Aislada del mundo occidental y con sus reservas en divisa extranjera congeladas, Rusia se encamina a una suspensión de pagos. El próximo 16 de marzo, vence un bono en dólares del Estado ruso y tanto el FMI, como las agencias de calificación y algunos bancos de inversión dan casi por seguro que Moscú no podrá hacer frente al pago que debe hacer a los inversores en divisa estadounidense. A partir de ahí, se iniciaría un periodo de gracia de 30 días y a mediados de abril, Moscú podría declarar ese impago (default).
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, ha admitido este viernes que la bancarrota de Rusia "ya no es un evento improbable" no por falta de recursos, sino por la imposibilidad de acceder a ellos por las sanciones internacionales.
Si ese escenario se materializa, en clave interna, los rusos revivirán los peores momentos desde la llamada crisis del rublo de 1998, cuando el país incumplió el pago de sus obligaciones de deuda y después sufrió una recesión con un desplome económico superior al 5%.
En clave internacional, Rusia es una economía pequeña en PIB y grande en materias primas. Esto hace que los gobiernos occidentales estén hoy más preocupados de las consecuencias de la guerra en el gas y el petróleo que en los mercados financieros ante un posible default. El problema es que -salvando las distancias- Grecia también era una economía pequeña para la zona euro y fue el epicentro de un terremoto financiero en 2010.
Además, Rusia es una potencia importante para muchos países emergentes, en especial en Asia. De ahí que de materializarse el impago, los expertos teman un efecto dominó que empiece a tirar primero piezas en mercados emergentes, para después arrastrar alguna en otros lugares del mundo por contagio financiero.
Nuevo tablero económico
Una caída de piezas que afectaría a algunos bancos internacionales, a empresas con exposición a Rusia y de forma indirecta a los gobiernos del resto del mundo. Pero más que por el episodio del impago, por la repercusión que va a tener en el nuevo tablero económico mundial la exclusión de la economía rusa de Occidente, una opción que gana enteros ante la prolongación de la invasión de Ucrania y la vulneración de derechos humanos.
"Nos estamos adentrando en unos meses que van a ser caóticos. Se ha roto un puzle y hay que volver a encajar las piezas. El problema es que deben encajar de una forma diferente y cuando lo completemos tendremos un puzle distinto al inicial", explica el columnista de Invertia y autor de la Newsletter de Mercados Financieros, Juan Ignacio Crespo.
Hay un elemento que puede ayudar a minimizar el tsunami. Las sanciones que Occidente ya impuso a Vladímir Putin en 2014, tras la guerra de Crimea, hicieron que Rusia limitara sus emisiones en otras divisas y también su dependencia de inversores foráneos. Se estima que la cantidad de deuda rusa en manos extranjeras oscila entre los 50.000 y 60.000 millones de dólares. Según datos recopilados por ING, la deuda externa total de los emisores rusos (Estado y empresas) es de 115.000 millones de dólares.
Los pagos que afronta el país este año serían una cifra manejable para un país que entró en esta guerra con 640.000 millones de dólares en reservas de divisa extranjera. El problema es que debido a las sanciones, Moscú tiene congelado el acceso a ese dinero. De ahí que solo pueda pagar en rublos.
Y el rublo cada vez vale menos. De hecho, las autoridades rusas se han visto obligadas a decretar un corralito y los ciudadanos afrontan limitaciones para sacar dinero del banco. Según ha informado la prensa internacional, hay colas para acudir a cajeros que ofrecen dinero en dólares o euros.
De hecho, las autoridades rusas han llegado a amenazar a los inversores occidentales con pagar su deuda en rublos. Es la moneda con la que sigue cerrando transacciones comerciales con algunos socios, entre los que estaría China.
Letra pequeña del bono
El problema para Moscú es que los folletos de emisión de deuda soberana suelen contener algunas cláusulas sobre el pago en otra divisa distinta a la de la emisión del bono. Lo habitual es que se tenga que costear el pago de los intereses y la devolución del principal en la misma moneda que se emitió. De no ser así, los inversores no confiarían en la mayoría de las economías emergentes, dada la volatilidad de sus monedas.
En esta complicada situación, en abril, Rusia podría asistir a un impago técnico -como ya esperan Fitch, S&P y Moody's- pese a tener reservas guardadas y seguir vendiendo gas.
Deuda privada en riesgo
Para entender el peligro que entraña la caída de una ficha del dominó no hay que mirar solo al Estado ruso. También hay deuda corporativa en manos de inversores extranjeros a punto de vencer. De hecho, el gigante energético Gazprom afronta la próxima semana el vencimiento de un bono por importe de 1.300 millones de dólares. Será una prueba más para los mercados financieros .
Expertos consultados por The Washington Post describen así la situación en un artículo titulado El incumplimiento "inminente" de Rusia sería catastrófico. Este es el porqué: "Rusia está tan aislada de los sistemas financieros globales que no puede generar suficientes ingresos. Moscú no puede pedir dinero prestado a ocho de las 10 economías más grandes del mundo. Su economía depende de la exportación de recursos naturales y algunos de sus principales clientes han cortado relaciones. Su economía de consumo es demasiado pequeña para soportar un esfuerzo de guerra prolongado, y mucho menos para pagar sus deudas".
Exposición limitada
A nivel mundial, la exposición financiera de inversores internacionales a empresas rusas es limitada, pero hará daño. Hay que tener en cuenta que no es solo el impacto directo de las inversiones, también hay derivados.
Un ejemplo es el gigante de la gestión de fondos Pimco, cuya exposición podría alcanzar los 1.100 millones de dólares en derivados y otros 1.500 millones de dólares en bonos soberanos. También el banco estadounidense Citi ha revelado una exposición al país de 9.800 millones de dólares, de los que casi la mitad son activos financieros. Se trata de cuantías grandes, pero de magnitud relativa para estos colosos del mundo financiero.
La duda es si algún banco concentra más riesgo en su balance y puede generar problemas de contagio al resto del sector en algún lugar del mundo. De momento, desde S&P Global se estima que el impacto del potencial default ruso en las transacciones financieras mundiales sería "limitado".
Nacionalización de empresas
A toda esta compleja situación de los mercados se suma otro problema adicional. Como respuesta a las sanciones, el Gobierno ruso ya ha anunciado una serie de medidas para nacionalizar los activos bajo propiedad de las empresas occidentales que han salido estos días del país.
El listado de empresas potencialmente afectadas incluye nombres muy conocidos, como Apple, Coca-Cola, Toyota Motor, Volkswagen, entre muchos otros. También están en el foco empresas españolas con negocios en Rusia. La guerra va a tener un coste para estas corporaciones si pierden sus activos en este mercado, pero se espera que acotados.
Ante este escenario, la peor parte se la llevará el pueblo ruso que aislado del resto del mundo, sin financiación exterior y con un PIB per cápita que apenas superaba los 11.000 euros cuando estalló la guerra, afrontará en solitario la recesión que se anuncia para el país.
Una crisis que se agravará en caso de que se produzca un impago inminente que firmas como Morgan Stanley dan ya por seguro. Y todo ello, en un momento de su historia en el que el Kremlin necesita más recursos para financiar una guerra.
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