Ana López
En el plano del puro negocio, la banca está a punto de cerrar otro año marcado por la escasa rentabilidad por los bajos tipos de interés, aunque los beneficios han vuelto a recuperar el ritmo, gracias a las menores provisiones por la mejora de la morosidad y el saneamiento de los balances.
Además de la dolorosa salida de Cataluña de CaixaBank y Sabadell, lo más impactante ha sido la intervención y resolución del Banco Popular en la madrugada del 7 de junio y su inmediata venta al Banco Santander por el precio simbólico de un euro, una operación que suscitó una avalancha de especulaciones por su especial naturaleza.
El Santander fue criticado, entre otros motivos, por haber rechazado quedarse con el Popular pocas semanas antes, cuando el banco apenas valía 1.400 millones en Bolsa, para hacerse luego con él por solo un euro, que le permitía beneficiarse de los créditos fiscales y de la potente franquicia de pymes a Popular.
Pero para digerir la compra, el gigante presidido por Ana Botín tuvo que ampliar su capital en 7.000 millones de euros con un importante descuento.
Aunque en el sector se sabía que el Popular pasaba por un momento muy delicado desde hacía meses, con cambio de presidente incluido, nadie imaginaba que se iba a convertir en el primer banco europeo en ser resuelto por sus problemas de liquidez, agravados por continuos rumores, filtraciones y polémicas.
La entidad, inmersa en un exhaustivo proceso para recalcular el valor de sus activos inmobiliarios -su principal lastre- se hundía a plomo en bolsa semanas antes del amargo final, acelerado por la fuga de depósitos, hasta que el 6 de junio reconoció que ya no tenía liquidez para atender la sangría.
Tras la compra, el Banco Santander, convertido en la primera entidad española por activos, se puso a trabajar para conservar a los clientes del Popular y limpiar su maltrecho balance, lo que logró en parte con la venta -anunciada en agosto- del 51 % del negocio inmobiliario del banco al fondo estadounidense Blackstone.
También decidió vender Totalbank, la filial estadounidense del Popular, al grupo chileno BCI por unos 444 millones de euros y en España comenzó a negociar con los sindicatos un ajuste de plantilla en los servicios centrales, que se ha cerrado con un principio de acuerdo para reducir 1.100 empleos y trasladar casi 500.
Liberbank fue otra de las entidades que anunció recortes de plantilla dentro de su plan de saneamiento, que incluyó una ampliación de capital de 500 millones cubierta con éxito a mediados de noviembre, con el apoyo de sus principales accionistas.
La entidad, fruto de la unión de Cajastur-Banco CCM y las cajas de Cantabria y Extremadura, asumió unas pérdidas de 270 millones a cierre de septiembre después de un saneamiento extraordinario de más de 600 millones tras desprenderse de buena parte de su ladrillo.
También fue una de las entidades que más sufrió en Bolsa el acoso de los bajistas, igual que el Banco Popular, hasta el punto de que la CNMV prohibió en junio realizar esas ventas en corto, un veto que levantó a finales de noviembre.
Otra de las entidades que reducirá su plantilla, aunque el ajuste se concentrará en los servicios centrales, será la resultante de la unión de Bankia y BMN, la primera gran operación corporativa del sector en 2017, que ha allanado el camino al Estado para retomar la privatización del banco.
Hasta el momento, el FROB sólo se ha desprendido de un 7,5 % de Bankia y desde el verano aspira a colocar una participación algo mayor, aunque la crisis catalana ha complicado los planes para que España avance en la recuperación de las ayudas públicas a la banca, cuyo montante supera los 60.600 millones.
Los bancos españoles aún buscan opciones para mejorar sus márgenes, ante la previsión de que los tipos de interés en la zona del euro continúen bajos al menos hasta 2019, al tiempo que aprovechan que el BCE mantiene su programa de compra de deuda, aunque reducido hasta 30.000 millones de euros mensuales.
Antes de poder beneficiarse de los ingresos que traerán los mayores tipos de interés, las entidades continúan saneando sus balances, lo que acaba de conseguir otro de los grandes del sector, BBVA, que ha alcanzado un acuerdo para vender en 4.000 millones el 80 % de su negocio inmobiliario a Cerberus.
Mientras tanto, la digitalización ya se ha cobrado su primera víctima: Evo Banco, propiedad del fondo Apollo, que se prepara para cerrar el 90 % de sus oficinas, 39 sucursales, y eliminar hasta 270 puestos de trabajo.
- ARISTÓBULO DE JUAN CRITICA LA OPACA INTERVENCIÓN DEL POPULAR Y LAMENTA EL FRACASO DE GESTORES Y AUDITORES
- JUEZ ASUME COMPETENCIA PARA INVESTIGAR DEMANDAS POR LA AMPLIACIÓN DEL POPULAR