"¡Google es el Gran Hermano!", leo por ahí. Lo que me faltaba. En 2018, Google es el Gran Hermano. Repito: en 2018.
Recuerdo cuando hace más de un lustro leí las galeradas del libro Desnudando a Google de Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña. Más adelante conocí la portada, hilarante. Google ya era el Gran Hermano.
En 2007, mucho antes de la generalización del sistema operativo para móviles Android, la periodista Natalia Martín Cantero publicaba en EFE una historia, al hilo de la adquisición de DoubleClick, que titulaba: 'Google, el 'gran hermano' que vigila la vida de los internautas'. Y Google ya era el Gran Hermano.
Para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Para darme cuenta de que Google es el Gran Hermano sólo tengo que mirar las notificaciones que me avisan de que tengo que ir a coger un avión. Si me lo envían es porque sus sistemas automáticos se leen mis correos electrónicos y saben cómo es el billete. Si aún me quedan dudas, sólo tengo que recordar cuando Google me pide que ayude a otros usuarios entregando información sobre los restaurantes en los que he estado. Porque el GPS del móvil sabe dónde he estado.
Google sabe qué resultados deportivos quiero ver, qué tipo de noticias me interesan, dónde vivo, cuáles son mis destinos más frecuentes, dónde trabajo, mis horarios, los comercios en los que compro y tiene toda mi agenda de contactos y cada cosa que escribo antes de que la publique en EL ESPAÑOL.
Si hubiera sido infiel a mi mujer alguna vez, Google lo sabría. Sabría en qué hotel me alojé y me pediría opinión sobre sus servicios. "¿Es bueno para parejas?", podría leerse, y yo pensaría que es sorna. Si, por miedo a los hoteles, hubiese sido infiel a mi mujer en plena calle, quizá uno de sus coches me habría filmado y mi coito adornaría Google StreetView. Vamos hacia una fidelidad basada en el amor y también en la protección de datos.
El Rey de los Goblins
El problema con todo esto es que yo quiero estos servicios. Son maravillosos. Google siempre me escucha. Y me pide muy poco. Ya lo decía Jared, el Rey de los Goblins de Laberinto: "Te pido tan poco. Témeme, ámame, haz lo que diga y seré tu esclavo". Sólo tengo que decir OK Google y cumplirá mis deseos.
Por supuesto que Google es el Gran Hermano. Funciona gracias a que es el Gran Hermano y si no lo fuera, no estaría haciendo bien su trabajo. Si desconectas todas las funciones que hacen que sea el Gran Hermano, será menos útil.
Google es un Gran Hermano en manos privadas que, en lugar de dedicarse al negocio de la opresión, te da servicios gratuitos a cambio de publicidad. Si no quieres formar parte de su juego, sólo tienes que evitar sus servicios. O utilizar un nombre falso para hacerlo. Yo, por mi parte, me siento cómodo en Googlelandia. Si alguna vez me acusasen de haber cometido un crimen del que soy inocente, les ofrecería mis logs de ubicación de Google a los señores agentes para que constatasen que estaba muy lejos del lugar en el que murió mi supuesta víctima.
Y Google es sólo la pieza más grande de un puzle enorme de grandes empresas que tienen información sobre sus usuarios. Las operadoras o los bancos tienen una cantidad enorme de información sobre ti y Facebook otro montón, al igual que muchas de las aplicaciones que te descargas en el móvil y, en menor medida, que los medios de comunicación. No lo llaman Big Data porque coma muchos donuts.
Lo más divertido de todo es que parece que muchos periodistas se estén dando cuenta ahora de toda la información que tiene Google de nosotros cuando se ponen a descargar toda esa información. Y eso es tremendamente paradójico: serán un Gran Hermano, pero es uno tan transparente que te permite descargar todos tus datos en una veintena larga de servicios. ¿Cómo descargar mis datos de Google? Aquí está el enlace.
Google es tan cumplidor, que está más preparado que muchísimas otras empresas para cumplir las nuevas y estrictas normativas sobre privacidad que la Unión Europea obliga a cumplir desde finales de mayo, el nuevo Reglamento General de Protección de Datos.
El producto eres tú
La frase de "si es gratis, el producto eres tú" no es nueva. Tiene sus orígenes en la era preInternet y para referirse a la televisión. Concretamente, se atribuye a Richard Serra y a Carlota Fay Schoolman en el que ya se decía: "el producto de la televisión, de la televisión comercial, es la audiencia, y la televisión entrega a la gente al anunciante" o "es el consumidor quien es consumido, tú eres el producto de la televisión".
De aquella, se decía que la televisión era el único medio de masas de EEUU más allá de la televisión, que era capaz de "entregar 20 millones de personas a los anunciantes por minuto".
Este vídeo, muy de su época, hablaba de temas que siguen hoy debatiéndose. Señalaba cosas como que "los medios ejercen una influencia sobre todo el espectro cultural sin esfuerzo ni cualificación", además de entrar en temas mucho más ideológicos: "estamos persuadidos a diario por una oligarquía corporativa" que aboga por una "propaganda materialista".
Lo único que ha cambiado, en realidad, es que con Internet la capacidad de monetizar el producto, de monetizarte a ti, se ha optimizado.
Los ofendiditos
El problema es que no estamos discutiendo nada de esto. El problema de Facebook no es que tenga nuestros datos, como no lo es el de Google, o que ofrezca publicidad dirigida a colectivos sin entregar nuestros datos. Estamos discutiendo el futuro de la compañía de Mark Zuckerberg y cómo ha permitido a terceras partes rascar datos personales a través de triquiñuelas entre los datos de sus clientes, violando las condiciones de servicio, y utilizarlos, por ejemplo, para conseguir puntos extra en procesos electorales.
En España tenemos una de las mayores adopciones de tecnología del mundo. Nos gusta probar cosas nuevas y nos lanzamos a la arena con más seguridad que otros. Somos los japoneses de Europa.
Y la forma más sencilla de que nadie tenga nuestros datos es no ser los japoneses de Europa y dejar de entregar nuestros datos. Tengo un conocido que se pasó años cobrando la nómina con cheques y viviendo en efectivo para que el Estado no tuviese información sobre él.
Terminar con tu participación en la economía de datos es sencillo: intenta dar a "no acepto" en todas las aplicaciones cuyos términos y condiciones de servicio con los que no estés de acuerdo. Desactiva las funciones de localización de tu móvil. Utiliza cuentas pantalla y vive como un terrorista a la fuga.
El Spotify de las ovejas
Entonces, eso sí, te perderás las ventajas de una economía que tiende a basarse en la optimización de los procesos a través de los datos. Y aunque no tengo problemas con que te hagas pastor de ovejas, podrías perderte el Spotify de las ovejas o el Uber de las ovejas. Dicho esto con sorna, claro está.
Pero para exigir responsabilidad a las empresas, algo imprescindible, conviene que aceptemos nuestra responsabilidad individual y entendamos cómo queremos vivir. Sí, es posible que nos hayamos convertido en el producto de grandes empresas de Internet. Sí, es posible que se hayan convertido en los chulos de nuestros datos. Pero si estoy a la venta, personalmente prefiero estar en manos de Google que en las de M. Rajoy.