Esta es la historia de quienes tienen éxito con sus negocios, pero invierten esfuerzo en lo que siempre han sido para no que no se pierda. El relato de dos chiñoles que se niegan a olvidar su origen, dedicando tiempo (y dinero) a recuperarlo. Alonso Zhan y Alex Zhu son dos de los cinco socios que han apostado por mantener vivo el espíritu del que es, a día de hoy, el restaurante chino más antiguo de Madrid: El Buda Feliz.
Nacidos en China y emigrados a España en los años 90, cuando aún eran pequeños, Alonso y Alex pertenecen a la segunda generación de ciudadanos chinos que llegaron a España para poner en marcha negocios de restauración. Ambos, primos, se enorgullecen de la riqueza que esta situación vital les ha dado. Han crecido al calor de los fogones de los restaurantes de sus padres, ubicados en Estella (Navara), Logroño o Madrid. Allí han aprendido los secretos de una cocina milenaria que, ahora, están decididos a no perder.
"La gente nos dice que somos hombres banana, amarillos por fuera pero blancos por dentro", bromean: "Nos hemos formado aquí y pensamos como se piensa aquí, pero tenemos también lo bueno de ambas culturas", dice Alonso, que se confiesa un enamorado de la tortilla de patata.
Lo cierto es que, a pesar de haber dedicado muchas horas a los negocios de restauración familiares, su formación universitaria en España les ha llevado por otros caminos. Alonso es ingeniero aeronáutico, y presume de haber ganado dos veces las olimpiadas matemáticas cuando estudiaba en Logroño; Álex, por su parte, estudió empresariales: "Nuestros padres dejaron que nos desvinculáramos de los negocios familiares para estudiar y seguir nuestra carrera", cuenta a este periódico.
De hecho, con sus formaciones les ha ido bien. Los negocios en los que invierten la mayoría de su tiempo están ligados a empresas tecnológicas en distintos ámbitos, desde un marketplace de productos chinos a una plataforma de reparto de comida como Deliveroo, ambos proyectos orientados a la comunidad china en España. Ahora, han unido fuerzas junto con otros compatriotas, todos ellos treintañeros, para cumplir una misión especial: impedir que cerrara un restaurante que es un símbolo para la comunidad china en Madrid, El Buda Feliz.
Hacer de su idea una empresa de éxito
Con su idea, lograron en diciembre del año pasado que la señora Wang, dueña del local desde 1974, se lo traspasara. "Ha confiado en nosotros porque queremos conservar el espíritu", apuntan. Después de más de 30 años, El Buda Feliz había perdido fuerza. Su cocina era buena, pero el estilo pecaba de anacrónico en plena revolución hipster de la restauración.
Durante seis meses, estos jóvenes lo cerraron por obras y se centraron en crear algo diferente. Ahora, El Buda Feliz tiene poco que ver con los restaurantes chinos que estamos acostumbrados a ver en España, repletos de dragones o motivos asiáticos. En la decoración, juegan con tradición y vanguardia, con motivos vegetales y colores cálidos, con la cocina a la vista.
"Hemos querido crear un ambiente nuevo, una experiencia gastronómica completa: en este proyecto hemos gastado mucho tiempo en la reforma, en pensar los platos…", cuenta. Por eso, la carta también rompe con (nuestra) tradición. El objetivo de estos jóvenes emprendedores es ofrecer la comida tradicional china: "Hay verdaderas recetas de la abuela, con un toque personal", explican, pero no va a ser una carta única: “Hay siete provincias que hacen muy buena comida y cada cierto tiempo queremos traer platos nuevos”.
No obstante, sus planes no se centran solo entre estas paredes. El grupo Shangri-La, como lo han denominado, tiene varios proyectos en mente. Tanto es así que pretenden competir con exitosos grupos de restauración en Madrid como Larrumba (Habanera, Marieta, Perrachica...), en los que también se inspiran. “Queremos que Shangri-La sea capaz de crear conceptos únicos pero no franquicias”, insisten los socios. Llevan meses buscando un local en el barrio de Salamanca que les sirva para abrir su segundo proyecto, centrado, quizá, en comida cantonesa.
Se buscan cocineros chinos
“España es una potencia gastronómica. En calidad, presentación de los platos y precios. No es comparable con Francia o Italia”, cuentan estos primos, tras varios viajes por Europa para conocer lo que se cocina en otras latitudes: "Sentimos mucha presión competitiva en el sector de la restauración española".
Álex y Alonso lamentan que los jóvenes chinos ya no quieran dedicarse a la restauración. "Aquí ser chef es una profesión reputada, pero en China no tiene un estatus social como tiene aquí. Por eso queremos empujar para que allí también lo vean así, que quieran ser chef". Y no se cortan tampoco para emprender en este segmento: planean abrir la primera escuela de comida china en España, para que se pueda seguir manteniendo la tradición".
Y hablan de otros muchos proyectos. Muestran con su móvil un restaurante atendido solo por robots. "Estamos interesados en esto, queremos saber si funcionaría", cuentan ilusionados.
Nada para a estos jóvenes, ni siquiera las cifras: "No miramos mucho los números, eso es lo de menos. Venimos de una familia emprendedora, económicamente estamos bien", aseguran. Por eso, insisten en que buscan proyectos únicos, "aunque al principio impliquen invertir mucho más dinero". Bienvenidos sean los chiñoles.