Era un club de directivos y empresarios de éxito que tenía las recetas para que España recuperase competitividad. En los peores momentos de la crisis la clave era la competitividad, por lo que decidieron llamar al club Consejo Empresarial para la Competitividad. Estaba liderado por dos de los directivos más importantes del país, César Alierta, expresidente de Telefónica, y Emilio Botín, entonces presidente del Banco Santander. Seis años después el club baja la persiana y decide su disolución satisfecho tras haber logrado sus objetivos. La realidad es que en este periodo, España no ha ganado ni un solo puesto en el ránking de Competitividad que elabora el Foro Económico Mundial (o Foro de Davos), pero sí ha perdido muchos puestos en los indicadores de competitividad empresarial. ¿Misión cumplida?
España ocupa el puesto 33 del Índice de Competitividad Global, justo el mismo que tenía en 2010, antes de que el club empezara a aconsejar a los políticos las decisiones que debían adoptar. Por delante están países como Tailandia, República Checa, Estonia, China o Arabia Saudí. Estos datos muestran que, o bien sus políticas no han sido exitosas o no se han hecho caso, en cualquiera de los dos casos, queda mucho trabajo por hacer.
Pero a nivel empresarial España no sólo está más retrasada, sino que también ha perdido puestos durante estos seis años de vida del club’ El desarrollo de la competitividad se sustenta sobre dos pilares: el uso de los recursos humanos del país y la inversión en Innovación y Desarrollo (I+D). También en ahorrar costes, ya sea por la vía de reducir los salarios o las plantillas de trabajadores, pero estos dos indicadores no están recogidos por el Foro Económico.
España suspende en dos indicadores de competitividad creadora y no destructora. En el indicador de uso eficiente del talento España ocupaba el puesto 56 hace tres años y en 2016 cayó hasta el puesto 69. El cálculo de este indicador está influido por el paro, por lo que en los dos últimos años se ha producido una ligera mejoría (en 2014 cayó hasta el puesto 95), pero todavía sigue en niveles muy bajos y peores a los que había cuando el Consejo se puso en marcha. Por delante de España en utilización del talento están Nigeria, Mongolia, Gabón, Nepal, Lesoto o Chipre.
Tampoco ha sido positiva la colaboración de las empresas con las universidades para aprovechar al máximo los recursos destinados a la Educación. En este indicador España ha caído del puesto 49 hasta el 57 y se sitúa en la peor posición de su historia.
Tecnología punta
La inversión en I+D es el segundo pilar clave para la competitividad empresarial. Y en este punto las empresas de mayor tamaño son las que tienen más recursos para liderar la transformación del sector productivo. Sin embargo, la disolución del ‘club’ se produce en el momento en el que España ocupa el peor puesto de su historia en gasto en I+D. En este indicador también tienen culpa las Administraciones Públicas, que gestionan una buena parte de la inversión. El resultado es que España ha pasado de ocupar el puesto 39 al 59 en este indicador de gasto en I+D.
Las empresas españolas invierten poco, en comparación con el resto del mundo, para desarrollar sus propias tecnologías, pero tampoco son buenas en adaptar las innovaciones de otros. En estos seis años de lobby, España ha perdido tres puestos en el indicador de sofisticación empresarial, pasando del 28 al 31. También ha perdido un puesto en el indicador de absorción de la tecnología en las empresas desde el 49 hasta el 50.
Hay más indicadores: en capacidad de innovación de las empresas, España ha caído desde el puesto 34 hasta el 55 en 2016, muy lejos de haber cumplido ningún objetivo. En general, el indicador agregado de instituciones privadas’ en cuanto a su aportación a la competitividad, España ocupa el puesto 65 y antes de crearse el Consejo estaba en el puesto 46.
Pero si hay un indicador en el que España está retrasado es en el del desarrollo del mercado financiero, donde ocupa el puesto 77, lo que supone uno de los mayores lastres para el país a nivel del indicador global. El sector bancario, que estaba muy bien representado en el Consejo de la Competitividad con la presencia de Botín, Isidro Fainé, o Francisco González, tiene mucho trabajo por delante. España ocupa la posición 131 en acceso al crédito y el 79 en solvencia de la banca, muy lejos de los países punteros.
Ahorro de costes
España ha conseguido un logro muy importante en estos años de vida del Consejo Empresarial para la Competitividad: mantener el superávit por cuenta corriente una vez ha vuelto el crecimiento. El equipo económico del Gobierno no se cansa de repetirlo y, en efecto, es un gran logro del país. Sin embargo, el incremento de las exportaciones no está relacionado con una ganancia de competitividad de la economía española, como muestran los datos del Foro Económico Mundial.
Por ejemplo, muchas empresas se vieron obligadas a exportar su producción cuando el mercado doméstico se hundió, eso no es porque su competitividad fuese superior, sino que buscaron otros mercados. Donde sí han conseguido un avance importante es en el ahorro de costes. El dinero destinado en todo el país a la remuneración de los asalariados cayó más de un 10% entre 2011 y 2014, según los datos del INE. Un descenso que se aceleró especialmente tras la reforma laboral de 2012 y que ha permitido a las empresas competir en el mercado global a base de recortar el peso de los salarios.
Pero las compañías españolas también han tenido otros ahorros de costes que han sido especialmente intensos en España. Un ejemplo es la caída de los tipos de interés gracias a las políticas del Banco Central Europeo, del que se han beneficiado especialmente las grandes compañías con acceso a los mercados de capitales. La caída del petróleo ha sido también de gran ayuda para reducir la factura energética de las empresas y no menos importante ha sido la caída del euro de los tres últimos años.
Todos estos ahorros de costes han sido muy importantes para las empresas españolas, pero su efecto es cíclico y podría revertirse en el futuro, por lo que necesitan mejoras estructurales. También tiene trabajo pendiente el conjunto del país, ya que solo mejora la media de las economías avanzadas en dos indicadores: infraestructuras y tamaño del mercado. El resto, en todos está por debajo. Desde innovación, sofisticación de las empresas, eficiencia del mercado laboral o Educación.