Por Cristina Villota Marroquín
Este proyecto empezó hace siete años, cuando una de las empresas involucradas se salió del sector solar y entró Abengoa. Pero por problemas de financiación, hace un año y medio la española TSK entró como relevo de Abengoa", asegura Rosana Méliz Gabás, subdirectora del proyecto.
La planta, construida en un 67,5% por la israelí Shikun & Binui Solel Boneh Infraestructure, y en un 32,5% por la española TSK, se extiende casi 400 hectáreas que comenzaron a levantarse en julio de 2015, y se espera que esté en funcionamiento los próximos 25 años, hasta 2043, cuando pasará a manos del Estado.
En el centro de las casetas prefabricadas en las que se alojan las oficinas del proyecto ondean la bandera israelí y la española.
En total hay 60 españoles trabajando aquí, una zona ubicada muy cerca de varias comunidades beduinas, en pleno desierto y cerca de la localidad de Ashalim.
"Ashalim está muy cerca de las instalaciones y estamos desarrollando muy buenas relaciones con ellos, nos hemos puesto en contacto con los líderes de la comunidad y les mandamos un estatus del proyecto periódicamente", sostiene Yuval Saragusty, gerente de Energía, Salud y Seguridad, para despejar dudas sobre las reacciones de la construcción de este solar, a menos de tres kilómetros de la comunidad.
"La planta consta de cuatro proyectos, dos fotovoltáicos que producen 70 megavatios y otros dos termosolares que producen 110. Dentro de estos dos últimos, tenemos uno de parabólicas y otro que se conoce como torre de energía", detalla Didi Paz, director ejecutivo de Negev Energy.
Los espejos que rodean a la torre de energía orientan los rayos que se reflejan del sol y apuntan todos a un bidón que calienta el líquido interno y lo convierte en energía, explica Paz.
En total, el proyecto consta de tres parcelas construidas y una cuarta que está en camino, 454.832 espejos en total, todos fabricados e instalados por la empresa española, y 203 kilómetros de tuberías de cristal por donde circula un fluido caloportador que nunca baja de los 90 grados centígrados.
Juan Morales, asturiano de origen y jefe de Salud, Seguridad y Medio Ambiente del proyecto, explica a Efe cómo funciona la planta y cómo se genera electricidad.
Los rayos de sol son absorbidos por un sistema de paneles solares con espejos parabólicos que recogen la luz y la concentran en tubos de cristal situados en el centro de la parábola. La irradiación concentrada en los tubos calienta un aceite especial que alcanza hasta los 390 grados centígrados.
El calor se transfiere al agua, que se convierte en vapor y se conduce a unas turbinas que generan electricidad.
"Esta planta genera 440 megavatios al año de energía verde y limpia producida por la radiación solar en el desierto del Negev", afirma contundente Didi Paz.
"Es un proyecto muy interesante porque es el primero en Israel de este tipo. Esperemos que decidan hacer más. Al principio siempre pasa que no entendemos el país, no conocemos la lengua, pero nos ha facilitado mucho el socio que tenemos, el haber conseguido que hagamos un equipo y que este proyecto podamos terminarlo en un año", reconoce la subdirectora Méliz Gabás.
"Estamos muy lejos de la meta, es un objetivo muy modesto, pero estoy feliz de que estemos trabajando para conseguirlo y aportemos un 1 por ciento de las necesidades de electricidad del país", añade.
La planta pretende aumentar del 2,6% a un 10% de electricidad del país generada por las renovables para 2020, y al 17 por ciento para 2030.