Antes de que llegue agosto, la humanidad habrá agotado todos los recursos naturales generados en un año. Esta situación, que ya es habitual desde hace años, se engloba dentro del llamado Earth Overshoot Day o 'Día del Sobregiro de la Tierra'. Una denominación que impulsó la ONG Global Footprint Network, que es la que lleva años midiendo la evidencia del fuerte impacto de los seres humanos sobre los ecosistemas del planeta.
Esta fecha se calcula desde 1970, periodo en el que se constató que la Tierra ya estaba en déficit ecológico. Y con el paso de los años solo da muestras de acrecentarse. El ejemplo más reciente es que el Día del Sobregiro, fechado para el 28 de julio, llega este año un día antes que en 2021. La sobreutilización de agua, alimentos, madera o combustibles fósiles es tal que actualmente ya utilizamos un 74% más de lo que el planeta puede regenerar. En otras palabras, es como si utilizáramos el equivalente a los ecosistemas de 1,75 tierras.
En esto ya están trabajando empresas como Agbar, especializada en la gestión del agua y del medioambiente, que ha diseñado una estrategia climática con la que se podría luchar contra la huella ecológica. Aunque para ello es necesario que los gobiernos, las administraciones, las empresas y la ciudadanía se impliquen. Solo así podrá ser posible la concienciación de que el planeta en el que vivimos tiene límites.
La única mejoría registrada en más de 50 años ocurrió en 2020. El motivo fue la pandemia de coronavirus, ya que el confinamiento global ayudó a que se consumieran menos recursos. El día en el que se agotaron los recursos para ese año fue el 22 de agosto. Una circunstancia excepcional que fue consecuencia de una situación inédita, pero que no ayudó a cambiar la tendencia en absoluto. Este escenario es el que hace necesario impulsar con urgencia un nuevo modelo económico en el que la prioridad sea reducir ese déficit ecológico.
Una estrategia de cuatro puntos
El plan de Agbar tiene como líneas maestras la gestión sostenible del agua y los recursos naturales, a lo que se suma la salud ambiental para ciudades, agricultura e industria. Principios que encajan en las directrices de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. En concreto, se trata de cuatro propuestas que persiguen una transformación ecológica más rápida del planeta. El fin no es otro que proteger la Tierra, lo que supondría mejorar la calidad de vida de quienes la habitamos.
La primera de las apuestas de la empresa es la realización de acciones para mitigar las causas del cambio climático. Esa reducción de la huella ambiental se ha traducido en la compra de energía verde, la generación de energía renovable o el fomento de la movilidad sostenible. El resultado es que Agbar ha reducido sus emisiones de CO2 en un 26,5% en 2021. Además, el 99,4% de la capacidad de compra está cubierta por energía eléctrica verde, equivalente al consumo anual de electricidad de cerca de 84.000 hogares. A la vez, la generación de electricidad renovable alcanzó los 90,02 GWh. De esta, el 89% proviene del biogás, el 9% de solar fotovoltaica y el 2% de turbinas hidráulicas.
La segunda medida consiste en adaptarse a las consecuencias del cambio climático. Para ello son claves la tecnología y la digitalización, con las que se ha desarrollado la red Dinapsis por parte de la compañía, que ofrece soluciones digitales para la transformación de la gestión del agua y la salud ambiental de los territorios. Dinapsis se define por combinar la operativa de los servicios urbanos ambientales con la divulgación, lo que facilita que las ciudades estén mejor preparadas ante eventos extremos y puedan así proteger sus ecosistemas clave.
La tercera pata de la estrategia climática la protagoniza la economía circular. Acabar con la generación de residuos es la columna vertebral de esta apuesta. Esto se explica con un cambio a un modelo circular en el que se reciclan y revalorizan los recursos naturales. La principal herramienta de Agbar para cumplir con ese objetivo ha sido la transformación de las plantas de tratamiento de aguas en biofactorías que regeneran el agua para nuevos usos, como el riego agrícola o para la industria, valorizan los residuos para obtener nuevos recursos, producen energías renovables y generan un impacto positivo sobre el entorno. En este ámbito, un referente en Europa es la biofactoría gestionada por Emasagra, parte del grupo Agbar, situada en Granada.
Dicha transformación para dejar atrás el modelo lineal de sobreconsumo de recursos ha permitido a Agbar reutilizar 128,7 hectómetros cúbicos de agua regenerada, de la que el 53% se ha utilizado en el ámbito agrícola. Otro logro es el de haber revalorizado el 71,2% de los residuos generados por las plantas depuradoras y el 48,8% de los surgidos en potabilizadoras.
Por último, Agbar ha desarrollado modelos de producción que son respetuosos con el clima y el medio ambiente. Las infraestructuras verdes, basadas en la naturaleza, y una economía baja en carbono son las claves de esta cuarta parte de la estrategia. La ejecución de estos planes pasa por mejorar la calidad ecológica de las zonas verdes y la preservación de la biodiversidad local.
Esto implica controlar las especies invasoras y, a la vez, incorporar a las autóctonas que son positivas para los insectos polinizadores y las aves. La creación de refugios para insectos, murciélagos o aves rapaces, junto a la creación de muros vegetales, también se incluyen en estos cambios. En datos, la apuesta ha facilitado que el 88,2% de las instalaciones de Agbar no cuenten con fitosanitarios. O que el 90,2% de sus plantas tengan protocolos contra las especies invasoras.