Fumata blanca. Ha sido necesaria una maratón negociadora agónica de cinco días que ha enfrentado como nunca antes al Norte contra el Sur. Una cumbre en Bruselas que ha estado a punto de convertirse en la más larga de la historia de la UE, un récord que conserva la de Niza de diciembre de 2000 por apenas media hora de diferencia.
Pero al final, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han alcanzado este martes al amanecer un acuerdo histórico para crear un fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros que está pensado para salir al rescate de España e Italia, los países más golpeados por el Covid-19 y donde se espera una recesión más profunda.
El acuerdo lo anunciaba a las 5:30 de la mañana el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en su cuenta de Twitter. Ha sido ratificado por los líderes de los Veintisiete en una última sesión plenaria que apenas ha durado 15 minutos. Después, Michel ha comparecido ante la prensa eufórico. "Lo hemos conseguido. Europa es fuerte y está unida", ha proclamado.
"Hemos demostrado que la magia del proyecto europeo funciona, más allá de las diferencias", sostiene el presidente del Consejo Europeo. "Hoy es un gran paso hacia adelante para la recuperación", ha asegurado la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
"No ha sido fácil, pero lo importante par mi es que al final conseguimos aunar esfuerzos", ha señalado la canciller Angela Merkel en una rueda de prensa conjunta con el presidente francés, Emmanuel Macron. Ambos han ejercido de mediadores entre Norte y Sur durante todos estos días, aunque en varias ocasiones han perdido la paciencia con Holanda y el resto del club de los frugales.
Es la primera vez en la historia que Bruselas emitirá deuda europea común a gran escala en los mercados para financiar la recuperación, usando como garantía el presupuesto de la UE. Una forma de mutualización que era tabú hasta hace unos meses para Alemania y los nórdicos y cuya aprobación sólo ha sido posible por el miedo al desplome económico brutal que va a causar la pandemia.
El compromiso se queda no obstante corto respecto a las pretensiones iniciales del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que reclamaba una dotación de 1,5 billones de euros en subvenciones a fondo perdido, que para Madrid y Roma eran esenciales con el fin de mantener su deuda pública bajo control.
Merkel y Macron llegaron a un pacto en mayo que ya rebajaba la cantidad de subsidios a 500.000 millones. Pero el acuerdo final recorta todavía más, hasta 390.000 millones. Ni siquiera la potencia del eje franco-alemán ha podido resistir la presión a la baja de los nórdicos, que desde el principio se oponían a las transferencias presupuestarias al Sur.
El resto de las ayudas -360.000 millones- serán créditos baratos a devolver. Este cambio en el reparto resta a nuestro país 5.000 millones en transferencias, que se compensan con más créditos. En total, a España le corresponderán 140.000 millones (72.700 en transferencias), ha explicado el presidente del Gobierno.
Además, el fondo anticrisis incluye un 'freno de seguridad', que permitirá de facto a los países nórdicos paralizar las ayudas a España si consideran que Sánchez no hace las reformas y ajustes exigidos. El presidente del Gobierno había defendido durante toda la cumbre limitar las condiciones a la transición verde y digital y evitar un mecanismo de supervisión tan complejo que ralentice la llega del dinero.
Estas han sido las concesiones que han tenido que hacer España e Italia para superar la resistencia férrea de Holanda y el resto de países nórdicos frugales (Austria, Dinamarca, Suecia y Finlandia), que bloquearon durante días y hasta el final lucharon para recortar las ayudas y endurecer las condiciones a Madrid y Roma.
Cheques para los nórdicos
Además, los nórdicos, que son contribuyentes netos al presupuesto de la UE, han conseguido durante la negociación importantes descuentos en su aportación a las arcas comunitarias. Los famosos cheques como el que obtuvo Margaret Thatcher en 1984, financiados por el resto de Estados miembros, y que ahora tendrían que haber desaparecido por completo, ya que Reino Unido ya no forma parte del club.
La contrapartida es que se recortarán los fondos para los programas más innovadores de la UE, como I+D, digitalización, inmigración o el nuevo instrumento para reforzar el sector sanitario. También se reducen las ayudadas al desarrollo rural o la política de vecindad, una de las apuestas geoestratégicas de la Comisión Von der Leyen.
Junto con el fondo de reconstrucción, los jefes de Estado y de Gobierno han aprobado también el presupuesto plurianual para el periodo 2021-2027, cuya dotación ascenderá a 1,0743 billones de euros para 7 años, por debajo de lo que reclamaba España. Pero tanto la política agrícola común como los fondos estructurales para las comunidades autónomas no sufren más recortes.
El 70% del gasto del fondo de reconstrucción se concentrará en 2021 y 2022, los años en los que más se sentirá el impacto de la crisis del Covid-19, aunque los pagos podrán prologarse hasta 2026. El 30% de las ayudas europeas deben gastarse obligatoriamente en la lucha contra el cambio climático.
La deuda se devolverá entre 2027 y 2058 y no está claro cómo va a pagarse. De momento los líderes europeos han eludido crear nuevos impuestos de la UE, más allá de una tasa a los plásticos desde 2021. Eso sí, aseguran que seguirán discutiendo sobre una tasa Google a nivel europeo o un impuesto al carbono en frontera.
El acuerdo final elimina las condiciones en materia de Estado de derecho, una cuestión que preocupaba particularmente a Polonia y Hungría, países que se benefician mucho de las ayudas europeas y cuyos Gobiernos están expedientados por la UE por su deriva autoritaria. La definición estricta de este tipo de condicionalidad se deja para más adelante. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, que había amenazado con vetar si le apretaban las tuercas, se sale con la suya.
Al borde de la ruptura
El primer ministro holandés, Mark Rutte, se ha convertido estos días en el hombre más odiado de Bruselas y ha hecho estallar en varias ocasiones durante estos cinco días al presidente francés. La delegación francesa habla de varios puñetazos en la mesa de Emmanuel Macron, que según ellos fueron decisivos para meter en vereda a los frugales. Las relaciones entre los líderes salen muy dañadas: ha quedado claro que no hay confianza.
Y es que el Consejo Europeo estuvo a punto de descarrilar y acabar en fracaso. En la madrugada del domingo al lunes, tras una tempestuosa cena de trabajo, la cumbre se dirigía imparable al fracaso. Se disparó la tensión y hubo cruce de reproches entre los líderes. Macron acusó al canciller austriaco, Sebastian Kurz, de "no escuchar, bloquear y dedicarse exclusivamente a atender a su prensa".
Francia criticaba también a Holanda y Austria por "instrumentalizar" el debate sobre el Estado de derecho -cuyo respeto exigen como condición para desbloquear fondos europeos en países como Hungría y Polonia- como pretexto para mantener el bloqueo.
El juego de culpas por lo que parecía un fiasco inminente había empezado. "Ha habido momentos muy tensos", admitía el presidente francés. Al final, la sangre no llegó al río. Tras el estallido, volvió la calma y el silencio a la sede del Consejo Europeo y los líderes europeos continuaron negociando toda la madrugada. Ha prevalecido la voluntad política de llegar a un acuerdo, aunque sea de mínimos y cueste el tiempo que cueste.
A las 5:30 de la mañana de lunes -cuando ya se habían cumplido tres jornadas agotadoras- se reunió brevemente el pleno para constatar el primer acuerdo: el nivel de subvenciones, que finalmente se fija en 390.000 millones de euros. Un punto intermedio entre los 400.000 millones que exigían como mínimo absoluto Francia, Italia y España y la última oferta de los frugales que ascendía a 375.000 millones.
Los líderes europeos volvieron entonces a sus hoteles a descansar unas horas. A mediodía del lunes, tanto Merkel como Macron se declaraban optimistas sobre las posibilidades de acuerdo y Sánchez pedía "empatía" a los frugales. La atmósfera entre los jefes de Estado y de Gobierno había cambiado por completo. Se había despejado la tormenta.
Aún así, todavía ha hecho falta otra jornada entera de contactos bilaterales y multilaterales, la cuarta consecutiva, una cena de trabajo en pleno y una última noche en blanco. Uno de los acuerdos finales ha sido el de eliminar la condicionalidad en materia de Estado de derecho. Además, la canciller Merkel se ha comprometido a acelerar la conclusión del expediente abierto contra Hungría. Viktor Orbán es uno de los ganadores de esta cumbre.
A última hora del lunes, Charles Michel, presentaba la propuesta final de compromiso, que ha acabado logrando la unanimidad de los 27 Estados miembros, ya de madrugada, tras una ronda final para ajustar los últimos detalles técnicos. En total, más de 90 horas de negociaciones.
140.000 millones de fondos anticrisis
"Es un gran acuerdo para Europa y un gran acuerdo para España", ha proclamado Pedro Sánchez en rueda de prensa tras la aprobación del fondo anticrisis de 750.000 millones. El presidente del Gobierno asegura que a España le corresponderán un total de 140.000 millones de euros, una cifra equivalente al 11% del producto interior bruto español.
Es la misma cantidad que figuraba informalmente (las cifras nunca se confirmaron de forma pública) en la propuesta original de la Comisión de Ursula von der Leyen. Pero cambia ligeramente el equilibrio entre transferencias y créditos. El acuerdo final prevé 72.700 millones en subvenciones, un recorte de 5.000 millones respecto al plan de Bruselas.
Esta rebaja se compensa con el aumento de los préstamos a devolver, que ascenderán a 67.300 (en lugar de los 63.100 originales). A España le interesan más los subsidios para no aumentar su deuda pública.
Sánchez ha anunciado que el plan de reformas que debe presentar el Gobierno español para acceder a los fondos de la UE dará prioridad a la transición digital y verde y también a la formación de estudiantes y trabajadores.
Entre los proyectos que enviarán a Bruselas para conseguir financiación, el presidente del Gobierno ha citado explícitamente la ley de cambio climático, la ley educativa, la agenda digital que se presentará en breve y también los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) que se han puesto en marcha como consecuencia del Covid-19.
Reforma laboral y de pensiones
El presidente del Gobierno resta importancia al 'freno de emergencia', que permitirá a los países frugales nórdicos paralizar las ayudas a España si incumple las reformas exigidas, es decir, un derecho de veto sobre la política económica. Sánchez asegura que este mecanismo preserva el "equilibrio institucional" entre la Comisión y los Gobiernos de la UE. Y ve normal que se actúe en caso de "incumplimiento flagrante".
¿Deberá renunciar el Gobierno a derogar la reforma laboral de 2012 de Mariano Rajoy como consecuencia de este acuerdo? Sánchez ha eludido responder directamente a esta pregunta. Ha explicado que España deberá negociar con la Comisión Europea sus reformas y atenerse a sus recomendaciones en materia de política económica. "La agenda de la Comisión y la agenda de España están en sincronía absoluta", sostiene el presidente del Gobierno.
¿Qué le parece la insistencia de Mark Rutte en que España debe reformar el mercado laboral y las pensiones? Sánchez tampoco ha contestado. Asegura que mantiene una "extraordinaria relación" con el primer ministro holandés y que él "sabe que somos un Gobierno reformista".
¿Se quedará corto el fondo?
El presidente del Gobierno asegura que durante estos cinco días en Bruselas -en los que apenas ha dado explicaciones a la prensa y ha mantenido un perfil público bajo- ha adoptado un "papel constructivo" en las negociaciones. Su "única línea roja" era "no llegar a un acuerdo".
A su juicio, el resultado final es "un auténtico plan Marshall para dar una respuesta contundente a la crisis del Covid, pero también para mirar hacia el futuro". "Europa se ha enfrentado a un reto histórico y ha sabido responder con un acuerdo histórico" y "ha escrito una de las páginas más brillantes de su historia".
Aún así, Sánchez admite que el fondo de reconstrucción podría quedarse corto si hay rebrotes de la pandemia y la crisis económica se agrava todavía más. De hecho, España empezó la negociación pidiendo una dotación global de 1,5 billones de euros, el doble de los 750.000 millones finalmente acordados.
No obstante, el presidente del Gobierno ha señalado que también está sobre la mesa el plan de rescate de 540.000 millones en préstamos aprobado por el Eurogrupo y que de momento ningún país ha utilizado.
"Estamos viviendo un momento de enorme incertidumbre y tendremos que ir viendo paso a paso si estos son los instrumentos necesarios o vamos a necesitar más en el futuro. Nadie puede responder a esa pregunta de manera taxativa y categórica", ha concluido.