“We're stuck in a bad place, we're trapped in a rat race and we can't escape” Brian May



Cuando la política monetaria fracasa a la hora de apoyar el crecimiento, siempre acuden a su rescate aquellos que usan las tres frases más cómodas del análisis económico. “Hubiera sido peor”, “no se hizo suficiente” y “hay que repetir, esta vez es diferente”.



El fin de las soluciones mágicas



Luego nos preguntamos por qué surge un candidato como Donald Trump. Tras decenas de bajadas de tipos de interés y más de 12 billones de dólares de estímulos monetarios y fiscales, según Bank of America, Estados Unidos se encuentra con un déficit disparado de nuevo, un índice de participación laboral a niveles de hace 35 años y un crecimiento medio de casi la mitad de la media histórica.



Japón lleva con tipos de interés casi cero desde hace más de 16 años y se lanza a su octavo plan de “estímulo” tras el más que evidente fracaso del llamado Abenomics. No se preocupen, alguien dirá que esta vez es diferente. 241.000 millones de estímulo no van a cambiar los problemas estructurales de demografía, productividad, valor añadido, exceso de gasto y anquilosamiento corporativo.

Ya lo estamos viendo en Europa, tras cientos de miles de millones de euros de expansión monetaria y fiscal, las estimaciones de crecimiento y las expectativas de inflación siguen revisándose a la baja. Porque el problema de las economías avanzadas no es de liquidez y crédito, es de sobrecapacidad y saturación de deuda. Cuando una unidad adicional de endeudamiento no genera un crecimiento del PIB real positivo. “Repetir”. En vez de aprender de los errores del intervencionismo de los bancos centrales, los perpetuamos.



Decía el nobel Simon Kuznets que en economía el mundo se puede dividir en cuatro clases de países: los desarrollados, los subdesarrollados, Japón y Argentina. La tentación de los burócratas de emular a los dos últimos por los incentivos perversos que genera la extrema liquidez y bajos tipos (zombificación de la economía y acelerar el exceso de gasto endeudamiento público) es enorme. Y por eso, en vez de recuperar las políticas de oferta y dejar que empresas y familias puedan crecer y progresar sin represión financiera, se hace lo contrario. Ya explicamos aquí por qué el “helicóptero monetario” que defienden ávidamente los inflacionistas también fracasará. La política monetaria es una herramienta, no una varita mágica que concede deseos.



EPA y crecimiento



Mientras en el mundo, los riesgos de ralentización y caída del comercio internacional preocupan, mientras el impacto del aumento del proteccionismo se hace evidente en la caída de la actividad exportadora de las grandes economías, en España, como todo va bien, nos encaminamos a ocho meses de bloqueo político donde se niegan los puntos de acuerdo en los grandes temas y los intereses del país por personalismos y tácticas partidistas. Cualquier ciudadano extranjero alucinaría al ver que partidos que coinciden en un 75-80% de las políticas que quieren para el país, se obstinen en mantener el bloqueo. Si nos vamos a terceras elecciones, me temo que la imagen de España va a sufrir, y los promotores del bloqueo vana caer aún más en votos.



Los datos de crecimiento preliminar de la economía publicados esta semana ya muestran que el bloqueo político afecta al crecimiento. Es una gran noticia que crezcamos al 0,7%, porque el entorno internacional no es precisamente un viento de cola, pero es una pena que la parálisis institucional tenga tantos miles de millones de proyectos de inversión congelados esperando a ver qué pasa.

Ya comentamos en su momento que un año de incertidumbre política puede tener un impacto relevante en la economía (vean la pizarra que dedicamos a ello) . Como explicaba Javier Jorrín aquí el PIB trimestral se ralentiza aunque con altas tasas de crecimiento. A nivel interanual se desacelera hasta el 3,2% frente al 3,4% que tuvo en el inicio del año y al 3,5% en el que acabó el ejercicio 2015. Algunos dirán que la culpa no es del bloqueo político.

Las cifras son buenas, sobre todo comparado con la mayoría de las economías de nuestro entorno, pero España no se debería conformar con crecer casi un 1% por debajo de su potencial. Un análisis similar podemos hacer de la Encuesta de Población Activa publicados esta semana. España sigue creando empleo, pero de manera menos intensa que en el pasado.



Los datos son claramente positivos. Todas las Comunidades Autónomas aumentan la tasa de actividad, menos Navarra, el experimento totalitario que comentamos aquí. Desde mi punto de vista, los datos más positivos vienen de la creación de empleo fijo a tiempo completo y de la conversión de contratos temporales en fijos (vean).



Las conversiones de contratos temporales a indefinidos crecen un 20,4%, el mayor aumento desde 2007, y los asalariados con contrato indefinido aumentan en 86.400 personas en el trimestre. En variación anual aumentan en 223.300 personas. El paro cae a niveles de 2009 y la principal creación de empleo viene del sector privado excluyendo construcción. Bloomberg mostraba que ya se da una cierta escasez de trabajadores de alta cualificación, lo cual muestra que el mercado laboral se fortalece. España ya cuenta con 18,3 millones de ocupados y tiene que llegar a veinte millones lo antes posible. El país lo puede conseguir si lo vemos todos como un objetivo de Estado.



Pero es una pena que nos conformemos con una creación de empleo de 271.400 personas cuando deberíamos tener como objetivo nacional que fuesen muchos más de 500.000 en el año. Que los economistas y políticos que están pidiendo e implementando medidas que ponen palos en las ruedas al crecimiento de empresas y la creación de empleo se desentiendan de esta moderación en la intensidad de reducción del paro es mucho peor que tacticismo. Es irresponsabilidad.



Los grandes riesgos para la economía española vienen de posibles “pactos de gasto” que destruyan o reviertan los esfuerzos estructurales llevados a cabo en el pasado. El mayor riesgo es fiscal, en un parlamento que considera –en su mayoría- a los ciudadanos y empresas como un cajero de donde sacar para su próximo comité.

Como dijimos en esta columna, no hubo multa de Bruselas por incumplir el déficit.

Cuando Francia lo ha hecho 11 veces sin penalización, y dos décadas de estancamiento, hubiera sido irresponsable. Pero se debe controlar el gasto y mantener las bajadas de impuestos. España no tiene que hacer “recortes”, si los políticos permiten que el crecimiento y la creación de empleo se revitalicen.

15.000 millones de euros de “ajuste” vienen de no gastar más que en 2015, de incorporar 400.000 personas al mercado laboral y de la mayor recaudación por aumento de actividad económica. Si recaudamos un punto más que el crecimiento del PIB nominal, como es posible si ponemos el crecimiento y la creación de empresas como pilares, no hacen falta recortes.



En cualquier caso, las oportunidades para España de un entorno incierto a nivel global no solo se mantienen, sino que han aumentado. No sería complicado atraer entre 15.000 y 20.000 millones de euros anuales adicionales de inversión que busca países con una buena combinación de seguridad y crecimiento. Seamos optimistas, confiemos que nuestros líderes políticos se preocupen por el país y que el ritmo de crecimiento y creación de empleo se acelere en la segunda mitad del año. Esperemos que no caigan en el error de 2009.