Juan Urdiales es uno de los dos cofundadores de la tecnológica española Jobandtalent. Fue el encargado de explicar esta semana un nuevo paquete de 40 despidos en la compañía. Se sumaban a la treintena que habían comunicado tan sólo tres meses atrás. El tijeretazo en la plantilla se completa justo medio año después de que el fondo de capital riesgo Atómico hiciera pública una inyección de dinero de 42 millones de dólares para acelerar con un nuevo modelo de negocio de reclutamiento de personal no cualificado. Y surge la misma pregunta: ¿Cómo una empresa que acaba de pactar esa ampliación de capital con un gran inversor lleva a cabo tal reducción de personal?
La respuesta del directivo: hay que acortar el trayecto para alcanzar la rentabilidad si se quiere mantener abierta la puerta de la financiación en el futuro. ¿Es esta el aldabonazo ante un cambio de tendencia en un mercado, el de la inversión de ‘startups’, marcado por cierta euforia en los últimos años?
La euforia como precedente
Antes de responder a esa pregunta, hay que precisar el modelo de gestión de una ‘startup’. Éste difiere, en algunos aspectos, de una empresa ‘tradicional’. Estas son compañías innovadoras, con un alto riesgo y que necesitan crecer a gran velocidad para conquistar lo más rápido posible un mercado o segmento. Para ello, en muchas ocasiones recurren al capital riesgo que, a la postre, busca una rentabilidad para sus inversiones.
El mercado español, como el de otros países con ecosistemas más maduros, tienen a la euforia como antecedente. En los dos últimos años se han alcanzado cotas muy altas en la inversión. También en nuestro país se tocó techo. Según diversas fuentes, las inyecciones de capital para este tipo de compañías sumaron entre 540 y 600 millones de euros durante el pasado año, muy por encima de ejercicios anteriores. En 2016, según las primeras estimaciones basadas en datos de Tech.eu y Dealroom, se espera una ligera ralentización. Tras el frenesí, ¿hay algún cambio a la vista?
Mensajes desde EE.UU.
En los últimos meses, los mensajes que llegan desde Silicon Valley y otros ecosistemas emprendedores más consolidados que el español van en esa dirección. Inversores de capital riesgo en Estados Unidos señalaban ese reenfoque al que se refería Urdiales: capacidad de lograr la rentabilidad como ‘prueba’ de cara a una potencial ronda de financiación. “Podríamos estar cerca del final de un ciclo donde el crecimiento es valorado más que la rentabilidad… Sería un punto de inflexión”, aseguraba Bill Gurley, uno de los nombres más populares, hace ahora más de un año.
En los últimos meses han trascendido recortes importantes de gastos en grandes compañías para acelerar el camino hacia esa rentabilidad o, incluso, firmas como Uber, cuyo modelo se ha basado en un crecimiento altísimo en volumen de ventas y de operaciones, sacar pecho por los beneficios logrados en determinados mercados.
La presión en los emprendedores
¿Y en España? Los primeros que pueden percibir ese cambio son los emprendedores. Cuando una compañía se encuentra en fases más avanzadas, las conversaciones de los fundadores y el equipo directivo con inversores se convierten en algo habitual en su día a día. Y los que hoy se ven las caras con estos fondos de inversión, especialmente internacionales, advierten de un cambio.
Juan Urdiales no es el único emprendedor que habla de esas reticencias de los inversores. Philippe Gelis es el consejero delegado y cofundador de Kantox, la tecnológica que desarrolla una herramienta para el intercambio de divisas. “La dinámica de mercado ha cambiado claramente”, reconoce. Para él, el sector se encuentra en un momento de “racionalización en el cual muchos inversores dicen que las empresas tienen que acercarse a la rentabilidad y tener una tasa de ‘quemar dinero’ más baja”, apunta.
Gelis reconoce que está en negociaciones con inversores internacionales para una nueva ronda de financiación en Kantox (la anterior fue en mayo de 2015 y superó los 10 millones de euros). En esos encuentros percibe un giro. “El inversor está más focalizado ahora en los ingresos, en rentabilidad o, al menos, en reducir las pérdidas; antes no se preocupaba tanto por los resultados”, apunta.
Otro de los casos es Packlink. La compañía, con sede en Madrid, desarrolla un comparador de precios de las empresas logísticas. El pasado año recaudó 11 millones de euros de financiación de gigantes como Accel Partners o Fidelity. Ahora se plantea si en 2017 necesitará más gasolina. Uno de sus fundadores, Ben Askew-Renaut, es claro: “Vamos a acercarnos al break-even para decidir si seguir así o decidir escalar y crecer…”.
En declaraciones a este medio, admite que hay “más presión” ahora para enseñar que el modelo de negocio es viable, no sólo gracias a la financiación. Pero, según explica, no se trata de consolidar beneficios en las cuentas de una empresa que, por su propia naturaleza, ha de crecer. “Se trata de mostrar pruebas de que te estás acercando a esas ganancias”, apunta.
Inversores: “más racionalidad”
Los emprendedores que han de convencer a los inversores lo perciben. ¿Y los inversores reconocen esa mayor exigencia? EL ESPAÑOL ha consultado a directivos de varios fondos de capital riesgo españoles con distintos perfiles de inversión. Pese a las matizaciones, reconocen que hay más cautela. “Se ha convertido en una inversión más racional, aunque no creo que sea un cambio muy drástico”, explica Samuel Gil, partner y responsable de inversión de JME Venture Capital, gestora de capital riesgo cuyo origen se encuentra en la Fundación de José Manuel Entrecanales (más centrado en compañías en fases iniciales y en rondas algo superiores).
En esa mayor racionalización, ¿se premian más los beneficios? Gil precisa que no se trata de obligar a los emprendedores a conseguir números negros o, incluso, ganancias en su cuenta de resultados. “No se tiene por qué reflejar en los resultados, sino más bien se priorizan los llamados units economics”, apunta. ¿A qué se refiere con esa métrica? Es una forma de medir la salud del negocio de manera individualizada: analiza si una unidad (un cliente o un producto vendido) ofrecería un resultado positivo a la compañía. Puede que esas ‘unidades’ no tengan números rojos pero sí lo tengan el conjunto. Con todo, apostilla: “El mercado es mucho más exigente que antes en esto”.
Para Christopher Pommerening, cada compañía “es un mundo”. Él es uno de los máximos directivos y cofundador de Active Ventures, un fondo de inversión español más centrado en proyectos en fases avanzadas. Aun reconociendo esa diferencia entre casos, admite que desde finales de 2015 se ha modificado la aproximación de inversores (y emprendedores): “Es más realista, más conservadora que hace que se persiga más la consolidación de estas empresas y que encuentren ese punto de equilibrio”.
Iñaki Arrola, máximo responsable del fondo K Fund, apunta a que, pese a todo, siguen existiendo compañías bien financiadas con capital riesgo que requieren masa crítica para hacer dinero. Pone el ejemplo de una de sus participadas, CartoDB: “Cuando entraron fondos internacionales, hicimos cosas destinadas a un mayor crecimiento y había cierta posibilidad de que ingresasen menos”. Aun así, reconoce que, a partir de determinadas fases, sí existe un cierto cambio de tendencia.
El caso de Jobandtalent es, quizás, paradigmático y un toque de atención. Es la primera gran compañía del sector, con un patente respaldo inversor detrás, que saca la tijera para tratar de acercarse más a la rentabilidad. Durante años, ‘ha quemado’ mucho dinero en la creación de un equipo que sólo en España superaba las 130 personas y en marketing para conquistar a los clientes de su plataforma de empleo. Ahora se impone la disciplina.