“En Caixabank lo que manda es el dinero de los clientes. Si tiene que irse no habrá medias tintas”, me decía el otro día alguien que conoce muy de cerca la estructura del grupo que lidera Isidre Fainé.

Unas palabras que llegaban en medio de la crisis abierta por el 1-O y la intención del presidente, Carles Puigdemont, de declarar unilateralmente la independencia. No era una buena noticia para Cataluña, tampoco para España, y mucho menos para Caixabank. El valor se desplomaba en bolsa, los inversores dudaban, las agencias de calificación ponían en duda el rating del banco... 

Por si fuera poco, el nerviosismo entre los clientes era enorme; cada vez había más consultas sobre qué iba a ocurrir con sus ahorros si llegaba la independencia en Cataluña. Pero es que, al otro lado de la ‘frontera’, las preguntas eran las mismas. Y lo que es peor, el dinero empezaba a marcharse a otras sucursales. Que se lo digan a las colas en sucursales de Vinaròs o Peñíscola; pero también a otros bancos. Había que poner freno a la situación. 

El primer paso

Todo el mundo esperaba una contestación al 1-O por parte de la banca catalana; y el jueves llegaba. Sabadell daba el primer paso y anunciaba que se iba a Alicante; Caixabank también, aunque necesitaba algo más de tiempo.

Se especulaba con dudas, broncas internas, pero la realidad era más simple: hacía falta una ayuda del Gobierno para cambiar la Ley y facilitar la salida de Cataluña. Un decreto que anunciaba ese mismo día el ministro de Economía, Luis de Guindos.

Tras los anuncios de Sabadell y Caixabank multitud de empresas siguieron la estela: Freixenet, Cordoníu, MediolanumService Point, Ballenoil… Y así un ingente número de compañías que seguían la estela de la banca.

La sorpresa

Lo que nadie esperaba era que Fainé, hombre cauteloso, que no se caracteriza por la toma de decisiones sin reflexión previa, asestara una puñalada inesperada al nacionalismo. El mismo viernes, a la misma hora en la que Caixabank firmaba su adiós a Cataluña y ponía rumbo a Valencia; Gas Natural (controlada por Criteria, el brazo industrial de La Caixa) se iba a Madrid.

Mensaje claro, contundente del empresario más influyente en Cataluña en estos momentos. Un mensaje que ha continuado este sábado con el adiós de Criteria y la Fundación Bancaria La Caixa, que se marchan a Palma de Mallorca 

Movimientos rápidos, silenciosos, casi inesperados, diseñados por un estratega empresarial. Lo importante es crecer, dice siempre, y para eso lo que se necesita es tener un mercado abierto, reglas de juego claras y, sobre todo, seguridad jurídica. Algo que una Cataluña independiente no parece ofrecerle.

Así que por si en las filas de la independencia tienen alguna duda, Fainé ya ha enviado su mensaje a otras empresas bajo su influencia. Abertis y Cellnex analizarán la semana que viene su adiós a Cataluña; y Aguas de Barcelona ha sellado su adiós este sábado.

Business

El negocio manda. Fainé lo sabe. No va a poner en riesgo las joyas de la corona que él mismo ha contribuido a construir desde que llegara a La Caixa en 1981 como director general adjunto. Si alguien respira Caixa, y sabe lo que supone el grupo, es él, me dicen. A fin de cuentas, es el creador de la configuración actual del conjunto que lidera la Fundación Bancaria.

Pero, al mismo tiempo que defiende su negocio, este manresano de 75 años, hecho a si mismo, se ha puesto los galones de general. Se ha puesto al frente fiel a sus ideales, y consciente de que los soldados ganan las batallas, pero las guerras las vencen los generales.

Se ha puesto el traje de guerra para combatir y frenar la independencia. No por un interés patriótico –o sí, quién sabe- sino para evitar que el mayor grupo empresarial de Cataluña pueda estar en peligro.

Una guerra que lidera frente a los políticos de uno y otro lado que, obcecados en sus ideales se han olvidado de su misión principal: resolver los problemas de los ciudadanos. Así que si ellos no los resuelven, serán los empresarios quienes lo hagan.

El mensaje

Sobre todo, porque Fainé es consciente de lo que supone Caixa para Cataluña. Por eso los traslados de sede son temporales. Porque debe entenderse que su intención es la de volver pronto a casa.

En el fondo, el mensaje que trasluce tras este general que –poco a poco- va cosechando adeptos para su causa, es uno: señores, toca sentarse a negociar para acabar con la sinrazón. Y si ha tomado esta decisión, es porque ve las cosas negras, ya que conoce bien a unos y otros. 

Desde luego, todo un golpe en la mesa de quien a sus 75 años ha decidido coger el toro por los cuernos. Y una demostración de que si algo caracteriza al empresariado catalán es el seny (el sentido común).

Así empezó todo

Una cualidad que ha permitido a Fainé convertirse en el empresario catalán más influyente en décadas. Un lugar al que ha llegado tras incorporarse al grupo a principios de los 80. En aquella época llegaba Fainé a La Caixa como director general adjunto, procedente del extinto Banco Atlántico.

Comenzaba, entonces, a diseñarse la estructura de lo que sería La Caixa del futuro. A través de la compra de cajas rurales en Cataluña; y con la creación en 1985 de Grupcaixa, un conjunto de sociedades financieras que llegaron a gestionar más de 100.00 millones de pesetas.

Un proceso que realizó de la mano de Josep Vilarasau, entonces director general de la caja. El grupo crecía preparándose para la que sería la liberalización total del sector. Llegaba en 1988 tras una Ley aprobada por el entonces ministro de Economía, Carlos Solchaga, con la autorización para expandirse por todo el territorio nacional. Un proceso que culminaría cuatro años después.

La defensa del patrimonio

Era el despegue definitivo para La Caixa, que partía con un 1.400 oficinas repartidas por toda España, y que fue aprovechando distintas oportunidades de crecimiento a lo largo de los años. Una loca carrera por el crecimiento del negocio, y de la trayectoria profesional de Fainé, que le llevaba en 1999 a la dirección general; y la presidencia de La Caixa en 2007 tras sustituir a Ricard Fornesa. 

Su gran obsesión ha sido siempre la del crecimiento. Hacer que Caixa creciera más allá de sus límites territoriales autonómicos; tener una dimensión nacional y, por qué no, internacional; pero sin olvidar sus orígenes. Algo que ha llevado hasta el extremo; máxime si se tiene en cuenta que Caixa es la empresa de la que más orgullosos se sienten los catalanes. 

Un patrimonio forjado durante 113 años, y que Fainé no parece dispuesto a dejar que se pierda por la sinrazón de unos cuantos políticos.

¡Tomen nota!

Noticias relacionadas