España acumuló entre 2000 y 2022 una reducción de su productividad del 7,3%. La caída sorprende aún más si se compara con otros países como Estados Unidos o Alemania, donde en el mismo periodo ese indicador repuntó un 15,5% y un 11,8%, respectivamente.
La caída acumulada evidencia "un deficiente aprovechamiento de los recursos utilizados" y sitúa a España en una posición de "desventaja" respecto a la productividad de otros países. "Una parte de su sistema productivo no es eficiente, frenando las ventajas de costes a la hora de competir y las mejoras de renta per cápita y bienestar", explica el primer informe del Observatorio de Productividad y Competitividad en España (OPCE).
El estudio del OPCE, creado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), también observa un cambio de tendencia en cuanto a productividad en los últimos años, a pesar del retroceso de las últimas dos décadas.
Así, entre 2013 y 2019, después de la Gran Recesión, la productividad total de los factores (PTF) repuntó un 1,2%. Sin embargo, con la irrupción de la pandemia, en 2020, se dejó un 5,1%, para volver a crecer en el periodo 201 y 2022. Cada año se anotó un repunte del 1,4%, con lo que suma un acumulado del 2,8% en dos años, y refleja una recuperación más rápida que en las crisis anteriores, según el OPCE.
Ese crecimiento resulta insuficiente para compensar el descenso de las décadas anteriores y, también, para igualarse a las cifras de la Unión Europea (UE). La razón principal es "una evolución poco favorable de la productividad del trabajo y del capital en España".
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En el caso de la productividad del trabajo, entendida como tal el resultado de dividir el PIB por el total de las horas trabajadas por los ocupados, ha crecido menos que en otros países. La media anual es del 0,7% desde el año 2000, ligeramente por debajo del 1,1% de la UE en su conjunto y del 1,4% de Estados Unidos, como apunta el primer informe del OPCE.
En cuanto a la productividad del capital, el valor añadido generado por unidad de dotaciones disponibles, su descenso promedio en España ha sido del 1,2% anual entre 2000 y 2022. El OPCE explica que esto se debe a que "la inversión acumulada ha avanzado más que el valor añadido generado". Entre 2020 y 2022, creció un 2,8%, pero fue insuficiente "para converger hasta los niveles medios europeos de productividad".
Crecimiento débil
Este informe, dirigido por los investigadores del IVIE Francisco Pérez, Matilde Mas, Dirk Pilat y Juan Fernández de Guevara, junto con los economistas Eva Benages, Juan Carlos Robledo y Laura Hernández, también del IVIE, indaga en las causas de los bajos niveles de productividad del país.
El primero es "porque la trayectoria de la productividad total de los factores mantiene los niveles de eficiencia productiva por debajo de los del siglo pasado". Así, mientras que en los últimos 30 años España ha acumulado capital físico y humano, la eficiencia productiva está por debajo de la registrada en el siglo XX. Con este aumento del capital físico y humano, el PIB español ha crecido, pero menos de lo que lo habría hecho si se hubieran aprovechado los factores mencionados.
El segundo motivo que explica ese patrón de crecimiento débil es la "excesiva acumulación de activos inmobiliarios -residenciales y no residenciales". Hay que remontarse a los años del boom inmobiliario, aunque en la actualidad algunas empresas los siguen usando. El problema es que sólo lo hacen de forma parcial y lastran la productividad.
Para los autores del estudio, existe un tercer factor. La inversión en activos que deben contribuir a impulsar la productividad, como las TIC y los intangibles, no lo han hecho en la medida que deberían y ha avanzado a un ritmo menor que en otras economías.
Productividad del trabajo
En pleno debate sobre la jornada y la productividad, el informe de OPCE señala que los avances en productividad del trabajo "son modestos" en estas primeras décadas. Eso a pesar de haberse aumentado la inversión por trabajador.
No existe una única causa para explicar el "lento progreso" de la productividad por hora trabajada, que apenas crece un 0,7% en el periodo analizado en el estudio. Las razones principales apuntan a "los pobres resultados educativos" y a la temporalidad que padece el mercado laboral español. Ambos factores "limitan el potencial productivo del capital humano acumulado".
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Junto con eso, el mercado laboral español resulta menos intensivo en capital humano que el europeo. Así, España presenta menor empleo cualificado que su entorno. El sector más productivo de España es el de TIC, con 49,3 euros por hora trabajada frente a los 30,6 euros del agregado de la economía española, con datos de 2015. No obstante, "su peso en España es muy reducido, pues solo representa un 5% en el PIB y un 3% del empleo".
Los motivos de la baja productividad por hora trabajada señalan, además, a los modelos de gestión de las empresas. Este problema está más presente en las de menor tamaño, en las que su responsable "en muchas ocasiones, no cuenta con formación superior".
"Esta menor presencia del capital humano en la dirección de una parte importante del tejido productivo tiene consecuencias sobre la especialización de las empresas, la cualificación de los puestos de trabajo que ofrecen, la orientación y el aprovechamiento de sus inversiones", señala el informe.
La ausencia de perfiles altamente cualificados en puestos de dirección y gerencia también está relacionada con la baja inversión en intangibles y con el aprovechamiento del capital humano.
Escasa inversión
Frente a ese exceso de capacidad inmobiliaria, en las dos primeras décadas de este siglo la inversión en activos intangibles, como i+D, imagen de marca o formación de trabajadores, ha sido menor, a pesar de su importancia para mejorar la eficiencia de las empresas.
España ocupa la última posición en inversión en intangibles entre las economías avanzadas, según los datos del estudio del OPCE. Sólo se destina un 40,5% de la inversión total a estas cuestiones, frente a países como Reino Unido, Finlandia, Estados Unidos, Francia o Suecia, con inversiones que superan en 20 puntos porcentuales los datos de España.
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En comparación con el PIB, España tampoco puede presumir. La inversión en activos intangibles equivalía al 9,5% del PIB en 2020, casi la mitad que en Francia, Suecia o Estados Unidos.
Aunque España sigue rezagada, los investigadores de OPCE también observan un cambio de tendencia en este punto. La tasa de crecimiento anual de los activos intangibles pasó del 2,6% anual entre 2000 a 2013, al 3,9% al año entre 2013 y 2019.
Lastre inmobiliario
La baja productividad española es el resultado de apuestas del pasado, como el boom inmobiliario, a caballo entre la primera y la segunda década de este siglo. Los investigadores del estudio señalan que la construcción, como oferente, y la hostelería, energía o los servicios, como demandantes de locales y naves, "atrajeron enormes inversiones que resultaron poco productivas".
Durante años, en España se invirtió en ladrillo, y eso desembocó después "en excesos de capacidad no utilizada". Esa inutilidad afloró, de manera evidente, "cuando la economía entró en recesión".
Entre 1995 y 2007, la motivación para invertir en residencial y en otras construcciones eran más "las ganancias de capital esperadas a corto plazo" que la productividad que esos capitales podían ofrecer a medio plazo si fueran plenamente utilizados, como evidencia el informe.
El problema con los activos inmobiliarios es que "son muy duraderos" y su desaprovechamiento en estas décadas implica "costes de amortización y financieros para las empresas o los hogares que los poseen".
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Además, muchos de esos inmuebles y viviendas se encuentran vacíos o parcialmente utilizados, con porcentajes más elevados que en el resto de Europa.
En materia inmobiliaria, el OPCE pide tener en cuenta estos datos "antes de hablar de una inversión residencial insuficiente como la causa de las actuales tensiones de precios en algunos mercados locales de vivienda".