El caso del asesor de empresas preocupado por la deriva económica de Sánchez
La detective de empresas de este periódico ha retomado importantes contactos tras la fiesta de entrega de los Premios de EL ESPAÑOL.
Dije que el lunes empezaba, y así lo hice. No era ponerme a dieta, que eso lo doy por perdido, era arrancar las llamadas a todos los contactos con los que me reencontré o me encontré en los Premios de EL ESPAÑOL. Así que estos días he tenido ya los primeros cafés con algunas de las personas que allí estuvieron.
Una de ellas me recibía en al lado del Santiago Bernabéu, en un discreto restaurante de esos donde se cierran negocios a las hora de comer. Allí estaba yo escuchando a mi interlocutor, que resultó ser uno de los principales asesores de operaciones de compra-venta empresarial que hay en este país.
Asombrada estaba ante la cantidad de operaciones en las que ha participado, cuando tuve ocasión de preguntarle por el pensamiento de los inversores y los fondos de inversión sobre España. En concreto, sobre los presupuestos que prepara el Gobierno de Sánchez y su ‘apaño’ con Podemos.
“La verdad es que es muy preocupante lo que quiere hacer el Gobierno. Dice que van a pagar los que más tienen, ¡los ricos!”, me decía en un tono visiblemente molesto. ¡Esos ricos son los que invierten, son empresarios, los que crean puestos de trabajo, los que se juegan su dinero!”, concluía su alegato inicial.
Pensaba que la conversación iba a subir en decibelios y que, al final, nos iba a escuchar la mitad del restaurante, pero la persona que tenía enfrente volvió a dominar la escena.
“Todo aquel con el que hablo está muy preocupado. Porque lo que se está haciendo es presentar subidas aisladas en impuestos y cargas que, en realidad, hay que mirar en conjunto”.
Me parecía una reflexión interesante, así que le pedí que siguiera profundizando en ella.
“Es fácil. Suben el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) un 30%; quitan deducciones del Impuesto de Sociedades; aumentan los tipos mínimos para las multinacionales; quieren incrementar el coste laboral subiendo las cotizaciones de los sueldos más elevados, y así otros muchos. Al final, todo ello conlleva a aumentar los costes y, por tanto, a que el beneficio empresarial se vaya reduciendo, algo que es muy preocupante”.
Visto así, en contexto, la verdad es que el asesor tenía razón. Parece que el aumento de cargas en un sólo año es bastante elevado.
“A eso súmale los últimos movimientos del Tribunal Supremo en torno a los bancos, el decreto sobre el sector de las VTC, y las advertencias lanzadas por el Instituto de Empresa Familiar acerca de la necesidad de activar la política a largo plazo frente al cortoplacismo. Es el cóctel perfecto para expulsar a los inversores”.
¿Se están yendo?, pregunté.
“No. En absoluto. Las inversiones que estaban previstas se siguen haciendo, porque las perspectivas son positivas por ahora. Pero sí veo que muchos inversores que estaban interesados en España, en empezar a buscar nuevas oportunidades, prefieren ponerse en modo pausa. En esperar a ver qué va a ocurrir en los próximos meses antes de decidirse”.
No es la primera vez que me cuentan algo parecido. Recuerdo que esta conversación la tuve también el año pasado tras el 1-O en Cataluña. Las cosas entonces no fueron demasiado bien y la economía catalana ahora mismo crece menos que el conjunto de la española, cuando tradicionalmente era al contrario.
“Espero que el Gobierno se replantee muchas cosas, y suavice sus posiciones. Ya no sólo es la deriva anti empresa, es también el aumento de gasto y los distintos impuestazos. Se puede cargar todo lo conseguido de un plumazo, y volveremos al año 2007”, me decía con gesto francamente preocupado.
Dicho esto, pidió la cuenta y nos despedimos hasta otro día. Espero que para entonces pueda lograr sacarle datos de alguna corporación en la que pueda inmiscuirme para sacar unos cuantos euros.