El negocio de la flor cortada es uno de los muchos que se está marchitando en España a causa de la falta de agua. Parte de los floricultores se han visto obligados a cambiarse a las hortalizas de invernadero ante la imposibilidad de regar las flores.
A la escasez del recurso hídrico se une también que sembrar flores requiere de una inversión más cara y que, tras la pandemia, fueron muchas las parcelas que se cambiaron a hortalizas para garantizar la salida al mercado.
En concreto, en la zona de Chipiona (Cádiz), epicentro de la flor cortada en España, en estos dos años tras la llegada de la Covid-19 se han reducido "en un 40% las hectáreas cultivadas", según datos de COAG.
Pera zona más afectada es la marisma del Bajo Guadalquivir, en Sevilla, donde el recurso hídrico es un bien cada vez más escaso. Allí se encuentra precisamente una cooperativa de 528 socios que ha cambiado parte de su flor cortada por pimientos de pique.
"Se ha aprovechado la estructura y nos hemos pasado al pimiento de chile, habaneros y del padrón tanto por su precio como, sobre todo, por la sequía", ha explicado a EL ESPAÑOL-Invertia el presidente, José Tejero.
En una situación de normalidad, la dotación de agua máxima por hectárea para esta cooperativa se situaría en los 6.000 metros cúbicos, pero en la actualidad ante la sequía extraordinaria que sufre la cuenca del Guadalquivir solo están autorizados 1.750.
En la provincia limítrofe se encuentra Chipiona. Allí la situación hídrica no está tan al límite como en Sevilla, pero la escasez de agua es una preocupación que les acecha. "Si no llueve, vamos a tener muy pronto los mismos problemas", advierte el encargado de la flor cortada de Cooperativas Agro-Alimentarias en Andalucía, Juan Manuel Rodríguez.
Tras el duro golpe de la Covid, muchos de los floricultores o bien cerraron sus negocios o se pasaron a las hortalizas para garantizar la salida al mercado del producto en unos meses en los que se habían cancelado los eventos sociales.
Tal es el caso de Luis Manuel Rivero, floricultor desde hace décadas, que es también responsable del sector en COAG Andalucía. Dejó de sembrar flores con la pandemia y ahora la guerra de Ucrania y la sequía le mantienen por el momento alejado de la idea de volver.
En Murcia la preocupación es el precio del agua. Por el momento cuentan con ella, pero "se ha encarecido y hay algunas parcelas que no se siembran por miedo a que falte", explica el representante de la sectorial de la flor cortada de Cooperativas Agro-Alimentarias, José Manuel López.
La otra comunidad española con gran tradición en este cultivo es Cataluña. Allí por el momento sí cuentan con el agua necesaria, pero se realizan "grandes esfuerzos de inversión para optimizarla" y es "una amenaza".
Con la premisa de que las flores mejoran nuestro estado anímico y, sobre todo, que la recolección de solo una hectárea genera "los mismos puestos de trabajo de cuatro o cinco de agricultura bajo plástico", el sector pide contar con ayudas a la producción como ocurre con la agricultura convencional.
"No producimos nutrición calórica, pero sí vitamina verde, contribuimos a crear un espacio agradable para el ciudadano y el turista", remarca Ferran Sabatar, vicesecretario de la cooperativa catala Corma.
Más flores en casa
Estos cambios en las siembras, unido a la subida generalizada de los insumos, se han dejado notar por las floristerías donde los precios han variado como nunca. "Un día tengo un ramo de margaritas a cinco euros y al siguiente a ocho", explica la presidenta de los floristeros de Andalucía, María Castillo.
Han notado que, tras la pandemia y los problemas con la falta de agua, muchas empresas han cerrado y otras "se han pasado a los pistachos, por ejemplo, que apenas hay que regarlos".
Las floristerías pasaron unos meses muy complicados por la ausencia de eventos sociales como bodas, bautizos y comuniones y por la cancelación de las ferias, romerías y verbenas. Tras este escollo, llegaron buenas noticias para el sector: los ciudadanos empezaron a demandar más flores y plantas para sus hogares.
En 2021, tuvieron que hacer frente a ese aumento de demanda con "dificultades en el stock porque se había plantado mucha menos flor e incluso hubo problemas para encontrar algún producto en fechas señaladas", explica a este medio Arancha Esmiol, vocal de la Asociación Nacional de Floristas.
Aunque el sector encara con optimismo el futuro por ese cambio en el consumo, no deja de preguntarse qué pasará con la subida generalizada de precios. Sobre todo, de electricidad, tan necesaria para mantener en buen estado a las plantas y para que llamen la atención en aquellos que se deciden a entrar en las floristerías.