El economista Jeremy Rifkin, experto en cambio climático y tecnología, considera que el primer paso que tiene que dar España ante la emergencia climática es la creación de un banco "verde" para financiar una transición ecológica que requiere la transformación de las infraestructuras energéticas y de comunicación.
"Durante muchos años España lideró en Europa, junto a Alemania, esa transición, pero se terminó cuando cambió el Gobierno", dice Rifkin en una entrevista con
En su opinión, el futuro pasa por transformar la red eléctrica en un sistema digitalizado "inteligente" que permita a hogares, oficinas o fábricas producir y distribuir su propia energía procedente de fuentes limpias.
Para esta transformación se requiere una importante inversión que propone captar a través de entidades públicas específicas, tanto a nivel estatal como regional, que conformarían una suerte de banca ecológica capaz de emitir bonos verdes y atraer inversores institucionales al desarrollo de las nuevas infraestructuras.
Rifkin señala que hay 41 billones de dólares (36,7 billones de euros) procedentes de fondos de pensiones públicos y privados internacionales "desesperados por invertir en infraestructuras inteligentes", a los que cree que se podrían ofrecer ventajas fiscales.
A ello suma un número cada vez mayor de fondos de inversión que están trasladando el dinero a las energías verdes, movidos no solo por la "moda" de la inversión socialmente responsable, sino también por la reevaluación negativa que el sector financiero está haciendo de la industria que utiliza combustibles fósiles, por los riesgos relacionados con el cambio climático.
Explica que está surgiendo un nuevo paradigma económico que va a suponer un "cambio radical", resultante del "colapso de la civilización de los combustibles fósiles" en torno a 2028.
Ocurrirá en el momento en que converjan el desplome del precio de la energía solar y eólica, la caída de la demanda de petróleo y la acumulación de "activos obsoletos" de la industria petroquímica, aquellos que se deprecian antes de que acabe su ciclo de vida normal y que algunos estudios calculan que podrían llegar a sumar 100 billones de dólares (89,5 billones de euros).
Rifkin lleva una década divulgando que los grandes cambios económicos de la humanidad se han producido con la aparición de nuevas formas de energía, movilidad y comunicación.
Así ocurrió en la primera revolución industrial en el siglo XIX con el carbón, la máquina de vapor, el telégrafo y el ferrocarril, y en la segunda revolución industrial en el siglo XX con el petróleo barato, la electricidad, el teléfono, la radio, la televisión y el automóvil.
La tercera revolución industrial del siglo XXI será la de la digitalización de la comunicación, la movilidad y la energía, con la estimación de que para 2030 haya más de 100 billones de sensores conectándolo todo y transmitiendo datos.
Según pronostica, el internet de las cosas permitirá la autosuficiencia energética, de la misma forma que se compartirán coches eléctricos autónomos o se usarán impresoras 3D caseras para fabricar determinados productos.
"La burbuja del carbono es la mayor de la historia", dice Rifkin, que asegura que no tardará en llegar el momento en que sea más económico construir y operar nuevos proyectos de energías alternativas, que mantener las existentes plantas de generación convencional.
"La industria lo sabe", asegura Rifkin, que dice que en caso contrario no se entendería que una empresa como Volkswagen haya comprometido 80.000 millones de euros en la transición al vehículo eléctrico.
En su opinión, las infraestructuras energéticas y de comunicaciones deberían preservarse como un bien público para garantizar el acceso a la ciudadanía y porque "ninguna evidencia ha respaldado nunca la idea de que estén mejor en manos privadas".
Rifkin reconoce que la economía digitalizada tiene también aspectos negativos pendientes de resolver como garantizar la privacidad y el acceso universal al internet de las cosas, prevenir los ciberataques o evitar que Gobiernos y empresas privadas saquen provecho político y económico de la información masiva proporcionada por la interconexión.