No ha habido sorpresas. Por cuarta vez consecutiva, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido este jueves mantener sin cambios el precio del dinero en un nivel récord del 4,5%. La gran novedad es la publicación de nuevas proyecciones económicas que despejan el camino para iniciar el recorte de tipos de interés en los próximos meses, probablemente a partir de junio.
Por un lado, el organismo dirigido por Christine Lagarde mejora sus previsiones de inflación, hasta situarla en una tasa del 2,3% de promedio en 2024 (en lugar del 2,7% que había calculado en diciembre) y del 2% en 2025 (en lugar del 2,1%), que es el objetivo del BCE. Al mismo tiempo, revisa a la baja los datos de crecimiento, que apenas alcanzará el 0,6% este año (frente al 0,8% previsto en diciembre).
En todo caso, el BCE avisa de que "las presiones inflacionistas internas siguen siendo intensas, debido en parte al fuerte crecimiento de los salarios". En sus decisiones futuras, el Consejo de Gobierno garantizará que los tipos de interés "se fijen en niveles suficientemente restrictivos durante el tiempo que sea necesario", señala el comunicado publicado al término de la reunión.
En las últimas semanas, tanto la presidenta como los miembros del Consejo de Gobierno han insistido en que todavía es prematuro bajar los tipos. Alegan que necesitan más seguridad de que la inflación descenderá hasta el 2% (cifra que se usa como referencia de la estabilidad de precios) de forma sostenible. Una confianza que sólo se materializará cuando se conozca la evolución de los salarios durante la primera parte del año, lo que en principio retrasaría el primer recorte hasta junio.
Con la decisión de este jueves, el tipo de interés general se mantiene en el máximo histórico del 4,5%. La facilidad marginal de crédito (lo que pagan los bancos por la financiación a un día) se queda en el 4,75%; mientras que la facilidad de depósito (la remuneración a las entidades por aparcar su dinero en Fráncfort) seguirá en el 4%, su nivel más alto desde la creación del euro.
A la hora de dejar los tipos sin cambios, el BCE ha tenido en cuenta que el índice de precios al consumo de la eurozona se ralentizó del 2,8% en enero al 2,6% en febrero. Sin embargo, el dato del mes pasado fue peor de lo que esperaban los analistas, especialmente debido a la persistente inflación en el sector servicios, el que requiere más mano de obra y en el que por tanto tienen más impacto los salarios.
La inflación subyacente -que excluye energía, alimentos, alcohol y tabaco, los elementos más volátiles- también experimenta una bajada desde el 3,3% en enero al 3,1% en febrero. Este es un indicador estructural clave para la institución dirigida por Christine Lagarde a la hora de decidir sobre los tipos de interés.
Por su parte, el mercado laboral de la eurozona sigue exhibiendo una fortaleza inédita frente a la sucesión de crisis. La tasa de desempleo volvió a situarse en mínimos históricos del 6,4% en enero. España sigue siendo líder en paro con el 11,6%.
En sus últimas intervenciones públicas, Lagarde ha avisado de que las presiones salariales siguen siendo "fuertes", hasta el punto de que el crecimiento salarial "se convertirá en un motor cada vez más importante de la dinámica de la inflación en los próximos trimestres".
Para el BCE, el riesgo de recortar los tipos de interés demasiado pronto supera el de hacerlo demasiado tarde. La presidenta ha dejado claro que el peor escenario sería bajar los tipos y luego tener que volver a subirlos debido a una recuperación de la actividad económica más fuerte de la prevista, a una aceleración de los salarios o al surgimiento de nuevas presiones inflacionistas.
Un cambio de rumbo de estas características no sólo provocaría mayor daño económico, sino que además tendría un coste muy elevado para la propia reputación del BCE.