La última milla es el terreno de juego más caliente del sector de la logística en plena explosión del comercio electrónico. Y del éxito de la entrega de los pedidos online por los operadores depende una parte relevante de su rentabilidad. Es aquí donde han entrado en juego las ‘taquillas’ con las que flexibilizar las entregas. Arranca una carrera sin cuartel entre varias compañías por controlar este servicio. No en vano, se estima que casi un tercio de éstas son fallidas y, en la mayor parte de las ocasiones, está motivado por la ausencia del comprador en el hogar.
Amazon ha lanzado, cinco años de que lo hiciera por primera vez en San Francisco (Estados Unidos) sus dispositivos en más de 120 puntos en España, gracias a acuerdos comerciales con firmas como Repsol, Telepizza o DIA. Su objetivo: controlar su propia infraestructura en un mercado como el español donde no cuenta con instalaciones físicas como sí tiene en Estados Unidos, tras la compra de la cadena de supermercados Whole Foods.
El gigante estadounidense el último jugador en llegar, pero no el último. Correos, con su servicio Citypaq, la ‘startup’ Citibox y otras compañías como Pudo o Hapiick tratan de ganar su espacio. A estos se suman los grandes de la distribución, como El Corte Inglés o Carrefour, que han instalado sus propias infraestructuras en los centros comerciales propios. Millones de euros en inversión desembolsados por quedarse con parte del pastel.
Los inicios de Correos: las reglas de la CNMC
En 2014, Correos arrancaba un proyecto piloto con la colocación de 400 dispositivos en comunidades de vecinos en Madrid, con el objetivo de testear su funcionamiento. Era una manera de entrar en las casas de los compradores, cuando las ‘taquillas’ en espacios públicos ya se habían instaurado.
Sus inicios no estuvieron exentos de polémica. Los grandes de la logística se revolvieron. No tenían claro si Correos, como operador semipúblico, podía entrar en las comunidades de vecinos. Tras sendas consultas, la CNMC marcó las pautas para el sector: era competencia ‘leal’.
Y llamaba a la colaboración: “Por razones de eficiencia, animamos a los operadores de la paquetería a explorar la posibilidad de emprender proyectos conjuntos y de alcanzar acuerdos voluntarios de acceso a los dispositivos instalados”. Pero advertía, si se viera amenazada “estudiaría la posibilidad de proponer medidas regulatorias consistentes en imponer obligaciones de acceso a los dispositivos HomePaq”.
5.000 ‘taquillas’ en 2018, para Correos
En 2016, tras dos años de pruebas, inician el despliegue tanto en comunidades de vecinos (HomePaq) como en espacios públicos como gasolineras, centros comerciales o supermercados (CityPaq). Hoy ya cuenta con cerca de 3.000 taquillas (de las que 1.800 se ubican en comunidades de vecinos e instalaciones de empresas). Esperan cerrar el año con 3.500 dispositivos y el próximo hasta los 5.000.
“A partir de ahí, acudiremos a la Sepi, que es nuestro valedor para analizar próximas inversiones”, explica a EL ESPAÑOL Antonio Martínez, responsable de Citypaq, quien pone cifras también al uso de estas ‘taquillas’: el año pasado llegaron 30.000 envíos a estos espacios y este año esperan rozar los 200.000 para alcanzar el millón el próximo ejercicio. “Por ahora son cifras pequeñas, pero este es un proyecto con visión de futuro”, apunta. Para muestra un botón: a diario llevan a cabo de media más de 200.000 envíos en toda España.
¿Cuánto ha supuesto de inversión? Desde la compañía descartan dar información concreta. Varias fuentes del mercado aseguran que el desembolso ha supuesto decenas de millones de euros para la adquisición de los dispositivos.
Su objetivo es mejorar la eficiencia de los envíos: reducir el tiempo (y el dinero) de la entrega de cada repartidor por domicilio y la concentración de las entregas en un mismo punto. Tiene tres modalidades: acuerdos con empresas que se integran con su tecnología; incorporación de dispositivos públicos “como si fuese una oficina más de Correos” y la compra directa por parte del cliente. En este caso, no tiene por qué ser una entrega hecha por Correos. En caso de que sea un operador diferente, la compañía recibe en su oficina el paquete para después ‘reetiquetarlo’ y enviarlo a la taquilla del cliente.
Citibox como aglutinador
En 2015, una ‘startup’ tecnológica, Citibox, quería su parte del pastel. Su propuesta era diferente: no querían fabricar buzones, ni querían instalarlos en zonas públicas ni se querían convertir en una empresa logística de la última milla. Su objetivo: aportar tecnología “y transformar los buzones analógicos en ‘inteligentes’”, según explica David Bernabéu, fundador y consejero delegado de la empresa, en declaraciones a este medio.
Su modelo: convertir a las ‘paqueteras’ en sus clientes (para el comprador es un servicio gratuito). Estas pagan una comisión a Citibox por cada uso. A esta vía de ingresos suman una segunda: algunas compras o servicios ‘extra’ en los que la empresa actúa como un Marketplace. La compra del pan o un servicio de lavandería son contratados por el usuario final en su ‘app’ y gestionado por el tercero al que la empresa española cobra una comisión. Esta última vía representa menos del 20% de los ingresos.
¿Qué negocio hay detrás? En 2016, según sus propias cuentas presentadas en el Registro Mercantil, facturaron algo menos de 100.000 euros, con unas pérdidas de en torno a medio millón. ¿Y para este año? Desde la empresa no quieren dar más datos. Hoy tienen 2.630 buzones individuales instalados que han generado 6.250 transacciones sólo este mes.
¿Y si esos operadores que hoy pagan la comisión por utilizar sus buzones deciden colocar los suyos? Bernabeu explica que si alguien lo quisiera hacer “tendría un problema” de masa crítica. “Normalmente ubican taquillas donde pasa mucha gente; si lo pones dentro de casa, que es lo más confortable, no hay tanto tráfico y entregas un paquete cada 7 meses y los ‘unit economics’ no salen”, apunta.
Su aspiración no es tanto competir, sino convertirse en un estándar tecnológico para el sector. “Nuestro enfoque es estar abiertos para todos en cualquier mercado y en cualquier situación”, apostilla Bernabeu. Buscan negociar con el resto de operadores para convertirse en su socio tecnológico y aglutinarlos a todos.
Detrás de Citibox se encuentran algunos de los inversores destacados del sector de internet en España. Bonsai Ventures (Wallapop, Glovo, Softonic, Infojobs, Tuenti, Idealista…) o el propio Bernardo Hernández, exdirectivo de Google o Yahoo, forman parte del accionariado. Hernández es, desde el pasado mes de septiembre, el presidente ejecutivo.
Pudo y la vasca Hapiick, otros jugadores
Junto a estos, hay otros jugadores que también tratan de hacerse un hueco. Por un lado, Pudo, cuenta, según sus cifras con 200 taquillas instaladas en España, Portugal, Francia, Argentina o Alemania. Todas son propiedad de la matriz, Sistemas Kern, multinacional suiza con más de 70 años de trayectoria (en este caso, opera con la sociedad del grupo Pudo International AG). En estas se encuentran las colocadas en nueve estaciones de metro de Madrid, para la que constituyó una UTE con el operador logístico Halcourier (declarado en concurso de acreedores).
Hay otro operador que, a menor escala, también quiere participar. Es Hapiick, una compañía vasca que tiene en su accionariado a la firma de gasolineras Esergui y a otras empresas del sector de las taquillas. Al margen del Fnac de Callao, todas sus taquillas se ubican en el País Vasco.
La carrera ya está lanzada. Ahora queda por ver quién se quedará realmente con un mercado tan nuevo como fragmentado.