El próximo jueves, 9 de junio, con los europeos reservando ya las vacaciones de verano, el Banco Central Europeo (BCE) anunciará la primera subida de los tipos de interés en 11 años. El fin de esta década de estímulos monetarios y dinero gratis será muy gradual, pero tendrá repercusiones en un contexto en el que España aún no ha recuperado el nivel de PIB de 2019 y en el que el CEO de JP Morgan, Jamie Dimon, afirma que la economía global está amenazada por un "huracán".
Que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, vaya a hacer este anuncio con los europeos pensando ya en preparar las maletas no es baladí. España es un país altamente dependiente del turismo y con la Covid-19 fuera ya de los telediarios, se espera que esta temporada de verano sea muy buena. De hecho, Exceltur ha calculado que este año se podría cerrar con más del 90% del turismo prepandemia recuperado.
Este optimismo hace prever que el empleo seguirá arrojando buenos datos en los próximos meses y que servicios de estudio, como BBVA Research, estén retocando al alza las estimaciones de crecimiento que tenían para el segundo trimestre del año, meses en los que se temía que España pudiera registrar trimestres negativos de crecimiento.
Tras conocer los datos de empleo, "sería raro que se viera una contracción de la economía en el segundo trimestre. La industria es la clave -y está aguantando bien- y los servicios van a ir muy bien porque la gente quiere pasar un verano como nunca después de dos años de pandemia. Hay ganas de hacer cosas y ahorro embalsado de los meses del confinamiento", explica a este periódico el economista jefe para España de BBVA Research, Miguel Cardoso.
Se podría vivir, así, un verano que recuerde a 'los locos años 20' tras la devastación de la guerra y la gripe española. Pero, ¿qué pasará después?
"El ahorro embalsado no es infinito. Las vacaciones colmarán ese sentimiento de tener que salir y si los precios siguen aumentando, es difícil pensar que esta alegría se mantenga", reconoce Cardoso.
En el contexto económico actual, el turismo es un arma de doble filo. Por un lado, deja ingresos en España. Por otro, el aumento de la demanda generado por los turistas que vienen del exterior contribuye a las subidas de los precios, es decir, a enquistar la espiral inflacionista que está empobreciendo a los españoles.
El fin de los estímulos
Si el BCE no se ha atrevido hasta ahora a cambiar su política monetaria es porque sabe que endurecerla tendrá efectos adversos en la economía. Al encarecerse la financiación de familias y empresas, se resiente el crecimiento. Y con el fin de las compras de bonos, los Estados tendrán más difícil seguir financiando las políticas fiscales con las que han ido tejiendo el 'escudo social' de la pandemia. Incluso será más caro emitir la deuda para financiar los fondos Next Generation EU.
Ese impacto no se notará de manera inmediata, pero eso no significa que no vaya a aflorar. "En el mundo actual, todo ocurre muy deprisa. Nos hemos acostumbrado a lo inminente y parece que hubiera impaciencia por ver esos efectos. Pero de momento, el BCE sigue comprando deuda. En cualquier caso, las consecuencias negativas del cambio de política monetaria llegarán", advierte el analista financiero, Juan Ignacio Crespo.
En este contexto, la consultora Freemarket ha publicado un informe titulado Camino a la estanflación. El escenario que dibuja de bajo o nulo crecimiento y altos precios es preocupante:
"La hipótesis de un escenario de estanflación al estilo de los registrados a raíz de la escalada de los precios del petróleo en 1973 y 1979 empieza a cobrar verosimilitud, pero con dos diferencias. Primera, el período previo a la crisis los 70 estuvo precedido por un fuerte y prologado crecimiento y el actual por dos grandes recesiones. Segunda, los niveles de deuda pública eran muy bajos entonces y ahora son muy elevados".
A lo largo de la última década, el BCE ha tenido que lidiar entre los halcones (partidarios de subir los tipos de interés, entre otros motivos, para detener la inflación) y las palomas (partidarios de mantener la política monetaria expansiva). Si hasta ahora los segundos habían logrado imponer su tesis era porque la economía mostraba signos de debilidad y se estaba esperando a un crecimiento más sólido antes de retirar el dopaje económico.
El problema es que con la inflación en la eurozona en el 8,1% (8,7% en España, según el avance del INE) y la subyacente en el 3,8% (4,9%), los hechos se han precipitado. Llega la hora de iniciar la retirada de los estímulos cuando Europa está inmersa en una guerra con Rusia, bélica en Ucrania y económica en el club de los Veintisiete que ya dura más de 100 días.
"Hay riesgo, y no es bajo, de que podamos ver este invierno que la industria en Italia y Alemania tenga que parar por falta de gas", afirma Cardoso.
Según el Banco de España, si se produce un embargo de gas y petróleo ruso, el impacto en el PIB español será de entre el 0,8 y el 1,4% del PIB en 12 meses. Se pararía la locomotora de Europa, puesto que Alemania perdería entre el 1,9 y el 3,4%.
El petróleo ya está descontando este escenario, como lo muestran sus últimas subidas. JP Morgan, también, al avertir que el petróleo puede llegar a 175 dólares el barril.
Sin embargo, cuando los mercados ya descuentan la peor de las hipótesis, aparece Arabia Saudí para decir que puede cubrir la cuota rusa. Con este ejemplo, explica Crespo, autor de la Newsletter casi diaria de mercados financieros la dificultad que tiene en este momento atisbar lo que va a ocurrir en el futuro inmediato.
Energía y tipos altos, el huracán
Sin embargo, añade, que hay dos hechos clave. Las subidas de los tipos de interés desembocan en recesión. Las subidas de los precios de la energía también. Si históricamente ha sido así por separado, ahora que se dan las dos combinaciones juntas solo cabe una pregunta.
¿Cuándo notarán los ciudadanos ese daño?, es decir, ¿cuándo es el momento en el que los tipos de interés dañarán la economía? "Todo tiene su ritmo", responde Crespo, para afirmar que llegará, aunque este verano vayamos a vivir un espejismo.
De hecho, el citado informe de Freemarket ya sugiere que el PIB en 2022 se moverá en la franja de entre el 2,5 y el 3,5%, lo que califica como "un escenario fáctico de estanflación" porque se viene de un desplome económico en 2020 que por inercia, lleva al rebote.
Justifica ese pesimismo en que cuando el BCE deje de comprar bonos soberanos en julio y suba los tipos de interés, se deprimirá la demanda interna por varios motivos que van desde el encarecimiento de las hipotecas y la financiación empresarial al deterioro que se ha producido de las expectativas económicas.
En los dos últimos años, los bancos centrales han inyectado casi 12 billones de dólares en las economías de Estados Unidos, la Eurozona, China y Japón. Ahora, toca drenar ese dopaje, al que se suman otros 26,5 billones de dólares entre 2006 y 2021, según cálculos de Crespo.
Este repliegue del arsenal monetario cuando la guerra energética se está recrudeciendo preocupa a los bancos centrales. Y más en un momento en el que la escasez de trigo amenaza con mostrar la peor cara de las crisis: la hambruna en los países pobres que se traducirá en más presiones inflacionistas en la rica Europa. Sin embargo, al igual que en el ejemplo del petróleo y Arabia Saudí, siempre se puede confiar en que un hecho inesperado retrase de nuevo el peor escenenario.
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