Calles a rebosar y tráfico imposible. Es la fotografía más habitual hoy en día en las ciudades, en las que ya se concentra un 55% de la población mundial, según un reciente informe de la ONU. Este crecimiento sin precedentes llegará a su máximo en 2050, cuando se prevé que la población urbana alcance el 68%. Como consecuencia, las ciudades multiplican su tamaño, fundamentalmente por el desarrollo y fusión de áreas urbanizadas de la periferia, factor que aumenta las distancias en el interior de las ciudades.
En un contexto en el que aún es tarea pendiente la reducción de la contaminación en entornos urbanos, los enormes núcleos de población demandan más cada vez más medios de transporte, que es, a su vez, la mayor fuente de polución en las ciudades: un peligroso factor de riesgo para la salud cardiovascular y respiratoria de sus habitantes. En Europa, la tercera región más urbanizada del mundo (el 74% de la población vive en ciudades), cada año más de 400.000 personas mueren prematuramente por causas relacionadas con la mala calidad del aire, según la Fundación Española del Corazón.
Así, el factor medioambiental enfrenta a las ciudades al reto de la movilidad sostenible. De este modo, se plantea la transformación del espacio urbano para dar paso a otras formas de transporte, como la bicicleta, al mismo tiempo que se trabaja por mejorar los servicios público y fomentar el uso de vehículos eléctricos a través de, por ejemplo, menores restricciones para el aparcamiento o ayudas económicas para su adquisición.
Una nueva ciudad con sello verde
Con la popularización del automóvil en el siglo XX, el urbanismo dedicaba sus esfuerzos a garantizar la fluidez del tráfico y a reservar amplios espacios para el coche. Pero en las actuales ciudades existen nuevas necesidades, como la creación de carriles bici y otras prioridades como el transporte público. Asimismo, se han tenido que adoptar medidas de restricción al tráfico para combatir, por un lado, la contaminación y por otro, reducir el número de coches que pueblan el centro urbano.
Copenhague, Amsterdam y Oslo se encuentran a la cabeza de ciudades sostenibles por su fuerte apuesta por las infraestructuras para moverse en bicicleta, tal como apunta un informe de Greenpeace sobre la movilidad sostenible de las ciudades europeas, que evalúa indicadores como el transporte público, la seguridad vial o la calidad del aire, entre otros. Madrid, en séptimo lugar, es la única ciudad española que aparece en este ranking. Obtuvo buena puntuación en movilidad activa (caminar y bicicleta) y transporte público, pero tuvo una valoración inferior a la media en cuanto a la calidad del aire y la gestión de la movilidad.
Para el usuario de a pie, contribuir a la sostenibilidad pasa por modificar sus hábitos de desplazamiento y escoger opciones menos contaminantes aunque, al final, el desarrollo de los nuevos tipos de movilidad dependerá de la colaboración entre los agentes públicos y privados en el desarrollo de instrumentos e infraestructuras que permitan un transporte sostenible.
Bicicletas y coches eléctricos, las alternativas más populares
Tres de cada cuatro españoles tiene una bicicleta en casa. En las grandes ciudades, sin embargo, un tercio de los residentes no dispone de una debido, principalmente, a las dificultades que supone el exceso de tráfico motorizado y la falta de adaptación de los municipios, apunta el Barómetro de la Bicicleta en España, elaborado por el INE. Aun así, en las urbes aumentan los usuarios que la utilizan habitualmente para ir al trabajo (14,6%) o al centro de estudios (14%).
A medida que crece la dimensión del municipio -se asegura en este informe- el coche pierde adeptos en favor de la bicicleta y el transporte público. La ampliación de los carriles bici y las bicicletas compartidas dependientes de los ayuntamientos han popularizado su uso. Por su parte, la empresa privada también ha tomado parte en el asunto de la movilidad urbana. En 2015, Banco Santander lanzó en Londres Santander Cycles, un sistema de alquiler de bicicletas compartidas y en 2018 llevó este modelo a Mönchengladbach, al oeste de Alemania, donde cuenta con 250 bicicletas en 35 estaciones en el centro urbano. De forma paralela, también se ha desarrollado un proyecto para proveer a la ciudad de una infraestructura de recarga de vehículos eléctricos.
Y es que los vehículos eléctricos son una de las apuestas de futuro en cuanto a la sostenibilidad de las ciudades. Son la mejor alternativa frente a la contaminación si no se puede prescindir del vehículo particular y aunque siguen suponiendo un mayor desembolso que los de gasolina o diésel, el precio ha disminuido de forma continuada desde que se empezaron a comercializar. Para el año 2030, se estima que habrá entre uno y dos millones de vehículos eléctricos, lo que representa aproximadamente el 10% del parque automovilístico español.
A fin de impulsar la utilización de este tipo de vehículos, en España, Banco Santander financia una flota de 24.665 coches eléctricos y de bajas emisiones. Solo en 2018, se realizaron 7.463 transacciones de este tipo. En las oficinas centrales en Madrid también se patrocina una plataforma de bicicletas compartidas y, adicionalmente, se ha lanzado un servicio gratuito de coches eléctricos a disponibilidad de los empleados.
En el plano internacional, la compañía ofrece en Brasil distintas herramientas de compensación de emisiones a todos los clientes que contraten un préstamo para la compra de un coche. También es el primer banco de este país en ofrecer financiación para bicicletas eléctricas. Y en Polonia, tendrá una flota corporativa de vehículos ecológicos.
Las aportaciones de Banco Santander a la movilidad sostenible forman parte de las 10 metas de Banca Responsable establecidas por la compañía para 2025 a fin de contribuir a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS): una serie de medidas para erradicar la pobreza y proteger el planeta.
En este sentido, la entidad pondrá en marcha iniciativas de financiación ‘verde’ mediante las que se facilitarán más de 120.000 millones de euros de 2019 a 2025. De este modo, se prestará apoyo económico -formalizado en bonos o préstamos- a proyectos para combatir el cambio climático. También se contempla la inclusión financiera de más de 10 millones de personas mediante la expansión de las operaciones de microfinanzas, programas de educación financiera y otras herramientas para proporcionar un acceso más equitativo a los servicios financieros. Medidas para ayudar a las personas en la transición hacia una economía más sostenible. Banco Santander, junto con más de 125 bancos, firma los principios de Banca Responsable para contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, en su compromiso por un futuro sostenible e inclusivo.
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