Queda una semana para que se cumpla el décimo aniversario de la caída de Lehman Brothers. El primer banco de inversión del mundo quebraba el 15 de septiembre de 2008 dando inicio a la mayor crisis de la historia tras la Gran Depresión. Un acontecimiento que hizo tambalearse las finanzas mundiales y de cuyas heridas todavía nos estamos recuperando.
El principal exponente del efecto cascada que produjo la quiebra de Lehman fue la banca española, cuya fortaleza se vio quebrada fruto de la “concatenación” de una serie de errores que dejaron al aire las vergüenzas del sistema financiero en nuestro país. Así lo explicaba esta semana el consejero delegado del BBVA, Carlos Torres, que ha pasado por el Congreso para explicar las lecciones que los directivos bancarios han aprendido de lo ocurrido.
Junto a Torres han estado el resto de responsables del sector bancario español: José Antonio Álvarez, CEO del Santander; Jaume Guardiola, CEO del Sabadell; María Dolores Dancausa, CEO de Bankinter y Gonzalo Gortázar, CEO de Caixabank. Todos ellos coincidían en el origen de las causas, que pasaban por el elevado peso que tenían las Cajas de Ahorro. Hasta el 55% del sistema estaba en sus manos, explicaba el responsable del Banco Santander.
Las Cajas de Ahorro
Ese excesivo protagonismo de las Cajas de Ahorro, unido a la “indefinición de los derechos de propiedad y la propia indefinición jurídica”, en palabras de Dancausa, que tenían estas entidades, generaron el caldo de cultivo perfecto para que se produjeran excesos en su operativa. ¿Por qué? Básicamente, porque tenían una falta de gobierno corporativo inaudita que, aunque era mejor en la banca, también ha tenido que reforzarlo.
Para hacernos una idea de lo que hablamos basta un ejemplo. Narcis Serra explicaba en la Cámara Baja que cuando llegó a Caixa Catalunya, tuvo que poner en marcha cursos de formación para que los consejeros aprendieran a leer un balance bancario.
El capital
Por último, pero no menos importante, la configuración regional que tenían las Cajas de Ahorro, hacía que “no tuvieran 'acceso a captar capital”, como explicó el responsable de Caixabank. ¿Y para qué lo necesitaban? Básicamente para fortalecer su balance ante la expansión que vivieron a partir de los 90, saliendo de sus territorios originales.
Los banqueros reconocen, eso sí, que las Cajas no son las únicas culpables. También los bancos cometieron sus errores, especialmente a la hora de otorgar créditos. Aunque como bien decía en el Congreso el máximo responsable del Santander, “no es fácil restringir el crédito en época de bonanza” ya que ni autoridades ni gestores quieren adoptar medidas que se interpreten como un “freno”.
Esa gran expansión de la economía española venía motivada por los bajos tipos de interés fijados por el Banco Central Europeo, cuando nuestro país hubiera necesitado tipos altos; y por una abundancia de liquidez en el mercado, que permitía casi una barra libre de dinero muy barata.
El problema es que, a esa gran cantidad de masa monetaria disponible, se le une la concentración excesiva de la economía española en el sector inmobiliario; lo que llevó a descuidar la diversificación de las fuentes productivas de la economía.
Todos estos mimbres, unidos al contagio de la coyuntura internacional, hicieron que cuando las cosas se torcieron el sector se tambaleara. Un sistema financiero con un “exceso de capacidad”, que hizo una mala gestión del riesgo, y que demostró que los colchones de capital exigidos por la normativa del momento se quedaron escasos.
A partir de ahí, la crisis se resolvió “como se pudo”, en palabras de Jaime Guardiola, consejero delegado del Sabadell. “Fue cambiante, hubo muchas políticas distintas”, y su estimación de pérdidas para el erario público por el rescate financiero está en el entorno de los 50.000 millones de euros.
Esas políticas adoptadas para intentar salir de la crisis se vieron complicadas por varios factores. El primero, la fuerte dependencia de la economía española del exterior; el segundo, un fallo de cálculo al pensar “que la crisis sería más corta y de menor duración”, según el análisis de Gonzalo Gortázar.
Por tanto, los responsables bancarios, esperan no volver a cometer errores en gobernanza, exceso de capacidad, asumir demasiados riesgos, tener poco capital para responder ante problemas, errores de cálculo a la hora de valorar las consecuencias de una crisis, etc. Para ello ya se han puesto medidas, muchas de ellas en forma de regulación que, sin embargo, ahora amenaza con ahogar a la banca que pide un punto y a parte para estudiar todos los cambios acometidos. ¿Objetivo? Depurar lo que no ha funcionado antes de seguir cambiando.
Todos estos errores los han explicado los banqueros ante la Comisión de investigación del sistema financiero del Congreso que ahora cierra sus puertas. Casi una década después del inicio de la crisis, y dieciocho meses después de la puesta en marcha del comité, es el momento de que los diputados presenten sus conclusiones.
El primer borrador de las conclusiones llegará el día 4 de octubre y las finales deben estar listas para el 28 de noviembre cuando se votarán en pleno. ¿Habrá acuerdo? Ese es el quid de la cuestión en este momento, porque en esto -como en todo- la ideología política también cuenta.