"Hay cultivos en los que está todo el pescado vendido. El que sea creyente, que rece". Es el balance que en agosto deja la sequía, que ha causado ya estragos en el cereal, con más de cinco millones de hectáreas con pérdidas irreversibles, y que ahora enfila al maltrecho olivar y a la fruta, además de provocar el adelanto de la vendimia. Nadie conserva el optimismo en el campo: lo que se vislumbra es un año negro.
Es como si cayeran las fichas de un dominó y cada una lo hace al ritmo que marca la correspondiente cosecha. La primera fue la de cereal de secano, que en mayo confirmaba el desastre: más de cinco millones de hectáreas perdidas de trigo y cebada que no se tendrían en Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia, Aragón, Comunidad de Madrid, Cataluña y Castilla y León.
Se acabará obteniendo una cosecha de cereal de secano un 67% inferior a la del año pasado, sostienen a este periódico los servicios técnicos de Asaja, de donde nace como consuelo final esa recomendación de encomendarse a las oraciones.
Porque queda aún mucho que sumar a la factura final de pérdidas que se elabore en otoño. De entrada hay que tener en cuenta que ya en mayo, cuando estaba afectado el 80% del campo español, y muy especialmente el Bajo Guadalquivir, se renunció a cosechar el arroz en la provincia de Sevilla, de donde sale aproximadamente el 40% del grano nacional.
Tampoco se sembró allí tomate de industria u otros hortícolas, como zanahorias, brócolis o coliflores.
Y ahora le toca el turno al olivar, que ya registró el año pasado una campaña paupérrima -unas 680.000 toneladas de aceite, el menor volumen en una década- que ahora soñaría con igualar. Las lluvias previas al verano no han dado tregua suficiente y desde COAG apuntan que se espera menos del 40% de la media de producción.
"El olivar está muy desigual. Nos transmiten que hay zonas con pérdidas del 20% y del 50% de cosecha. En otras no hay pérdidas y donde sí, se producen no sólo por sequía, también por altas temperaturas", apunta a EL ESPAÑOL-Invertia Javier Fatás, responsable de Agua y Medio Ambiente de COAG.
El calor ya afectó a la fase de floración y provocó daños importantes, y aunque las lluvias de junio fueron beneficiosas, la clave está en ver si llegan las esperadas aguas de septiembre, porque determinarán el tamaño de las pocas aceitunas que se cuentan; o sea, determinarán qué rendimiento se le podrá sacar.
"El olivar vale muchos, muchos millones de euros. Va a haber una cosecha corta seguro, más corta que el año pasado. La madre del cordero es el porcentaje extra de aceite que pueden dar si se mojan", sostienen desde Asaja. Puede marcar una diferencia, incluso, del 20%.
Las fuentes consultadas coinciden en que tras el cereal, el olivar es el cultivo más afectado. Le siguen los frutales en las zonas en las que no se ha podido regar por cortes en la dotación, algo que ha sucedido en el entorno del Ebro.
"Ha habido problemas serios", apunta Fatás, sin olvidar que la que sí ha salido adelante viene con menor tamaño por la escasez de agua, lo que implica una bajada de rentabilidad. En zonas en Aragon y Cataluña se espera fruta de hueso "con calibre pequeño", explica.
La situación no sólo ha sido difícil en el entorno del Ebro. La dotación para riego también se ha reducido a niveles históricos en el Guadalquivir, que decretó un bajísimo nivel asumiendo que estamos ante el peor año desde la gran sequía de 1995.
Precisamente el regadío será la clave para ver hasta qué punto serán pronunciadas las pérdidas. "Es la gran incógnita, porque no sabemos si vamos a terminar las programaciones de riego. En Cataluña en algunas zonas se ha prohibido totalmente el riego", explican desde Asaja.
Es una situación que deja en el aire, por ejemplo, la previsión sobre el maíz, que está a mitad de su ciclo y no sabe si podrá terminarlo. Los embalses están actualmente al 42,2% de su capacidad con 23.637 hectómetros cúbicos; la media de los últimos diez años situaba que a estas alturas de verano estuvieran al 58%.
Ver cómo evoluciona ese indicador, del que informa el Gobierno semanalmente, se ha convertido en un ejercicio de aprensión en el campo. "Hay que ir mirando semana a semana el balance. No hay vacaciones. De eso dependerán muchas cosas", sostienen desde los servicios de Asaja.
Lo han demostrado los cultivos en el Guadalquivir. La remolacha de esta zona ha reducido sus rendimientos hasta un 75%, y las previsiones para girasol y algodón "no son mucho mejores", apunta COAG.
La organización advierte de que la baja rentabilidad de las producciones que sufre esta zona, "especialmente desde hace 3 años, con recortes de dotaciones de un 30%, 50%, 88%, tiene seriamente comprometida la capacidad de invertir en un cultivo sustituto o directamente, en la próxima campaña".
Y así las cosas, y en un intento de evitar la caída de su ficha, la vendimia se adelanta. "Vamos a ir viendo los resultados. En viñedo estamos viendo que habrá mermas importantes en algunas zonas", asegura Fatás.
Es imposible hacer una estimación de las pérdidas acumuladas. Habrá que esperar a otoño para poder vislumbrar el cuánto -mención especial a la ganadería extensiva, mermada de pastos-, aunque sí se sabe quiénes sentirán el golpe, además de los agricultores: los consumidores.
Porque de la misma forma que la reducción de aceite de la pasada campaña llevó a elevar los precios, podrá tener similares consecuencias en el resto de producción agrícola que registre números bajos.
Lo que sí cuenta con cifras definidas son las indemnizaciones previstas por sequía para los agricultores asegurados -que no son en absoluto la mayoría-. La cuantía será histórica: 400 millones de euros, cien más de lo estimado inicialmente, según el balance de Agroseguro.
Es ya, "con diferencia", el siniestro "más importante de la historia" en el campo, sentencian las entidades aseguradoras.