Eso implica que los inversores piensan que el consejero delegado Elon Musk superará incluso algunas de las expectativas de sus mayores admiradores.
Sin embargo, a pesar de todo su éxito, Musk ha incumplido sistemáticamente los objetivos de producción en los últimos años. Aun así, Tesla cotiza actualmente con un PER (relación precio/beneficio) a 2020 de 28 veces. Ese año, Musk espera estar produciendo 1 millón de coches al año, frente a los cerca de 100.000 que espera fabricar en 2017.
Para ello es necesario un gran incremento de la producción, lo cual no es tarea fácil. Además, estos múltiplos en la valoración sugieren que Tesla seguirá creciendo con rapidez o que generará los márgenes antes de impuestos de alrededor del 30 por ciento que tienen grandes de Silicon Valley como Apple y Google en lugar del 10 por ciento que se considera decente en el sector automovilístico. O quizá ambas cosas.
Es difícil ver que eso vaya a suceder, al menos sin que surjan grandes contratiempos en el camino. Las estimaciones a largo plazo de los analistas de automóviles de Morgan Stanley muestran más bien a una compañía de automóviles ordinaria y eso que han sido de los seguidores más optimistas de Tesla.
No creen que la producción alcance el millón de vehículos hasta alrededor de 2027. Para 2030, el margen antes de impuestos de la compañía podría estar próximo al 14 por ciento, con unos beneficios de 11.000 millones de dólares.
Otra forma de calibrar estas cifras es descontar hasta el año actual el beneficio proyectado a 2030 a una tasa anual del 10 por ciento. La valoración actual de Tesla es de aproximadamente 18 veces esa cifra de beneficio descontado.
Es un análisis un tanto arbitrario, pero puede dar una idea de lo que algunos inversores esperan. Miremos la situación de Apple en 2004. En aquel entonces, el futuro fabricante del iPhone cotizaba a un 65 por ciento de las ganancias previstas para 2017, aplicando el mismo modelo.
En otras palabras, el entonces jefe en Cupertino, Steve Jobs, liberó un crecimiento que pulverizó las previsiones.
Si Musk se ha subido a otra ola de cambio en los hábitos de consumo, esta vez con la adopción del coche eléctrico, podría ser menos intensa que la revolución del teléfono inteligente y aun así dar buenos resultados a los inversores de Tesla.
Eso es posible. En 2030, una cuarta parte del kilometraje en Estados Unidos podría estar realizado por coches de conducción autónoma, de acuerdo con Boston Consulting Group.
No obstante, Musk tiene ante sí a muchos competidores, por lo que sus partidarios parecen estar contando con que echará a todos de la carretera.