Llegan casi empatados Lula da Silva y Jair Bolsonaro a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil. El primero cuenta con el apoyo de trabajadores y sindicatos, así como de los ecologistas. El segundo se apalanca en los productores de soja y carne, y los sectores empresarial y bancario brasileños. Pero, gane quien gane, un tema clave será mantener -e incrementar- el ingreso mínimo para los pobres, el conocido como Auxilio Brasil. Para ello, los inversores descuentan que empiecen a gravarse los dividendos de las cotizadas locales.
En la primera vuelta, a principios de mes, el porcentaje de votos se repartió entre ambos de forma más ajustada de lo que estaba previsto, ya que Lula logró el 48% y Bolsonaro, el 43%. Lula, que partía como favorito, no alcanzó el 50% necesario para la victoria absoluta.
A esta hora, los mercados financieros y los grandes inversores no tienen claro quién acabará gobernando la mayor economía de Latinoamérica. Si vence Lula, se consumará el giro a la nueva izquierda en la región. Si, por el contrario, Bolsonaro es reelegido, será el dique de la extrema derecha populista frente a esa izquierda renovada.
“A medio plazo, aunque el crecimiento potencial podría ser mayor con Bolsonaro que con Lula, ambos podrían tener dificultades para mantener la disciplina fiscal. De hecho, el uso de la política fiscal como herramienta política ha sido durante mucho tiempo una táctica de Lula y su partido, el Partido de los Trabajadores (PT). Pero el período previo a estas elecciones [marcado por la pandemia de Covid-19] ha revelado la voluntad de Bolsonaro de hacer lo mismo”, pone en contexto Edward Glossop, economista de mercados emergentes de abrdn.
La gestora escocesa vería con mejores ojos una victoria del actual presidente. “El predominio fiscal sigue siendo un riesgo (de cola), sobre todo con Lula. Y sin un ancla fiscal creíble, es probable que las primas de riesgo de los activos brasileños sigan siendo elevadas”, añade Glossop.
Una de las cuestiones para el próximo gobierno, “no importa si Lula o Bolsonaro, es mantener el Auxilio Brasil (un tipo de ingreso mínimo para los pobres) permanente en el presupuesto del gobierno”, subraya Patricia Urbano, gestora de fondos de renta variable emergente en Edmond de Rothschild Asset Management.
“Este previsible incremento del gasto se financiaría, por ejemplo, gravando los dividendos. Si se aprueba, podría afectar principalmente a los pagos de dividendos de Vivo Telefónica y Santander”, prevé Urbano. Brasil es uno de los pocos países que no grava el reparto de beneficios a los accionistas de las compañías cotizadas. Pero, según la gestora suiza, “es de esperar que, tarde o temprano, se apruebe esta medida, que tiene sentido y ha sido bien señalada”.
Una economía fuerte
A nivel macroeconómico, las cifras recientes sugieren que la inflación ha tocado techo en Brasil y se sitúa en torno al 8,7%. Y se espera que el PIB crezca alrededor del 3% este año.
Brasil es uno de los principales productores y exportadores de soja, maíz, carne, aluminio y el mineral de hierro. Además, Brasil es autosuficiente en términos de producción de petróleo. Esto ha contribuido a un aumento de las exportaciones, mayores ingresos fiscales y un mayor consumo interno, lo que ha apoyado a su moneda, el real.
Avances en sostenibilidad
Incluso, Nordea Asset Management, que en 2019 dejó de adquirir bonos del gobierno brasileño por su continua destrucción de las selvas tropicales, ve algunas mejoras al respecto. “Los avances realizados nos infunden esperanza”, reconoce Thede Rüst, directora de deuda de mercados emergentes de la gestora nórdica. El Banco Central de Brasil, que es independiente, ha aprobado una nueva regulación para que todos los servicios y productos financieros tengan en cuenta las repercusiones ambientales y sociales en su más amplio espectro.
También se espera que exija a los bancos del país contabilizar las pérdidas potenciales causadas por fenómenos relacionados con el cambio climático, como sequías, inundaciones e incendios forestales.
La Bolsa de Sao Paulo, al alza
En lo que va de año, el índice más representativo de la Bolsa de Sao Paulo, el Bovespa, es de los pocos selectivos bursátiles mundiales que crecen en mitad de una crisis energética y de inflación que afecta, sobre todo, a Europa y Estados Unidos. La bolsa brasileña se revaloriza un 10,2% en el conjunto del ejercicio y, en el último mes de campaña electoral y de la primera a la segunda vuelta, su ganancia ha sido del 4,1%.
“El mercado bursátil de Brasil está negociando con una valoración baja en comparación con sus niveles históricos, lo que ya pone en precio muchos riesgos”, destaca Edmond de Rothschild.
Pues, si cotizando por debajo de su media, la bolsa brasileña ya gana dinero y más puede ganarlo como esperan los expertos, eso entraña cierta tranquilidad para los inversores internacionales sea cual sea el resultado de las elecciones, porque el rumbo ‘macro’ pesa más que el político y es boyante para la gran economía latinoamericana, dada su posición geopolítica, la abundancia de materias primas y la energía barata.
Solamente la tasa al cobro de dividendos podría convertirse en una espina para los inversores. Aunque, en última instancia, apoyar a los menos favorecidos suele implicar más consumo y, por tanto, más beneficios empresariales.