Este 24 de agosto se cumple medio año de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Seis meses de una contienda en la que la Unión Europea no participa con tropas sino con sanciones al régimen de Vladímir Putin, pero que han bastado para sumir el futuro económico de la zona euro en las tinieblas. El conflicto y sus efectos sobre los precios están llevando al límite los motores de la economía comunitaria como Alemania. Tanto que el Banco Central Europeo (BCE) no descarta una recesión técnica para finales de este mismo año en la zona euro.
A principios de año, este escenario no aparecía en ninguna previsión. La economía comunitaria, poco a poco, se seguía normalizando tras el trance que ha supuesto (y supone) la crisis de la Covid, con algunos países rezagados como España. En cambio, la guerra ha cambiado las perspectivas.
Todos los órganos de análisis se han visto obligados a rebajar las perspectivas económicas de este 2022 y, en términos generales, también las de 2023. Antes de la guerra, la OCDE preveía que el PIB de la zona euro creciera un 4,3%. En sus últimos pronósticos, rebaja dichas previsiones al 2,6%, 1,7 puntos menos.
[La inflación de la eurozona escaló en julio al máximo histórico del 8,9%]
La propia Comisión Europea ha ejecutado un importante recorte de expectativas económicas. Dejó su estimación de crecimiento de PIB para el conjunto de la UE en el 2,7%, 1,3 puntos menos que antes del conflicto con Ucrania.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) también acomete estas rebajas, aunque la mayor la deja para 2023. El órgano dirigido por Kristalina Gueorguieva considera que crecimiento de la zona euro se quedará en el 2,7% (dos décimas menos que lo previsto antes del conflicto).
Pese a que España sufre como el resto de los Estados miembro estas rebajas (que de media han dejado en el 4% la previsión de crecimiento de nuestro país en 2022), los 'motores' europeos son los que más están sufriendo la situación.
Se teme, y mucho, por el porvenir de Alemania. El Bundesbank, el banco central del país germano, considera que la mayor economía de Europa se expandirá un 1,9% este año, menos de la mitad del 4,2% que preveía antes de la guerra. De hecho, ha alertado de que una posible recesión técnica (dos descensos trimestrales de PIB consecutivos) a finales de este año o a principios del próximo ya no parece imposible.
¿La causa? La galopante inflación que está en picos históricos en todo el Viejo Continente por la crisis energética y, en particular, los precios del gas. Un combustible que tiene como único proveedor más allá de los Pirineos al 'enemigo' ruso.
Antes las sanciones de la UE, Rusia está contraatacando a las potencias europeas racionando al límite el gas, haciendo que su precio alcance cotas históricas y se dispare la inflación en todo el Viejo Continente. En Alemania, se teme que pueda alcanzar el 10% en otoño.
Inflación doblada
Pero se trata un fenómeno europeo. La previsión de inflación para toda la UE se ha doblado desde que empezó la guerra. El último pronóstico de Bruselas es que la inflación media anual alcanzará máximos históricos en 2022, del 7,6% en la zona del euro y del 8,3% en la UE.
¿Cuáles son las causas de este fenómeno? Los mercados de materias primas han afrontado grandes turbulencias desde el mismo momento en el que Vladímir Putin decidió invadir Ucrania. Los precios de muchos productos básicos -desde el trigo hasta el níquel, pasando por el petróleo- se han disparado, aunque en algunos casos dichos incrementos se han moderado ya.
La fuerte alza, casi sin precedentes, de todos ellos quedó reflejada en los índices que recogen la evolución de las commodities. Tanto el S&P GSCI como el Bloomberg Commodity Index alcanzaron niveles no vistos en más de una década.
El inicio de la guerra provocó el cierre de las fronteras ucranianas e impidió la producción y exportación de cereales. Las sanciones también eliminaron de la ecuación a Rusia y, por tanto, dos de los principales exportadores mundiales se quedaron fuera de juego.
Nunca antes el trigo había sido tan caro como lo fue tras el inicio del conflicto, mientras que los precios del maíz y la soja tocaron niveles no vistos desde 2012.
Sin embargo, los precios se han relajado gracias al acuerdo al que llegaron Rusia y Ucrania para desbloquear los principales puertos ucranianos del mar Negro, lo que ha permitido que las exportaciones de cereales procedentes del país invadido se reanuden al menos parcialmente.
Ahora, el precio del trigo en el mercado de Chicago (el CME, por sus siglas en inglés) -el parqué de materias primas más importante del mundo- es 'solo' un 3,5% superior al del inicio del ejercicio. El maíz es todavía un 11,5% más caro.
La invasión también repercutió en el precio de los metales. El níquel pasó de valer 24.000 dólares por tonelada a 100.000 en apenas unas sesiones. Tal fue la locura que se desató que la Bolsa de Londres tuvo que parar las operaciones durante una semana. El precio del cobre también marcó niveles nunca vistos.
La situación ahora es muy diferente. El níquel y el cobre valen en la actualidad menos que al inicio del año. “Este tipo de materiales están relacionados con el ciclo económico y las perspectivas de demanda”, explica Joaquín Robles, analista de XTB. Es decir, las peores perspectivas económicas han golpeado de lleno a estas materias primas.
Pese a que los cereales y los metales se acercan a la normalidad, las materias primas energéticas siguen disparadas. El petróleo Brent, la variante de referencia en Europa, cotiza en torno a los 100 dólares por barril y -aunque tras la invasión llegó a acariciar los 140 dólares- la subida acumulada desde enero es casi del 30%.
La guerra ha puesto de manifiesto la elevada dependencia que Europa tiene de Rusia en cuestiones energéticas. Según los últimos datos de Eurostat -la oficina estadística de la UE- el 25,7% de las importaciones europeas de petróleo que tuvieron lugar en 2020 procedían del país dirigido por Vladímir Putin.
La dependencia es aún mayor en el caso del gas. Casi un 40% del gas que importó Europa en 2020 tenía como origen Moscú. Y el Kremlin ha sabido sacarle partido. En respuesta a las diferentes sanciones impuestas por Bruselas, el gobierno ruso ha dejado en el aire el futuro del abastecimiento al Viejo Continente.
La administración rusa decidió a finales del pasado julio reducir la capacidad del gasoducto Nord Stream 1 al 20%. Su próximo cierre -durante tres días a finales de agosto- ha provocado que el precio del gas se haya vuelto a disparar.
Ahora, en torno a los 260 euros por megavatio hora, el precio de esta materia prima se ha multiplicado por tres desde que comenzó la guerra. Respecto al cierre de 2021 el encarecimiento es del 321%.
El encarecimiento de las materias primas energéticas y agrícolas ha incrementado también el precio de productos derivados, como los carburantes o la luz, repercutiendo en el coste de los alimentos. Todo ello ha provocado un fuerte repunte de la inflación que hoy asfixia a Europa y también al resto del mundo.
Los principales bancos centrales se han lanzado a actuar para intentar frenar la escalada de los precios. Salvo algunas excepciones -como el Banco de Japón, el de China o el Turquía- la mayoría de ellos han subido sus tipos de interés.
El Banco de Inglaterra fue el primero en hacerlo ya el pasado diciembre. Desde entonces ha incrementado sus tasas de referencia en seis ocasiones. Las cinco primeras fueron de 25 puntos básicos, pero en agosto aceleró el ritmo hasta los 50.
La Reserva Federal de EE. UU. (Fed) ha incrementado los tipos un total de 225 puntos básicos desde marzo. Las dos últimas subidas fueron de 75 puntos básicos y algunos miembros de la institución han expresado la necesidad de un nuevo alza en la misma cuantía.
El Banco Central Europeo (BCE) solo ha movido ficha en junio, cuando subió los tipos 50 puntos básicos, el doble de lo que la institución comunicó previamente a los mercados.
“Los bancos centrales se han visto obligados a elevar los tipos de interés de una manera más rápida y contundente, pero todavía no se ha podido comprobar qué efecto tendrá este encarecimiento del dinero en la economía”, advierte Robles.
Sin embargo, los miembros de los bancos centrales europeos parecen asumir que terminará teniendo lugar una recesión. El instituto emisor británico ha anticipado que Reino Unido entrará en recesión a partir del cuarto trimestre de este año.
El escenario que el BCE maneja para la eurozona también es de una posible recesión técnica en los próximos meses.
Así lo señaló la semana pasada Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo, en una entrevista con Reuters. También comentó la necesidad de una subida de tipos de 0,5 puntos a pesar del riesgo que ello supone para la economía.
En este contexto, la actividad económica no mejora. En concreto, la de la zona euro está registrando en agosto su nivel más bajo en los últimos 18 meses según el índice PMI, debido fundamentalmente a "otro declive de los nuevos pedidos" y al debilitamiento de la demanda en el sector servicios por "la presión del coste de vida".
Todo en solo medio año. Una guerra a largo plazo en Ucrania, como así parece que será, tendrá consecuencias para los estados miembros de la UE. Queda por conocer cuáles. La respuesta la descubriremos en unos meses.
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