“I couldn’t help it if I wanted to, I wouldn’t help it even if I could” Stevie Wonder, Susaye Green
En los últimos días hemos hablado en detalle de los presupuestos y de la importancia de cumplir con la reducción de déficit y posterior reducción de deuda ante la evidencia de que la época de los tipos bajos y el desastroso gas de la risa monetario del BCE se acercan a su fin. Si España, que ha reducido enormemente sus desequilibrios y está en la senda del crecimiento, no se pone como objetivo principal reducir significativamente la deuda ante las subidas de tipos, volveremos a entrar en un riesgo importante. Los que exigen “relajar el déficit” no solo son imprudentes, son peligrosos.
La semana pasada, la Reserva Federal anunció tres subidas de tipos en 2017 y otras tres en 2018, con una reducción del balance de 600.000 millones de dólares (420.000 millones en bonos estatales y 180.000 en activos ligados a hipotecas).
El anuncio ha despertado la preocupación de inflacionistas y burbujeros. ¡Una reducción del balance de la Reserva Federal! Anatema. Total, ha aumentado de 900.000 millones de dólares a la aterradora cifra de 4,5 billones de dólares y lo que les preocupa es que baje en 600.000 millones de nada. No preocupa la enorme burbuja de bonos ni el exceso de riesgo tomado buscando un poco de rentabilidad.
Lo que le preocupa al consenso es que entre 2017 y 2018 la composición de los miembros de la Reserva Federal va a cambiar a una mayoría que defiende el “sound money”, es decir, acabar con el asalto al ahorrador y la clase media que supone el aumento masivo de la masa monetaria y los tipos ultra-bajos. Recordemos que en los últimos ocho años, la política fiscal en EEUU ha aumentado impuestos en 1,5 billones de dólares y destruido una cifra muy similar en el valor y poder adquisitivo de la principal fuente de riqueza de los norteamericanos: los depósitos. La mayor transferencia de renta de la clase media hacia el Gobierno en cincuenta años.
Ante el final de esa política de “empobrecer al vecino”, en Europa, Mario Draghi anunciaba que los mal llamados estímulos seguirán manteniéndose.
Pero tiene un problema.
La Reserva Federal ya está casi 300 puntos básicos por detrás de la curva, es decir, tenía que haber subido los tipos mucho más.
Si el BCE continúa con su política monetaria mientras se acelera la normalización en EEUU, el efecto aspirador se multiplica.
Ya hemos hablado aquí de ese “efecto aspirador”: La oferta de dólares mundial se contrae mientras la demanda se dispara, generando salidas de capitales en los países que no son moneda de reserva global. Ese efecto aspirador (lean), añadido a la repatriación de dólares de las empresas norteamericanas, supone un gran riesgo para la Unión Europea. Con más de 1,3 billones de euros de exceso de liquidez en el BCE, a la UE le ocurriría lo contrario, la oferta de euros sería muy superior a la demanda.
¡Muy bien, así exportamos más! Le dirá alguno. Solo que no ocurre, como explicamos aquí. Pero lo que sí ocurre es que la confianza internacional en los activos de riesgo en euros y las emisiones de deuda pierden atractivo y, si además coincide con un deterioro de los indicadores de solvencia -déficit, emisiones netas, pago de intereses sobre PIB-, puede ser un riesgo muy relevante que, hoy en día, pocos están valorando.
Recordemos que la inmensa mayoría de las transacciones comerciales globales se hacen en dólares. El euro es, todavía, muy poco utilizado internacionalmente (según el BIS).
Al contrario de lo que muchos piensan, el porcentaje de transacciones globales en dólares no solo es enorme, sino que ha aumentado recientemente a un 87,6% del total. En el mismo periodo, desde 2008, las transacciones en euros han caído ocho puntos. No es una casualidad que ese desplome en el uso del euro en transacciones globales, acelerado desde 2013, coincida con la mal llamada “expansión” monetaria.
Pero, no solo el euro pierde relevancia en el comercio global, sino que el supuesto efecto placebo exportador es inexistente. Las exportaciones no comunitarias de la Unión Europea se han estancado. Y, la realidad es que unos Estados Unidos que ponen -por fin- la política de defender el valor del dinero y los ahorros de sus ciudadanos como centro de su política, puede generar enormes incertidumbres a un euro que es menos utilizado en el mundo.
Usted dirá que EEUU no puede “aguantar” un dólar fuerte, pero eso ya lo desmontamos aquí (Por qué el dólar es el nuevo oro).
Casi todos los gobiernos y parlamentos de los países europeos están tomados por el pensamiento único de que hay que copiar a Japón y su inútil política de tipos reales negativos y exceso de liquidez, a pesar de la evidencia del estancamiento que genera. Pero Japón tiene un enorme ahorro en divisas y una envidiable balanza financiera. La Unión Europea, no.
Por lo tanto, que el BCE se resista a subir los tipos, cuando es una urgencia, y reducir las recompras de activos, cuando tiene 1,3 billones de euros de liquidez excesiva, son enormes riesgos en una economía global donde el euro es una anécdota. Si esto es un riesgo con una moneda fuerte y respaldada por grandes potencias, como el euro, imaginen lo que sería para monedas sin respaldo como quieren los populistas. Un desastre.
Tengamos muy en cuenta estos riesgos. Si nos preparamos para el invierno, el impacto será muy bajo. Si pensamos que la barra libre de exceso monetario no va a tener consecuencias muy importantes y que hay que fortalecerse antes de que termine, el efecto negativo será grave. Eso sí, alguno le echará la culpa a la falta de regulación o a los mercados. Ya lo verán.