El Caso del Empresario que Perdió su Ideología
La detective de empresas de EL ESPAÑOL recibe a un afamado empresario que no tiene muy claro si debe o no subir salarios.
“¡Soy liberal! No, espera. ¡Soy liberal demócrata! ¿O no? ¡Soy socialdemócrata! ¿Quizá comunista? ¡No lo sé, he perdido mi ideología!” Con estos gritos entraba por la puerta de mi despacho esta semana un afamado empresario. Su voz emanaba una fuerza desgarradora aunque he de reconocer que me sacó de mi resaca de copetines navideños e hipotecas a tipo fijo.
Me recompuse como pude, me atusé el pelo, y puse toda la atención que pude para intentar calmar su ira. Le serví una copita de cava extremeño que tenía en la nevera y me senté a su lado, deseosa de que me explicara qué estaba pasando. O, al menos, que terminase pronto para poder volver a apagar la luz y entornar los ojos.
“Resulta que ahora los empresarios somos más sindicalistas que los propios sindicatos, y vamos ofreciendo subidas salariales por ahí”, explicaba.
La propuesta
Entendí que me hablaba de algo que me contaron el otro día. La intención de la patronal CEOE de ofrecer en la mesa del Diálogo Social una subida salarial cercana al 2% más un variable de hasta un punto ligado a criterios de productividad. Algo que, sin duda, supondrá un mayor coste para las empresas pero que -a la larga- también las beneficiará. Ya se sabe aquello del consumo y la demanda.
“¡Pero es que no es normal!”, insistía mi cliente. “¿Qué se han creído? ¡Somos empresarios, no sindicalistas!”. “Además, parece que se le olvida que encima de la mesa tenemos muchos otros problemas”, me contaba.
Sinceramente, no sabía qué decirle. En esto último tiene razón, conviene tener cuidado con las subidas salariales olvidando otros conceptos como el absentismo. Aunque también es verdad que más de la mitad de las empresas están ya de nuevo en beneficios. Vamos, que la crisis ha quedado prácticamente atrás.
El SMI
Opté por recordarle que la buena parte de los grandes convenios que se han cerrado este año (seguros o grandes superficies, entre otros) presentan subidas del entorno del dos por ciento y un variable.
Mi cliente se quedó pensativo. “Quizá tengas razón. Pero… ¿Y qué me dices del Salario Mínimo Interprofesional?”.
Lo último que yo sabía de este tema es que la ministra de Empleo, Fátima Báñez, estaba estudiando una subida del 4% en 2018. Es decir, que suba hasta los 735 euros mensuales.
“Eso es. ¡Y también estamos de acuerdo! ¡Dicen que es positivo! ¡Que hay que tratar de que se acerque hacia los 800 euros!”. Volvía a gritar como si le fuera vida en ello. “¿Sabes lo que va a suponer en términos de empleo?”.
Las elecciones, en el fondo
Empecé a buscar en el ordenador y encontré dos datos que son demoledores. El año pasado la subida del SMI fue del 8% -acordada por entre PP y PSOE- y este año se han creado más de medio millón de puestos de trabajo. ¿De verdad afecta al empleo?
Aunque no tengo una evidencia empírica, le dije, creo que si somos capaces de ir incrementando el sueldo mínimo, y alejando su importe de cifras cercanas a un subsidio, quizá empecemos a aflorar un porcentaje más o menos alto de economía sumergida. Que a la gente le compense algo más trabajar que llevarse dinero por no hacer nada.
“¿Tú crees?”, me dijo. “Quizá tengas razón, pero no lo tengo claro”.
“Menos mal que el año que viene hay elecciones en la CEOE”, sentenció antes de coger su abrigo y marcharse a su oficina.
Esa última frase fue demoledora. Entendí absolutamente todo. Los empresarios también piensan en clave electoral.