Las advertencias comienzan a llegar al Banco Central Europeo (BCE). Bank of America avisa de que su independencia queda en entredicho tras la sentencia del Tribunal Constitucional de Alemania que cuestiona algunos aspectos de sus compras de deuda. “El whatever it takes se acabó”, subraya la entidad estadounidense.
En un primer análisis de la sentencia de los magistrados alemanes, los expertos de Bank of America señalan que “el fallo es complicado” para su interpretación. Sin embargo, comentan que, aunque “no obliga al BCE a cambiar de rumbo de inmediato, socava su credibilidad”.
Es por eso que consideran que aquella famosa frase de Mario Draghi que tanto reclamaron los inversores a la actual presidenta de la institución, la francesa Christine Lagarde, queda ahora vaciada de buena parte de su sentido.
Sobre este punto, el banco de inversión comenta que“el BCE no puede ser el único jugador en la ciudad” tras esta sentencia. Es más, explica que “enfatiza claramente” que los gobiernos tienen que adoptar un papel más relevante en lo sucesivo para aplicar instrumentos tanto presupuestarios como fiscales para dinamizar sus economías. Una idea en la que la presidenta Lagarde ha insistido frecuentemente.
Desde el banco americano se explica que “el fallo plantea muchas cuestiones legales, que probablemente mantendrán ocupados a los legisladores y abogados durante mucho tiempo”. Sin embargo, sí que estima efectos más inmediatos, ya que los programas del BCE no se cuestionan en su naturaleza en ningún caso, pero “su longevidad y flexibilidad están potencialmente dañadas”.
Cambios en la bazuca anticoronavirus
En cualquier caso, Bank of America insiste en su idea de que el programa de emergencia pandémica del BCE “finalmente se duplicará”. De momento, el plan de compras conocido por las siglas inglesas PEPP está dotado de 750.000 millones de euros.
En un primer momento se habló de que el importe estaría disponible “hasta final de año”, pero en la reunión del Consejo de Gobierno de la institución celebrada este mes se abrió la puerta a una mayor duración del programa. Una discrecionalidad que es lo que se está cuestionando desde Karlsruhe.