Según los últimos datos de Contabilidad Nacional Anual, recién publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la industria española fue el sector productivo que más creció en 2021 y el segundo que menos cayó en 2020 por el efecto del resurgimiento de la pandemia. 

Esto ha permitido que su peso en el PIB, de 2019 a 2021, haya crecido casi un punto y se haya puesto en el 15,3% mencionado, un 11,5% si se tiene en cuenta solamente a las empresas manufactureras. Para encontrar una proporción más elevada hay que asomarse a 2008, antes de la crisis financiera. En aquel entonces la industria suponía un 15,9% de la economía española. 

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En esto también ha ayudado la reducción de la aportación de otros sectores al crecimiento económico del país. Es el caso del sector servicios. El cierre al que obligó la Covid en la mayoría de sus actividades ha llevado a que, incluso, se reduzca su peso. 

Sin embargo, sigue siendo la actividad económica más importante de España. Supone el 67,4% del PIB. Le sigue la industria, la construcción y, finalmente, la agricultura. 

Por desgracia todo apunta a que la evolución positiva de la industria dentro de la economía española se truncará este año. Por un lado, por la recuperación de los servicios, que vuelven a estar en cifras en muchos casos cercanas a 2019. 

Por el otro, la crisis energética y de suministros está llevando a numerosas empresas manufactureras al límite de su capacidad en cuanto a sostener costes, poniendo en riesgo su viabilidad.  

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Especialmente preocupante es el caso de las electrointensivas, que ya están llevando a cabo interrupciones de sus actividades. Este es el caso de ArcelorMittal, que ha anunciado la puesta en marcha de un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) hasta finales de 2023. 

Pero también hay un problema de demanda. Así lo indica el último PMI del sector manufacturero español de S&P Global, que ahora integra a IHS Markit. 

Concretamente, la actividad del sector manufacturero en España ha atravesado un "estancamiento generalizado" en agosto, con una caída en la cartera de pedidos y una pérdida de puestos de trabajo. 

Paul Smith, director económico de S&P Global Market Intelligence, señala que "la inflación y la guerra en Ucrania están provocando inestabilidades en el mercado que, a su vez, generan una perspectiva extremadamente incierta" y, por ello, la confianza "sigue siendo moderada".

"Los nuevos pedidos volvieron a disminuir notablemente y las empresas destacaron que la alta inflación está erosionando el poder adquisitivo de los clientes y está repercutiendo en los costes de una gran cantidad de insumos", ha alertado. 

En esta situación, la confianza empresarial "se mantuvo históricamente moderada en medio de la preocupación constante sobre el impacto adverso que la alta inflación y la guerra en Ucrania tendrán en la actividad económica", concluye.