Laura Pérez-Cejuela
Los rescates masivos a raíz de la crisis financiera de 2007 obligaron a Bruselas y a una eurozona al borde del abismo a confeccionar un marco que les permite supervisar a las grandes entidades europeas y ordenar su resolución cuando estén en problemas para evitar el contagio al resto del sistema y el golpe al bolsillo del ciudadano.
Pero el rescate de los bancos vénetos pone en cuestión la utilidad de unas normas que, cumpliéndose al dedillo, han permitido que dos entidades que arrastraban dificultades desde hace tiempo escapen a la resolución y sean liquidadas siguiendo normas nacionales.
Estas permitirán no solo inyectarles millones de euros públicos sino salvar de las pérdidas a una parte de los acreedores que deberían costearlo.
El Banco Central Europeo (BCE) declaró el viernes pasado que las entidades eran inviables, pero la Junta Única de Resolución consideró que no existía un "interés público" que justificase la resolución y ordenó que se liquidasen conforme a las normas de insolvencia italianas.
Italia se libró así de aplicar las estrictas reglas de resolución que exigen un "rescate interno" en el que pueden perder dinero, según una jerarquía encabezada por accionistas y tenedores de deuda subordinada, hasta los depositantes corporativos.
En su lugar se aplicaron las normas de ayudas de Estado, de modo que solo contribuirán al "reparto de la carga" accionistas y bonistas júnior e Italia compensará a los inversores minoristas que compraron esta deuda cuando haya venta fraudulenta.
Italia inyectará, con el beneplácito de Bruselas, 4.785 millones de euros a Intesa San Paolo, el banco que se quedará con los activos sanos de las entidades, y le dará garantías hasta 12.000 millones.
La Comisión insiste en que cumplió las reglas y asegura que la ayuda está justificada porque la quiebra, aún sin crear riesgo para la estabilidad del sistema, hubiera "perturbado" la economía del Véneto, y porque no supone una ventaja competitiva para Intesa.
"No se ha dado gratis", apuntan fuentes comunitarias, que subrayan que Intesa deberá reducir red y plantilla.
Sin embargo, la situación contrasta con la del Banco Popular, que hace dos semanas fue puesto bajo resolución y vendido por un euro al Banco Santander, que asume todos los riesgos y tendrá que ampliar capital.
Ante el aparente agravio comparativo, la Comisión insiste en que los casos son diferentes: la caída del Popular, sexto banco español, habría afectado a la estabilidad de todo el sistema financiero, algo que no ocurriría con la quiebra de las medianas Veneto y Popolare.
Además, el Gobierno español se negó a poner un euro público para el Popular, mientras que el italiano, temeroso de un revés electoral en 2018, optó por dar ayudas a sus entidades.
"Obviamente el uso de dinero del Gobierno en este rescate es, en cierto modo, una indicación de fracaso del proceso y aún tenemos que entender si es un gran fallo de supervisión, de gestión de la crisis o de ambos, pero la legislación se ha cumplido", dice a Efe Nicolas Veron, experto del centro de estudios europeos Bruegel.
Para él, el caso pone en evidencia que la Unión Bancaria está "incompleta" y "debería ser un incentivo" para profundizar en ella.
De los tres pilares de la Unión, falta por crear el Sistema Europeo de Garantía de Depósitos y el mecanismo común de protección presupuestaria -una bolsa de financiación de emergencia- para el Fondo Único de Resolución.
Sin embargo, la liquidación en el Véneto ha puesto de relieve una carencia menos conocida: la falta de armonización entre las leyes nacionales de insolvencia.
Si las liquidaciones de entidades menores, sin riesgo sistémico, terminan quedando en manos de los Estados, el trato a los acreedores dependerá de la benevolencia de leyes muy distintas, lo que puede crear una desventaja competitiva entre países.
"No creo que la gente prefiera bonos italianos a los bonos del saneado sistema español", dice Veron, pero "el episodio de los últimos días ha sido útil para subrayar la importancia de esta pieza clave que algunos han tendido a ignorar", añade.
Queda por ver si las lecciones del Véneto, y las del Popular, se traducen en un impulso para la Unión Bancaria. Hay quien ve perspectivas de progreso, pero nadie espera grandes avances antes de las elecciones en Alemania del próximo mes de septiembre.