Año 2007. El mercado de los libros electrónicos arrancaba. El gigante estadounidense Amazon lanza la primera versión de su Kindle. Los japoneses Sony acumulaban varios meses con su Reader en el mercado. En una batalla que se antojaba global, un emprendedor granadino decidía crear su propio dispositivo, Papyre, para el mercado español y latinoamericano.
Juan González, un emprendedor granadino, iniciaba la andadura con Grammata, su sociedad creada tres años antes. David se había propuesto vencer a Goliat. Pero la de esta compañía andaluza es otra historia: la de la derrota del grande al pequeño. La compañía se ha rendido tras años tratando de hacerse un hueco en las tabletas y el contenido educativo, ahogado por las deudas. Ahora echará el cierre tras concluir su liquidación por el administrador concursal. “No pudimos competir en ‘hardware’ con otros gigantes y no fuimos capaces de implantar nuestra tableta educativa en ningún gran proyecto”, admite González.
Los primeros pasos
En ese año 2007 lanzaba su primera versión de un lector de libro electrónico. Desafiaba desde la provincia andaluza de Granada a los gigantes tecnológicos que ambicionaban una parte importante de un pastel al que todos los analistas le auguraban un futuro muy prometedor. ¿Cómo fueron esos primeros pasos? En el año 2008, el año completo de ese primer modelo, la compañía apenas facturaba 670.000 euros, según sus propias cuentas.
El modelo se basaba principalmente en el diseño de los dispositivos, que eran fabricados en China, y de su software. A esto añadió la creación de una plataforma de libros electrónicos con miles de títulos.
Dos grandes factores que cambiaron el mercado
Pero el mercado fue cambiando. Dos grandes factores marcaron su devenir: el aterrizaje de gigantes como Amazon y Apple y la evolución del uso del libro electrónico por el gran público. La primera lanzó su Kindle ese año 2007. Cuatro años después lanzó el dispositivo en España. El competidor más duro, con la mayor biblioteca digital que despertó también el interés de otros fabricantes de dispositivos (como la española BQ, cuya razón social sigue siendo Mundo Reader) e, incluso, de grandes distribuidores tradicionalmente físicos de libros, como La Casa del Libro (Tagus) o Fnac (Fnacbook, en un primer momento).
Por su parte, Apple lanzó en el año 2010 un producto que ‘canibalizó’ parte del mercado de libros electrónicos: el Ipad. Inauguraba un nuevo segmento, el de la tableta, que, pese a no responder a las previsiones optimistas, creció de manera importante.
El otro gran factor tiene que ver con los hábitos de consumo. A mediados de la década pasada, la mayoría de los analistas estaban convencidos de que el ebook acabaría ‘comiéndose’ gran parte del pastel de la industria editorial. Sin embargo, la realidad ha demostrado que esas expectativas eran demasiadas optimistas con este formato. En 2015, las ventas de los grandes editores cayeron un 11%. Y esa tendencia se ha mantenido. Uno de los factores fue señalado por los editores británicos: el agotamiento de los lectores ante el consumo de contenido en pantallas.
Primeros problemas e intento de viraje
Pese a ello, inició la expansión. En el año 2010 abrió filial en Argentina y en 2011 en Colombia y México. Quería conquistar el mercado latinoamericano y de habla hispana, especialmente con su producto educativo. Y es que en 2011, la compañía vio el tsunami y decidió ‘fabricarse’ su propio hueco. ¿Cómo? Con la venta de tabletas, ensambladas en China, que incluirían ‘software’ desarrollado por la propia empresa para colegios y centros educativos. Era su manera de diferenciarse y tratar de llegar a una especialización que los salvara de ser engullidos. Y llegó a convertirse en la mitad de su negocio.
En 2014 ya se percibieron los primeros signos importantes de dificultad para sobrevivir. En su sociedad principal, Grammata SL, de la que dependen el resto de filiales españolas (y las latinoamericanas), facturó en ese ejercicio 3,6 millones de euros, casi un 25% de descenso respecto al año anterior. No se trata de las cuentas consolidadas, por lo que es complicado conocer el volumen de negocio total.
Fue en 2015 cuando tiraron la toalla. Tal y como se refleja en las cuentas de resultados, a cierre del ejercicio decidieron presentar concurso de acreedores voluntario ante una situación patrimonial “insostenible”. Los factores: “La imposibilidad de la sociedad para generar suficientes recursos que permitan atender sus deudas con la administración y sus deudas bancarias”.
Ese concurso fue aprobado en mayo de 2016 y ha concluido en la liquidación de la compañía, aprobada a finales de mayo de este año. En ese momento contaba, según explica el fundador, con unos 25 empleados. ¿Hubo impagos o problemas en la plantilla? “Los principales afectados fuimos los accionistas; yo soportaba todo el tema financiero”, aclara.
Despedida y cierre: “No pudimos competir”
De esta forma se pone punto y final a una nueva aventura con sello español para adentrarse en la fabricación de dispositivos electrónicos, con gigantes como competidores. En una entrevista con EL ESPAÑOL, Juan González explica que la batalla en la venta del ‘hardware’ estaba perdida contra compañías como la propia Amazon. Y tomaron la decisión de que se centrarían en el mundo educativo.
“Apostamos por un producto educativo pero no conseguimos implantarnos en ningún gran proyecto, pese a tener presencia en alguna universidad de Ecuador”, apunta. “Así es la vida, unos proyectos pueden ir bien y otros no”, concluye González, que ha arrancado una nueva empresa en el sector de la energía.
David no pudo doblegar a Goliat. Siete años después de convertirse en uno de los pioneros españoles del libro electrónico, levanta su bandera blanca.