Un mensaje de Linkedin lo volvió a desencadenar todo. Monotype llamaba a la puerta de Olapic. El equipo, con Pau, Luis y Jose a la cabeza, obviaron la misiva. “Pensábamos que nos estaban vendiendo algo y no respondimos, la verdad”, explica Jose. Después de varias ocasiones, se iniciaron las conversaciones. No era para hacer una oferta comercial, sino para comprar su empresa. Y aquellos que enviaban la comunicación eran una empresa centenaria, cotizada, valorada en más de 800 millones de dólares y creadora de tipografías como la Times New Roman. Unos meses después cerraron la venta de su compañía, desarrolladora de herramientas para recopilar contenido en redes sociales para marcas y con sede en Nueva York (EEUU), por 130 millones de dólares.
Jose de Cabo es uno de los cofundadores y el responsable del negocio en Europa. Seis meses después de la operación, habla con EL ESPAÑOL desde Londres, donde reside. Él, junto con Pau Sabria (CEO) y Luis Sanz (director de operaciones), eran compañeros del máster en la Columbia University. Cursaban un MBA. Era el año 2010. Los tres ansiaban crear un proyecto desde cero. Y testaron varias ideas. En aquel momento, la explosión de imágenes en la web social era más que evidente. “Los consumidores nos comunicábamos más con fotos: hacía poco había nacido el iPhone, Instagram acababa de nacer…”, explica. “Tenía que haber valor en todo ese contenido”, apostilla.
A por los medios como clientes
¿Quién podría necesitar ese contenido? ¿Pagarían a una empresa que lo recopilara y seleccionara? Los medios de comunicación eran los clientes naturales. “Todos los medios necesitan tener contenido a una velocidad mucho más rápida y no les da tiempo a enviar a un fotógrafo al lugar”, apunta. Decidido. Las empresas de comunicación iban a ser los primeros a los que ‘atacarían’.
En esos primeros pasos, el New York Daily News, uno de los rotativos centenarios de esta zona de Estados Unidos, hizo un llamamiento a 'startups' de Nueva York. Querían innovar en el área fotográfica. Olapic ‘ganó’ el concurso y logró un cheque de varios miles de dólares. “Era nuestro primer cliente... ¡para un producto que aún no teníamos!”, recuerda de Cabo, entre risas. En esas mismas fechas, a principios de 2010, aterrizaron en la aceleradora de ‘startup’ Seedstart.
Desarrollaron una primera plataforma para recopilar ese contenido visual en redes sociales de los usuarios en eventos y acontecimientos importantes. Y abrieron el abanico de medios. En España, algunos de los principales periódicos en papel (El Mundo o Marca) y otros digitales como Lainformacion.com también se interesaron por su servicio. Atrajeron a grandes clientes: las revistas Time o People o muchos periódicos regionales en Estados Unidos como Los Ángeles Times. Sumaron hasta medio centenar de grandes periódicos. El modelo de negocio era siempre el mismo: cobraban una cuota anual por la utilización de su plataforma tecnológica.
Recopilaban fotografías de eventos o acontecimientos que pasaban en el mundo (desde tormentas hasta conciertos…). Descubrieron que había muchísimos usuarios que publicaban imágenes de productos o lugares que les encantaban: desde zapatos a bolsos, hasta viajes o restaurantes. “Y lo que vimos fue: cuando este contenido lo pones en la tienda online del vendedor podíamos demostrar que se incrementaba en más conversiones hacia ventas”, apunta de Cabo.
¿Y por qué no vender a las marcas?
“A los medios les aportábamos un buen incremento de páginas vistas en sus webs, de ‘engagement’ (fidelización de usuarios) y de tiempo en sus webs… Pero no generábamos el mismo valor monetario que en el comercio electrónico”, explica el cofundador. Y llegó el giro. El modelo de negocio era el mismo, pero hubo que poner patas arriba toda su plataforma, para adaptarla a las necesidades de las marcas. No fue una decisión fácil. Todo el negocio procedía de los medios y el cambio no era sencillo. “Nos la jugamos, pero nos salió bien”, admite de Cabo.
En aquel año 2012, cuando completaron el giro de timón, sus ingresos recurrentes eran de unos 600.000 dólares, según sus propias cifras. “Puede parecer que no es mucho pero era un enorme crecimiento para nosotros que empezamos de cero y todo esto procedía de clientes de medios”, precisa el cofundador.
¿Cómo funcionaba su plataforma? Su objetivo era escuchar todo lo que pasaba en la web visual. Mediante algoritmos, podían seleccionar qué contenido era el mejor en una primera criba importante. Después colocaban el filtro humano: trabajadores hacían una revisión definitiva de todas las imágenes y publicaciones recopiladas. “Cuando la marca da el ‘sí’ a ese contenido, se piden los derechos a la persona que ha sacado la foto y en caso de que sí los ceda, entonces las publicamos”, explica. La plataforma está integrada con los canales de marketing del cliente (pantallas en las tiendas, web, blogs…) y se hace de manera inmediata.
Una ronda que acabó en compra
El negocio no dejó de crecer. Lograron atraer a más de 500 marcas globales: desde Calvin Klein a Adidas, pasando por L'Oréal, los helados Magnum (Unilever) o algunos de los grandes hoteles. A principios de 2016, el equipo directivo necesitaba más gasolina para crecer. Hasta el momento habían recaudado 21 millones de dólares de 15 inversores de lo más variopinto.
Fue en ese momento cuando Monotype, creadora de tipografías como Times New Roman y propietaria de los derechos de otras como Helvetica, se cruzó en su camino. Recibieron un primer mensaje en Linkedin para iniciar conversaciones sin resultado. Y tras varios intentos, se iniciaron los contactos. ¿Qué buscaba una empresa centenaria cuyo negocio –con más de 200 millones de dólares de ingresos anuales- se basaba en soluciones de tipografía y diseño en una tecnológica como la de Jose y los demás? Diversificar.
La compañía, con una plantilla de más de 500 empleados, genera un alto nivel de flujo de caja con su facturación y tenía dos opciones: dar dividendos o invertir para prepararse de cara al futuro en el terreno del marketing. “Querían introducirse en la tecnología relacionada con el marketing y la primera pieza es Olapic que estará incluida en lo que se llama ‘plataforma de engagement’”, explica.
Las negociaciones, según explica de Cabo, fueron muy sencillas. En el equipo se debatió si con Monotype podrían llegar al objetivo de ser una gran empresa en el sector del marketing. Entendían que sí, pero había que llegar a un acuerdo en lo económico. La solución: que la compradora pagara algo más de la valoración a la que iban a cerrar la ronda de financiación. “Fue una negociación que, comparada con otras historias, fue muy limpia y muy bien”, asegura el cofundador, que junto a sus otros dos compañeros mantenían el control de la empresa (no han querido determinar el porcentaje que poseían de las acciones). En total, 130 millones de dólares.
¿Cuánto supone ese precio respecto al negocio de Olapic? La empresa no declara cifras en España, pues tiene su sede en Estados Unidos. Pero sí que se han dado a conocer las cifras en las cuentas de la compradora, que cotiza en el Nasdaq estadounidense (el índice bursátil de las empresas tecnológicas). Hasta el día antes de la compra, que se formalizó el 9 de agosto, Olapic había logrado unos ingresos de 8,6 millones de dólares. Para todo el año, la estadounidense preveía que la ‘española’ alcanzara los 15,5 millones de dólares (en el escenario más optimista ascenderían a 16,5 millones de dólares). El precio de la operación fue, por tanto, 8,5 veces esos ingresos netos previstos para todo el ejercicio.
¿Y la rentabilidad? La compañía siguió perdiendo dinero pese a la compra de la empresa. Para todo el año, la empresa esperaba que Olapic tuviera un Ebitda (resultado bruto antes de impuestos) negativo de 9,4 millones de dólares.
El futuro bajo el paraguas de Monotype
Hoy, aquella compañía fundada por Jose, Pau y Luis es una tecnológica que cuenta con un equipo de 90 personas en Nueva York, casi 55 en Londres (con el objetivo de estar más cerca de las marcas globales en Europa) y en torno a un centenar en Argentina. ¿Por qué esta última? La vinculación era muy sencilla: Sebastián Álvarez, primer desarrollador de la empresa. Era argentino y gracias a su empeño comenzó a reclutar allí para liderar un equipo en Latinoamérica.
Los tres fundadores han decidido quedarse, pese a que no contaban con ningún bloqueo similar al que se incluye en los acuerdos de este tipo. “Tenemos ganas de ver esto llegar a ser una gran empresa y nos quedamos de manera indefinida”, advierte de Cabo.
Ahora, su objetivo es consolidar su plataforma tecnológica y perfeccionarla. Mientras tanto, miran con ganas a Asia, donde quieren expandir parte de su equipo. Hoy cuenta con algunos clientes en Japón, Singapur o Hong-Kong, pero su relación es a distancia. Quieren acercarse con personal propio.
Muchos meses después de aquel primer mensaje en la red social Linkedin, les quedan muchos retos por delante, pero ahora con una gran compañía detrás. Eso también puede ser un alma de doble filo. “Tenemos que seguir manteniendo la cultura de una empresa joven”. No lo van a tener sencillo.