Estamos ante el mundo al revés. Los inversores ya no cobran por prestar dinero, ahora pagan por dejarlo. En España, por ahora, habíamos visto cómo el Tesoro había colocado algunas referencias con tipos negativos. De hecho, el rendimiento medio efectivo de las nuevas emisiones de deuda (1,024 billones) se sitúa ya en el -0,1%. Es decir, que el Estado devuelve un poquito menos al inversor de lo que, en realidad, nos presta.
Con las últimas medidas adoptadas por el Banco Central Europeo, unido al empeoramiento de sus perspectivas de crecimiento de cara a los próximos años, parece una realidad que los tipos bajos se van a perpetuar. Así que tras los Estados (no sólo España, también Francia, Alemania u Holanda emiten en negativo) llega el turno para las empresas. Entre ellas, las españolas.
Tal y como cuenta este viernes EL ESPAÑOL, Telefónica e Iberdrola son las primeras que se preparan para dar el paso. En Europa otras empresas ya lo han hecho. Es el caso, por ejemplo, de Nestlé. La firma de alimentación veía cómo en agosto la rentabilidad de sus bonos alcanzaban el -0,1% frente al 1,2% con el que arrancaba el curso. Pero no es la única: Siemens emitió este verano 1.000 millones a dos años al -0,3% y 500 millones a cinco años al -0,2%; y EoN también dio el paso a finales de julio.
Fondos de renta fija
¿Qué significa eso? Pues que durante la duración del préstamo no pagarán nada cada mes y cuando venza devolverán algo menos de lo que les han dejado. Ante esta situación la pregunta que puede surgir, y es muy evidente, es saber a quién le interesa prestar dinero con este panorama.
La respuesta es sencilla: “a los fondos de renta fija”, explica el economista Javier Santacruz. “Necesitan rotar sus carteras y, por tanto, pueden diversificar entre la deuda estatal y la corporativa”, señala. Ahora bien, asumiendo que las rentabilidades que van a tener van a ser negativas.
Ahora bien, prestar dinero a tipos negativos no significa que no se pueda hacer negocio. Durante la vida del préstamo los bonos en cartera se pueden vender en el mercado secundario, por lo que si suben los precios del bono se logra sacar algo de rédito económico.
Por poner un ejemplo: imaginemos que un fondo de renta fija compra deuda de la empresa Z a un precio de 100 euros al -1%. Esto quiere decir que, al finalizar la vida del préstamo, logrará recuperar 99 euros. Sin embargo, si durante el transcurso se produce una demanda de esos bonos en el mercado secundario, el precio del bono subirá.
Peligro, ¡Burbuja!
Esa subida, en este momento, puede estar casi garantizada en según qué compañías. No olvidemos que el Banco Central Europeo (BCE) destinará 20.000 millones mensuales desde noviembre en la compra de deuda y, buena parte de ella, irá destinada a la corporativa. Por tanto, si se invierte en A y el BCE se lanza a comprar, provocará un aumento de esos bonos por un aumento de la demanda: pasará a valer 104 euros, por lo que el comprador se hará con 102,96.
Ahí es donde radica el negocio de la compra de bonos con rentabilidades negativas para los inversores. Evidentemente para las empresas (y los Estados) tiene toda la lógica del mundo. Los costes de financiación se abaratan sobremanera, lo que permite captar fondos para futuras inversiones a un precio ínfimo. Ahora bien, con el exceso de liquidez que hay con el mercado ya hay quien empieza a hablar de una burbuja que puede estallar. Pero eso da para otro capítulo.