El pasado sábado, mientras media España estaba pendiente de que el Real Madrid ganara, en Cardiff, la Champions a la Juventus, y la otra mitad estaba deseando que la perdiera, a 6.000 kilómetros de distancia -en un hotel de la localidad de Chantilly, en el estado de Virginia (EEUU)- se estaba fraguando el futuro del Banco Popular en la sexagésima quinta reunión del Club Bilderberg.
Ana Botín, la presidenta del Banco Santander, llegaba a la cumbre del elitista club para, entre otras cuestiones, reemplazar al presidente del grupo Prisa, Juan Luis Cebrián, como miembro del Steering Commitee de Bilderberg, el que se encarga de cursar las invitaciones para cada reunión anual. Y regresaba a España sabiendo que, tras decidir obviar esta operación, debía estar preparada para que el Santander se ‘quedase’ con el Banco Popular, después de haber mantenido contacto directo con el ministro de Economía, Luis de Guindos, que inicialmente no había sido invitado a esta reunión anual.
En ese foro quedaba patente que nadie compraría la entidad presidida por Emilio Saracho, que otra ampliación tampoco saldría adelante y que, por tanto, no quedaba otra alternativa que activar el rescate a través del Mecanismo Único de Resolución.
El Popular, en los pasillos de Bilderberg
“El brexit, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, los desacuerdos entre los socios occidentales y los últimos atentados en Gran Bretaña eran los temas a tratar, pero en los pasillos todo el mundo preguntaba a los invitados españoles qué estaba pasando con el Popular”, comentaba a EL ESPAÑOL la investigadora Cristina Martín Jiménez.
Además de la propia Botín y de Cebrián, el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, fue el tercer español presente en esta selecta cumbre, en la que cada año se dan cita responsables de los grandes bancos del mundo, de organizaciones internacionales, de multinacionales y políticos en el poder o con proyección, como era el caso de Rivera.
Botín, sorprendida por la aceleración del rescate
Lo que no pensaba Botín, al regresar de Estados Unidos, es que todo se iba a acelerar de la manera que lo ha hecho. Y que, tan solo 24 horas después, tendría que ponerse manos a la obra para que la entidad que preside comprara, por un euro, el Banco Popular y estableciera, deprisa y corriendo, que en un mes garantizaría el éxito de una ampliación de capital por 7.000 millones de euros para, básicamente, cubrir el déficit de provisiones de activos tóxicos inmobiliarios del Popular.
La propia presidenta del Santander dejaba claro que, de no llegarse al rescate, su interés por el Popular era nulo. “Hace un mes vimos los libros del Popular y no llegamos a realizar ninguna oferta porque no nos salían las cuentas”, comentaba Botín este miércoles, seis horas después de haber ganado la subasta exprés, llevada a cabo por el Fondo Único de Resolución (FUR) y el FROB. Subasta a la que el Gobierno invitó a participar a otras entidades.
Operación relámpago
Una operación relámpago activada tras la llamada telefónica que Saracho realizaba, este martes, al ministro de De Guindos para anunciarle que el banco estaba al borde del colapso ante las salidas masivas de depósitos, y que no podría abrir las sucursales al día siguiente por falta de liquidez.
Ante esta situación, no cabría otra que acometer el rescate acelerado, para el que el Banco Santander se convertía como la mejor opción, y, como muchas fuentes aseguran, la única.
La subasta, un seguro para soslayar riesgos
Para la entidad presidida por Botín hacerse con el Popular por esta vía -a través de la subasta del FUR y del FROB- supone evitar uno de los grandes riesgos que hubiera acarreado la compra mediante una oferta formal, como son las previsibles demandas de los accionistas minoritarios que se consideran estafados al acudir hace un año a la ampliación de capital.
La presencia del ministro De Guindos en la cumbre se produjo de una manera un tanto rocambolesca. “Inicialmente no estaba invitado porque Cebrián lleva varios años vetando a los miembros del Gobierno pero, al enterarse el ministro de que Ana Botín sustituía al presidente de Prisa, la telefoneó y logró finalmente estar presente en la reunión de Virginia”, explica Martín Jiménez.