, el rublo, y entretejiendo su red eléctrica con la soviética.

Casi treinta años después de recuperar su independencia política, las redes eléctricas bálticas siguen estando conectadas a las de Rusia y Bielorrusia a través del denominado anillo "BRELL" (por las iniciales de Bielorrusia, Rusia, Estonia, Letonia y Lituania).

Para la CE, la prioridad de la integración de las redes bálticas con la europea occidental es política, pero asegura que proporcionará energía "segura, accesible y sostenible" a la región.

Un estudio recientemente publicado por el International Centre for Defence and Security en Estonia aborda la cuestión destacando el papel que tendrá la cooperación de Rusia.

"Hay muchos indicios de que Rusia está preparando su infraestructura (para poder ser capaz de) abandonar el acuerdo BRELL antes que los estados bálticos", dicen los autores del estudio.

Y eso, advierten, podría potencialmente causar problemas en el ámbito eléctrico de la región báltica "sin dañar sus propios intereses económicos o de seguridad".

Y concluyen: "la energía ha sido durante mucho tiempo la herramienta favorita de presión de Rusia, aunque de momento la atención estaba centrada en sectores como el gas y el petróleo".

La desconexión de Rusia podría considerarse un paso importante en el desmontaje del legado soviético, lo que está por ver es si se puede hacer de manera suave.

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