Ilustración de Yolanda Díaz y Antonio Garamendi.

Ilustración de Yolanda Díaz y Antonio Garamendi. EL ESPAÑOL.

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Díaz y Garamendi, historia de un desencuentro: del "querido Antonio" a la confrontación por la jornada laboral y la DANA

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¿Cómo no imaginarte? ¿Cómo no recordarte? Hace apenas dos años… Los versos de Sabina encajan muy bien para lo que ha ocurrido en la relación entre Yolanda Díaz y Antonio Garamendi. Parece que fue ayer cuando la vicepresidenta y el líder de la patronal se dedicaban parabienes en las firmas de los grandes acuerdos sociales —la subida del SMI a 950 euros, los ERTE del Covid-19 o la reforma laboral—, pero la relación entre ambos ya no es lo que era.

Atrás quedan los tiempos del "querido Antonio", expresión con la que la ahora líder en funciones de Sumar se refería al presidente de CEOE. De asegurar que Díaz era alguien "con quien se puede hablar". Ahora, al menos en público, el clima entre ambos es de evidente confrontaciónAhora es demasiado tarde…

Ya no hay grandes acuerdos, y ni siquiera una emergencia como la DANA ha conseguido un mínimo atisbo de reconciliación. Al contrario, las medidas del llamado escudo laboral puesto en marcha por el Gobierno han encendido un nuevo enfrentamiento entre Díaz y Garamendi. Además, llegaron a la catástrofe con su relación ya muy deteriorada por el desarrollo de la negociación para reducir la jornada labora hasta las 37,5 horas.

No fue siempre así. Hubo un tiempo en el que Díaz y Garamendi, desde trincheras ideológicas opuestas, lograron lo que parecía imposible: que empresarios, sindicatos y Gobierno caminaran juntos. La pandemia fue el punto de inflexión. Los ERTE no sólo salvaron millones de empleos, sino que cimentaron una relación inédita entre Trabajo y la CEOE. "Antonio entiende la realidad del país", llegó a decir Díaz. Por su parte, el presidente de la patronal no escatimó elogios hacia la ministra, calificándola como alguien "con sentido de Estado".

Sin embargo, la tregua no duró. La reforma laboral de 2021 fue el canto del cisne de aquella época de consensos. Pese a las críticas de sectores más duros de la CEOE, Garamendi decidió respaldarla, desatando tensiones internas en la patronal. Lo que entonces fue visto como un acto de pragmatismo, hoy se interpreta como el inicio del desgaste de su relación con Díaz.

Yolanda Díaz y Antonio Garamendi, en una imagen de archivo.

Yolanda Díaz y Antonio Garamendi, en una imagen de archivo. Eduardo Parra Europa Press

A partir de entonces, la relación se fue marchitando. Hay dos puntos clave: por un lado, las subidas del salario mínimo interprofesional (SMI), que en los dos últimos años se han hecho sin el acuerdo con la patronal. En el caso del alza para 2024, el Gobierno, ante la negativa de los empresarios, decidió llevarla incluso más allá de su propuesta inicial para contentar a los sindicatos.

Por otro lado, cabe mencionar el cambio por la puerta de atrás de la estructura de la negociación colectiva, al dar prioridad a los convenios colectivos autonómicos sobre los de empresa. Esto último enfadó realmente a la CEOE: los empresarios llegaron a decir que, de saber que el Ministerio de Trabajo iba a hacer esto, no habrían apoyado la reforma laboral. Tampoco ha ayudado a las relaciones la intención declarada del Gobierno de introducir nuevas patronales en el diálogo social.

Reducción de jornada

El último gran desencuentro antes de la DANA se gestó en torno a la reducción de la jornada laboral. Yolanda Díaz ha hecho de este tema una de sus banderas políticas, calificándolo como "la reivindicación laboral de nuestra época". Para la ministra, reducir la jornada a 37,5 horas semanales no sólo mejora la calidad de vida, sino que impulsa la productividad.

Pero la CEOE no lo ve así. Garamendi ha acusado a Díaz de buscar imponer un modelo que podría "asfixiar a las pymes", defendiendo que cualquier cambio en las condiciones laborales debe pactarse en convenios colectivos. El tono del debate escaló rápidamente: lo que comenzó como una discusión técnica derivó en un enfrentamiento político abierto.

"Echo de menos al señor Garamendi que trabajaba por su país", lamentaba Díaz esta semana, tras el último encontronazo por el escudo social para los afectados por la DANA. Garamendi, por su parte, ha endurecido su discurso, denunciando que "se quiere hacer política con la desgracia".

La catástrofe natural que azotó varias regiones de España sólo ha agravado las diferencias. Mientras Díaz anunciaba medidas inmediatas para proteger a trabajadores y familias, Garamendi cargaba contra lo que percibía como una falta de sensibilidad hacia las empresas afectadas. "No se puede plantear un escudo social a costa de empresas arruinadas", declaró el presidente de CEOE.

Díaz no tardó en responder, acusando al líder de la patronal de falta de empatía. En sus declaraciones, cargadas de reproche, evocó al Garamendi que "salvaba empresas, autónomos y trabajadores". Pero las críticas mutuas no quedaron ahí.

Lo que ocurre entre Díaz y Garamendi trasciende lo personal. Su relación simboliza el delicado equilibrio del diálogo social en España, un espacio donde los intereses de empresarios, trabajadores y Gobierno han chocado históricamente. La tensión actual podría marcar un punto de no retorno, especialmente en un momento en el que la política española atraviesa su propia tormenta.

Ambos líderes insisten en que están abiertos al diálogo, pero las diferencias ideológicas son profundas. Si Díaz apuesta por medidas que considera transformadoras, Garamendi se muestra reticente a lo que percibe como intervencionismo estatal. "Cuando ves medidas que buscan rédito político, hay que denunciarlas", dijo esta semana el presidente de la CEOE.

Quedan pocas esperanzas de que los días del "querido Antonio" regresen. Las heridas abiertas por la reforma laboral, la jornada de 37,5 horas y la gestión de la DANA han dejado cicatrices difíciles de sanar. En este contexto, los llamamientos de ambos a "trabajar juntos" parecen más un acto protocolario que una realidad factible.

Quizá Díaz y Garamendi sean, al final, víctimas de las circunstancias. O quizá, como dicen los versos de Sabina, simplemente ya sea demasiado tarde para ellos.