La información, que incluía el nombre y la dirección del cliente, el número de la cuenta y datos de las transacciones desde 2000 hasta 2016, estaba almacenada en unas cintas magnéticas que debían ser destruidas el año pasado por una empresa subcontratada.

La entidad financiera aseguró que no recibió ninguna confirmación de la destrucción de los documentos, por lo que encargó una investigación a KPGM y alertó a las autoridades australianas.

El presidente en funciones de CBA, Angus Sullivan, calificó los hechos como "inaceptables" pero aseguró que la investigación apunta a que las cintas fueron eliminadas y que la información no contenía ni contraseñas ni códigos que pudieran afectar la seguridad de las cuentas.

"No hemos podido confirmar que los discos fueron destruidos pero la investigación que iniciamos indica que lo más probable es que lo fueran", dijo Sullivan a la cadena ABC.

"La información de las cintas era información parcial que se utiliza para generar extractos y que por si misma no es del todo suficiente para ninguna actividad fraudulenta", añadió.

Sullivan aseguró que el banco hizo un seguimiento exhaustivo de sus cuentas y no detectó que los datos fueran utilizados por ningún tipo de fraude.

El banco hizo la admisión después de que un informe del regulador australiano denunciara "el extendido sentido de autocomplacencia" y "falta de rendición de cuentas" de CBA que llevó a múltiples infracciones.

Entre estas, el informe señaló que CBA cargó servicios a clientes que habían muerto, en un caso hasta diez años después del fallecimiento.

El banco ha sido objeto además de una demanda de las autoridades por supuesta manipulación de la tasa de referencia de intercambio bancario y se enfrenta a una multa millonaria por haber violado varias leyes contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo. EFECOM

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