Fin a la fiesta de rentabilidad de los fondos en el campo: la sequía y su competición los aboca a una ruleta rusa
La grandes vías de rentabilidad, plusvalías y producción, ya no se dan por seguras. No todos los fondos habrán cerrado un buen negocio a su salida.
31 marzo, 2024 04:03Los agricultores y ganaderos no son los únicos que ven tambalear sus perspectivas por la crisis del campo. También empieza a complicarse la perspectiva de los fondos de inversión, desde gestores a private equity, que se han lanzado a una carrera febril por invertir en la tierra y que ahora, por esa misma competición y también por la sequía, afrontan la incertidumbre.
No son grandes tenedores de tierra -el sector estima que poseen en torno al 6% del total en nuestro país-, pero sí han apostado fuerte, especialmente en los últimos cinco años, en los que han realizado inversiones que, de media, parten de los 10 millones de euros. Su interés se ha centrado en cultivos permanentes, como el olivar.
Es decir, los considerados cultivos más estables de España. La clave del negocio era entrar a lo grande, comprando o arrendando varias parcelas para formar una suerte de "cartera de fincas", y algo más de una década después "dar el testigo", en argot del sector, a otro fondo. En el proceso, lograban una suma muy superior a la desembolsada inicialmente.
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Esa plusvalía es una de las grandes vías de los fondos para obtener rentabilidad en el campo, junto al valor anual de la producción de esos cultivos. Por eso se prefería lo que era precedible, como el aceite. Pero ya no está asegurado.
La sequía, además de mermar la producción -el olivar tendrá este año una segunda campaña anormalmente corta, un 34% por debajo de la media-, ha reducido el número de tierras atractivas: Andalucía, por ejemplo, está en jaque. Pero no baja el interés de los futuros inversores, que han incrementado su competencia para captar tierras.
El resultado es que los precios de los terrenos, ya sea para arrendar o comprar, se han disparado. Fuentes del sector señalan a EL ESPAÑOL-Invertia que una finca sin transformar -es decir, en la que sería necesario acometer una inversión extra para empezar a producir- oscila entre los 25.000 y 35.000 euros por hectárea.
Si está ya transformada, esa cantidad se eleva en unos 20.000 euros. Son precios medios para la mayoría de España. Las cosas cambian mucho si se busca invertir en Andalucía, una tierra más rica en suelo, en alternancia de cultivos y que además cuenta con fuerte industria agroalimentaria: aquí las fincas no transformadas parten de los 45.000 euros por hectárea y las transformadas pueden llegar a 80.000 euros por hectárea.
Un negocio en ebullición
Así las cosas, pintan bastos. "Para invertir estamos en el peor momento", insisten las fuentes. Pero nadie parece desistir: el éxito de algunas operaciones realizadas en los últimos tiempos ha disparado el interés de los fondos en el agro. la consecuencia es que ahora hay demasiados operadores rondando como para que el negocio sea tan atractivo como antes.
Uno de esos protagonistas de éxito que muchos quieren imitar fue el fondo británico Cibus. Compró en 2017 Innoliva -la empresa que gestiona los que fueron olivares de la familia Del Pino- y anunció, a finales del año pasado, su venta al fondo canadiense Fiera, en una operación que superó los 300 millones de euros.
La operación queda reflejada en el informe elaborado por la plataforma de compraventa de fincas rústicas Cocampo sobre la inversión en suelo rústico en 2023.
En el apartado de inversiones destacadas en suelo nacional, figura la compra, en abril de ese año, de Greentastic, el grupo español hortofrutícola controlado por Magnum. El comprador fue Solum Partners, el fondo de capital de riesgo vinculado a la Universidad de Harvard, por 250 millones de euros.
Era la primera inversión del fondo en Europa. En septiembre, la gestora de capital de riesgo Astorg alcanzó un acuerdo para entrar en el capital de la empresa española Eurocebollas, con una participación del 10%.
Y por esas mismas fechas Atitlan, líder en cultivo y explotación de pistachos en España y Portugal con 2.000 hectáreas, incorporó un nuevo socio, Lamsfus, antiguos dueños de Avidesa. La familia se convirtió en socia minoritaria con una participación de 2,5 millones de euros.
Private Equity, actor destacado
Son sólo algunos ejemplos del movimiento en el campo español, donde Cocampo tiene constancia de la presencia de una treintena de fondos, apunta a este periódico su CEO, Regino Coca. "Otra cosa es si sumamos los Family Offices, lo que llamamos históricamente terratenientes, pero la percepción que nosotros tenemos de ellos ha cambiado mucho", comenta.
"Antes no era favorable, pero ahora gusta en los pueblos una familia que se haya asentado y dé empleo en la zona", remarca. En este momento, en el que el contexto "no es favorable" para este tipo de inversiones, también por la subida de los tipos de interés, Cocampo identifica cuatro grandes actores en el mercado de suelo rústico.
Son los private equity, las empresas de energía renovable, las industrias agrícolas y los fondos de sumideros de CO2, estos últimos con una presencia muy minoritaria, en realidad.
Dentro del private equity destaca al ya citado Atitlan; Aurea Capital, que en diez años ha realizado más de 30 transacciones por cerca de 300 millones de euros; Beka; CVC, a través de Deoleo; o HSBC, que participa del mercado de fincas rústicas, con un interés especial en los cultivos leñosos de frutos secos, olivar y frutas tropicales, entre otros.
Hacia la concentración
Teniendo en cuenta el contexto, ¿qué perspectivas hay? Mientras los asesores de fondos les recomiendan salir ya para no ver más reducida la rentabilidad por plusvalía, Coca considera que la clave para seguir ganando será lograr una mayor concentración de tierra.
"Lo que no es rentable en 10 hectáreas, en 20, en 30, en 50 hectáreas o incluso en 100, en 1.000 lo va a ser. A mayor número de tierra, vas a conseguir que el número te salga positivo", expone.
Para los inversores que entran ahora, el reto será unir la tierra para lograr rentabilidad. Lo compara con lo sucedido con los supermercados de barrio cuando aparecieron los hipermercados.
"El campo es rentable para los grandes y quienes puedan mecanizar", dice, en alusión a las protestas de los agricultores, que sostienen que cada vez les resulta más difícil vivir de esta actividad.
La realidad demográfica puede favorecer esa concentración: la edad media en el sector primario está por encima de los 55 años, y sin relevo garantizado, alguien tendrá que heredar las tierras. Está por ver si ante el paisaje actual los fondos continúan su apuesta o les espanta la reducción de rentabilidad. La apuesta es suya.