Las vacaciones se han acabado en Fráncfort. El Banco Central Europeo (BCE) arranca el curso este jueves en pleno auge de rebrotes en Europa. Sin embargo, el desafío al que apunta el mercado es otro bien distinto: responder al órdago de la Reserva Federal de EEUU (Fed) mientras el euro insiste en máximos de dos años frente al dólar.
El mensaje que salió de los cuarteles generales del BCE en julio fue contundente. Pese a que entonces la institución monetaria prefirió no ampliar su arsenal de herramientas en activo, el aviso de que la vigilancia no aflojaba caló hondo. Ahora, los inversores esperan evidencias de que Christine Lagarde y su equipo han permanecido atentos. A nadie se le escapa que la exministra francesa se definió a sí misma como un “búho” vigilante en su toma de posesión como presidenta del organismo.
Los mercados han aceptado el discurso de que las herramientas desplegadas hasta la fecha son suficientes. Y es que así se ha demostrado con unas primas de riesgo a raya en toda la Eurozona durante los últimos y turbulentos meses. Sin embargo, ahora quieren ver que el BCE está dispuesto a lanzar un órdago como el que la Fed anunció hace unas semanas en Jackson Hole. Eso sí, no al tuntún, sino midiendo los tiempos, necesidades y atendiendo incluso a factores que a priori se quedan fuera del mandato de la institución.
Fuera del mandato
En este sentido, la evolución de los mercados de divisas no está entre las métricas a controlar por el BCE. Sin embargo, la reciente escalada del euro hasta cotas no vistas desde 2018 frente al dólar y otras monedas termina por convertirse colateralmente en tarea de la entidad. Y es que son muchos los efectos que esta apreciación implica para el devenir de la frágil recuperación de la economía comunitaria.
El economista jefe de la institución, el irlandés Philip Lane, ya reconoció en el Jackson Hole del golpe de timón de la Fed que la evolución del euro “importaba” en Fráncfort. Sin embargo, Axel Botte, estratega global de una de las subsidiarias de Natixis, considera que el acento del discurso de Lagarde tiene poco más que hacer que “masticar” este mensaje y señalar hacia “la posibilidad de mejorar los términos de la TLTRO-III o prolongar los programas de compra de activos”.
Desde Pimco, la mayor firma global de gestión de renta fija, el gestor Konstantin Veit no tiene dudas de que “Lagarde seguramente recibirá muchas preguntas al respecto”,pero considera que lo más probable es que se limite a responder una y otra vez que “el BCE no tiene como objetivo el tipo de cambio, reconociendo al mismo tiempo que la moneda tiene un impacto en la inflación”.
Todo lo anterior se puede resumir en movimientos dialécticos para poner el foco en el terreno donde el BCE de verdad puede dar batalla: los estímulos monetarios. La economista Stephanie Kennedy, del banco suizo Julius Baer, prevé que el discurso de Lagarde “se preocupará por las bajas cifras de inflación, aunque lo más probable es que se abstenga de tomar medidas inmediatas”. Una fórmula útil para recoger el testigo de la Fed y, a la par, avisar de que la inundación de liquidez desplegada está lejos de secarse, lo que a su vez tiene efectos bajistas sobre el euro.
Optimistas y 'postureo'
En cualquier caso, el mercado considera que un mensaje en este sentido está lejos de retóricas vacías, del 'postureo' monetario. “La pandemia ha arrastrado profundamente el gasto del consumidor y un euro fuerte no ayuda, sino que aumenta la presión a la baja”, explica Kennedy. Por su parte, en BlackRock respaldan la tesis de que “el foco estará particularmente en sus proyecciones económicas actualizadas”.
Esta vía daría al BCE margen para volver a advertir sobre el “optimismo” que los mercados parecen estar desplegando a golpe de estímulos, al estilo de que Lagarde ya dio a entender en su última comparecencia pública y han dejado por escrito las más recientes actas del Consejo de Gobierno de la entidad. Más adelante, previsiblemente hacia final de año según los expertos, llegaría el momento de pasar de nuevo a la acción si fuese necesario.
Con estas premisas, una puerta abierta a un mayor desembolso de fondos o una ampliación del calendario del programa de emergencia frente a la pandemia resultaría suficiente para el grueso del mercado mientras llega el momento para que el BCE siga el camino de la Fed. Y es que el consenso del mercado no ve movimientos firmes en esta línea hasta noviembre o diciembre, porque además hay que limar las asperezas internas que en este punto siguen mostrando algunos miembros de la institución.
Aquí conviene recordar que la actualización de las guías de la institución fue uno de los objetivos con los que Lagarde se estrenó en su mandato, pero el coronavirus impuso el retraso en el calendario de este golpe de timón. De momento, el proceso se ha desplazado hacia mediados de 2021, fechas en las que ahora está la caducidad del Plan de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP, por sus siglas en inglés).
PEPP: la "herramienta poderosa"
No obstante, en virtud de unos datos macroeconómicos que cada vez alejan más la posibilidad de una recuperación en V ágil y sólida -al menos para algunas economías de la Eurozona- cada vez son más los que apuntan a que Lagarde podría empezar el curso apuntando a diciembre.
Entonces llegaría el momento de dar un golpe de efecto a un programa de emergencia que, como reconocen desde Julius Baer, “ha demostrado ser una herramienta poderosa”. Más fondos al estilo de lo ocurrido en junio y más duración, previsiblemente hasta final del año próximo, son las opciones que con más fuerza suenan ya entre los ‘halcones’ de la política monetaria.