Carlos Meneses Sánchez

Sao Paulo, 4 dic (EFECOM).- La sorprendente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de restablecer los aranceles al acero y aluminio de Brasil puede aprovecharla China para estrechar aún más sus lazos con el país suramericano, que ya tiene en Pekín a su mayor socio comercial.

El acercamiento a Estados Unidos ensayado por el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, desde que llegó al poder el pasado 1 de enero no ha dado los frutos esperados, de acuerdo con diferentes analistas consultados por

El último varapalo ha sido el anuncio de Trump de recuperar los aranceles a los metales de Brasil, que está entre los mayores exportadores de acero a EE.UU., y de Argentina, bajo la acusación de devaluar sus monedas intencionalmente para perjudicar a los agricultores estadounidenses.

El dólar se ha apreciado casi un 8,50 % en lo que va de año frente al real brasileño.

Bolsonaro respondió este miércoles a su admirado Trump al negar que su Gobierno esté "aumentando artificialmente" el precio del dólar y apuntó como principal causa la guerra comercial entre EE.UU. y China.

Sin embargo, la nueva arremetida de Trump podría llegar a ser perjudicial hasta para los productores de acero estadounidenses, pues estos necesitan los semimanufacturados brasileños, según el Instituto Aço Brasil.

En medio de estas tensiones, China vuelve a posicionarse como el importante aliado que es de Brasil desde 2009, cuando se convirtió en su mayor socio comercial, estatus que mantiene desde entonces.

Bolsonaro prefiere la foto con Trump, aunque la aparente falta de reciprocidad le ha obligado a mirar con otros ojos a China.

FRUSTRADA APROXIMACIÓN A EE.UU.

En menos de un año en el poder, el líder ultraderechista ha llevado a cabo una serie de medidas para acercarse a Trump, con el que comparte ideario político.

Entre ellas, aumentar el límite de importaciones de etanol, sector en el que Estados Unidos es uno de los principales exportadores, permitirles el uso de su base espacial de Alcántara (noreste), y beneficiar a sus turistas al retirar la obligatoriedad de visado para visitar o hacer negocios en el país.

Brasil también aceptó renunciar al tratamiento especial del que goza en las negociaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), a cambio del apoyo firme de EE.UU. para su ingreso en la OCDE, el llamado "club de los países ricos".

Muchos guiños para un beneficio casi nulo: los brasileños aún necesitan visado para ir a Estados Unidos, el apoyo a su entrada en la OCDE ha sido tenue -Trump dio prioridad a Argentina y Rumanía-, y como guinda, los aranceles al acero y al aluminio.

Y eso que la balanza comercial entre ambos países es favorable a Estados Unidos con un superávit de 1.016 millones de dólares entre enero y noviembre, según datos oficiales.

"Trump no es un aliado fiable, a pesar de compartir el mismo espectro ideológico", afirma a Efe Vinicius Vieira, profesor de relaciones internacionales en el centro de estudios privados Fundación Getulio Vargas (FGV).

En su opinión, el mandatario estadounidense "intenta atender a sus votantes" y "no tiene un aliado tan fuerte como para contradecir los intereses económicos de su base electoral".

Para Lucas Leite, profesor de relaciones internacionales de la Facultad Armando Alvares Penteado (FAAP), fue un "error de Brasil creer que tenía una relación especial con EE.UU.".

CHINA SIEMPRE ESTÁ

Al contrario que EE.UU., el gigante asiático sí ha mostrado su interés en fortalecer sus relaciones con Brasil y las fricciones entre Bolsonaro y Trump pueden unirles aún más.

La mayor economía de Suramérica tiene un superávit en la balanza comercial con China de unos 25.000 millones de dólares hasta noviembre. Ello sin contar con el aumento de las exportaciones de carne, cuyo consumo se ha incrementado recientemente en China.

La visita oficial de Bolsonaro a Pekín en octubre pasado selló su reconciliación con el régimen comunista, al que atacó duramente durante la campaña electoral de 2018, para luego le tendió la mano una vez asumió el poder.

Por su parte, el Gobierno de Xi Jinping anunció inversiones millonarias en Brasil durante la cúpula de los BRICS, que se celebró el mes pasado en Brasilia, para sectores clave como infraestructuras.

"China puede ser un gran puente de inversiones y la economía brasileña necesita inversiones", explica Vieira.

Pekín también podría aumentar su presencia en el ramo de las telecomunicaciones, con la subasta de las líneas 5G prevista para el próximo año; y en la industria extractiva, especialmente en el presal, la región frente al litoral de Río de Janeiro con enormes reservas de petróleo y gas.

"Bolsonaro ha adoptado un tono más pragmática porque percibe que quien va a salvar a Brasil es China, que ya lo salvó de la última subasta petrolera" en el presal, en la que solo participaron empresas brasileñas y chinas y se recaudó menos de lo previsto, apunta Leite.

"China tiene sus intereses", asegura Vieira, pero al menos "no ha dado ninguna puñalada en la espalda de Bolsonaro". EFECOM