Marzo toca a su fin. Y conforme ha ido avanzando su aspecto se ha vuelto más sombrío. Porque en las últimas semanas se han acumulado novedades como para manejarse con prudencia. Como que los dos grandes bancos centrales del mundo hayan sorprendido al mercado con una actitud mucho más prudente de la esperada. Y cuando eso ocurre, lejos de resultar positivo, un escalofrío sacude el espinazo, puesto que resulta inevitable formularse una pregunta: ¿qué ven, o qué intuyen, para ponerse tan a la defensiva, para asustarse tanto?
Pues justo eso es lo que ha ocurrido en marzo. Primero el Banco Central Europeo (BCE) y luego la Reserva Federal (Fed) estadounidense no solo han modificado sus estrategias monetarias, sino que lo han hecho bastante más de lo previsto para adoptar una posición muchísimo más cauta. Mal asunto.
La entidad presidida por Mario Draghi ha retrasado del verano a final de año una subida de los tipos de interés que se esperaba incluso para 2018 y que el mercado da por hecho que no llegará -si llega- como pronto hasta 2020; ha anunciado una nueva ronda especial de financiación bancaria (TLTRO III) que pondrá en marcha en septiembre; y ha prolongado la ‘barra libre’ con la que viene prestando a los bancos tanto dinero como le piden y a un interés fijo en sus distintas operaciones de financiación. En cuanto a la institución presidida por Jerome Powell, ha descartado la posibilidad de subir los intereses en 2019, cuando hasta esta misma semana su hoja de ruta incluía hasta dos aumentos y cuando en 2018 los elevó en cuatro ocasiones, la última de ellas tan ‘lejos’ como en diciembre, y ha puesto fecha de caducidad a la reducción de su balance, que terminará a finales de septiembre, cuando sus ‘libros’ aún abarquen un volumen superior a los 3,5 billones de dólares, un billón por debajo de la dimensión que alcanzó durante la crisis, pero más de 2,5 billones por encima del que tenía en 2007.
"Históricamente, los bancos centrales nunca lograron luchar contra las recesiones y sus acciones suelen coincidir con las contracciones económicas"
Las valoraciones de los analistas al resultado de ambas citas fue idéntico: las dos entidades monetarias “fueron más lejos de lo esperado”. Es decir, estaba descontado que mostrarían una posición más prudente, pero no que la Fed desterrara por completo la subida de los tipos y anticipara con tanta claridad el fin de la reducción de su balance y tampoco que el BCE anunciara ya la convocatoria del TLTRO III y prolongara la ‘barra libre’. Y claro, estas ‘sorpresas’ nutren los temores. De nuevo, ¿qué ven que les inquieta tanto?
'WINTER IS COMING'
Y lo que ve también es común a ambos bancos centrales: bastante menos crecimiento. Especialmente en la Eurozona, donde el BCE ha recortado su previsión de crecimiento para este año del 1,7% al 1,1% y de inflación del 1,6% al 1,2%. En el caso estadounidense, el recorte de la Fed es más tímido, del 2,3% al 2,1% para 2019. Entonces, ¿por qué han ido tan lejos Powell y sus ‘colegas’? Porque los bancos centrales no viven solo de lo que ven, sino también de lo que intuyen. Y lo que intuyen, en un escenario marcado por las incertidumbres del Brexit y de las negociaciones comerciales entre China y EEUU y en un mundo aún marcado por profundos desequilibrios y que acumula más deuda que nunca, no les gusta. Cosas de la crisis y una sombra que sigue siendo bien alargada, con el eterno temor a que lo visto en los últimos años haya sido una salida en falso.
En Europa, cierto es, no hace falta conjeturar mucho porque los riesgos son más palpables. Con Italia en recesión y Alemania librándose de ella por las justas pero con dos trimestres consecutivos sin crecer, la amenaza de sufrir una contracción económica es real. "El margen de seguridad entre una estabilización y una plena recesión en Europa es ahora muy limitado", advierte Adrien Pichoud, economista jefe y gestor de carteras de SYZ AM. "La debilidad mostrada por la Fed en su reunión supone otro claro síntoma de que las condiciones macroeconómicas se están desacelerando rápidamente en todo el mundo, y que EEUU no es una excepción", previene Olivier Marciot, gestor de Unigestion.
"Las lecciones de Japón sugieren cautela con respecto a la eficacia de la política monetaria para relanzar una economía una vez que disminuyen las expectativas de inflación"
Aunque, más allá de las visiones por separado, Marciot hace una interpretación conjunta que enfatiza la secuencia dibujada por el BCE y la Fed en marzo y que busca explicar por qué han reaccionado como lo han hecho. “La actividad económica se está desacelerando rápidamente y ahora está por debajo del potencial en todo el mundo. Los bancos centrales han dado un giro en ‘U’ y ahora están listos para suavizar las condiciones monetarias con el fin de romper esta espiral descendente y retrasar el final de este ciclo excepcional tanto como sea posible”, apunta. Y, sobre todo, remata: “Históricamente, los bancos centrales nunca lograron luchar contra las recesiones y sus acciones suelen coincidir con las contracciones económicas”.
Con una preocupación adicional: la de la eficacia de las medidas que los bancos centrales pueden disponer para luchar contra la desaceleración, una duda especialmente aplicable al BCE, al que ni siquiera le ha dado tiempo a subir los tipos ni una vez en la fase de recuperación. "No dudamos de la voluntad del BCE ni de su capacidad para actuar", conceden desde la gestora Pimco. Pero una cosa es querer y otra muy distinta será poder. "Las lecciones de Japón, sin embargo, sugieren cautela con respecto a la eficacia de la política monetaria para relanzar una economía una vez que disminuyen las expectativas de inflación", matizan. Así están las cosas. Y así las encaran los bancos centrales. Como para no tener miedo.