Hace más de una década que las aerolíneas de bajo coste dieron un vuelco a la forma de viajar en Europa. Revisar las páginas de Vueling, RyanAir o Easyjet en busca de una de esas ofertas con las que escaparse a algún punto del continente un fin de semana se ha convertido hasta en un ritual para el viajero frecuente. En 2016, estas aerolíneas transportaron a más de 40 millones de pasajeros, un 13,4% más que el año anterior, la mitad de los que llegaron en avión a España, repartiéndose la tarta a partes iguales con las aerolíneas tradicionales.
Así, con el mercado repartido, parecía que el largo radio era el coto reservado para los gigantes comerciales, pero desde hace menos de un año, las ‘low cost’ quieren también jugar en largo. La que rompió el melón fue Norwegian, que en 2013 empezó a conectar ciudades europeas con Estados Unidos y ofertando billetes desde 100 euros. La aerolínea noruega conecta desde la próxima semana Barcelona con Los Ángeles, San Francisco y Nueva York, y en agosto iniciará la línea a Miami.
El desafío de Norwegian hizo que una de las grandes se lanzara a cruzar el Atlántico. IAG, matriz de Iberia y British Airways, anunció hace unos meses la creación de Level, su marca de bajo coste, con la que opera desde el 1 de junio desde Barcelona vuelos directos a Los Ángeles y San Francisco y en los próximos días llegará también a Punta Cana y Buenos Aires. En las primeras tres semanas desde que anunció su lanzamiento, Level vendió más de 100.000 billetes, según la compañía.
Además, hace apenas dos semanas, Ryanair y Air Europa se aliaron para hacer viajes a América. Así, la 'low cost' irlandesa nutrirá los vuelos de largo radio de la española en 20 rutas a 16 países del continente americano.
El precio de los extras
Al comprar un vuelo de bajo coste se acepta renunciar a cierto confort -bien sea por el espacio entre los asientos o que no se sirve comida durante el vuelo-, pero se trata de distancias asumibles para estas circunstancias. Mientras que en los vuelos regulares el equipaje (un bulto de 23 kilogramos) y la comida, por ejemplo, están incluidos en la tarifa de un vuelo de largo radio, las ‘low cost’ aprovecharán estos ‘extras’ para cobrar estos servicios… y algunos otros.
Un estudio elaborado por el metabuscador de vuelos Skyscanner revela que el precio final de un vuelo de bajo coste puede incrementar en hasta en un 21% al añadirse suplementos como el coste de una maleta facturada o de comida a bordo. Este incremento puede hacer que el billete supere los 1.000 euros, dependiendo de la tarifa a la que finalmente se compre el billete ya que aunque los precios empiecen en 100 o 150 euros, pueden llegar a casi 600 por trayecto.
De la comparativa entre 20 aerolíneas, el estudio afirma que Norwegian y Leven son las dos únicas aerolíneas que cobran por la primera maleta facturada (de 20 a 70 euros, en el caso de la primera; y entre 40 y 150 euros, en el de la segunda).
En el caso de la almohada, importante en los vuelos nocturnos, Norwegian te la ofrece por 5 euros y Level por entre 27 y 36 euros, incluyendo una bolsa de aseo. Elegir asiento cuesta entre 15 y 35 euros, frente a la posibilidad de reservarlo desde 24 horas antes con otras aerolíneas -menos Lufthansa, que cobra desde 25 euros, o los 9 euros de Air Canada-.
La comida y la bebida también cuestan en ambas aerolíneas. En un vuelo de Norwegian, el menú a bordo tiene precio de 32,5 euros, afirma Skyscanner. En Level, unos 35 euros.
Pero no son las únicas. Wow air, la aerolínea de bajo costo islandesa, todavía no opera en España pero ya conecta Europa con Estados Unidos y los precios de sus billetes empiezan en 200 dólares. El precio de los extras oscila entre los 9 dólares por elegir el asiento -en cada trayecto-, a los hasta 50 dólares por el equipaje de cabina y hasta 70 por el equipaje facturado. Como en otras ‘low cost’, se puede pagar por los asientos más espaciosos, por la comida, por el seguro de cancelación… Todo tiene un precio.
Tarifas extras, pero una mejora para los pasajeros
A pesar de estas tarifas extra, el creciente número de aerolíneas que operan vuelos transatlánticos a menor coste es, en realidad, una mejora general para los viajeros. Los bajos precios están forzando a las aerolíneas tradicionales a buscar nuevas fórmulas con tarifas más atractivas. Además, el precio de los extra no es un secreto. La transparencia a la hora de adquirir los servicios complementarios permite mantener el gasto contenido.
Aunque la presión de las ‘low cost’ tiene también una cara oscura: sienta un precedente sobre lo que, como clientes, estamos dispuestos a sacrificar en un vuelo de largo recorrido.