IFC, una empresa familiar especializada en dermatología, cuenta ya con filiales en Portugal, Italia, Marruecos, Alemania y México, pero comercializa sus productos en unos ochenta países a través de distribuidores.
En los últimos cinco años, la empresa ha abierto mercado en veinte países, entre ellos Rusia, Japón, Catar y la propia China.
La compañía, que inició su actividad en 1994, tiene fábricas en Santander, dedicada a productos de uso tópico, como pomadas, y en Madrid, donde produce fármacos de consumo oral.
IFC prevé alcanzar este año una facturación de 150 millones de euros, un 25 % más que en 2016 (ejercicio en el que facturó 120 millones), el 60 % procedente del negocio internacional.
Tras la constitución a principios de año de la filial en México, la quinta en el exterior, la empresa prepara su salto a China junto a un socio local.
"Estamos sentando las bases de la filial en China", ha explicado Matji.
En los casos de EEUU y Francia, la idea es comprar empresas locales para entrar en sus mercados.
Matji ha indicado que la empresa no descarta su salida a Bolsa, aunque ha precisado que, antes de hacerlo, es necesario alcanzar mayor tamaño y "contar con un historial de beneficios sostenible".
Según el consejero delegado de IFC, la compañía se ha fijado como objetivo elevar la facturación a 300 millones en un plazo de cinco años.
IFC iniciará en breve la construcción de su nueva fábrica en la localidad cántabra de La Concha, en la que prevé invertir 20 millones de euros.
Estas instalaciones, que sustituirán a la actual planta de Santander, estarán listas en dos años y permitirán multiplicar por diez la actual producción de la empresa.