En la víspera de Halloween, el señor Mackey salió a la calle para sacar la basura y tropezó con un patinete eléctrico. Nadie sabía de dónde había salido. "Son iScooters, no son de nadie y cualquiera puede usarlos", le dijo un vecino. "¿Pero de dónde salen?", inquirió. "Nadie lo sabe", respondió, ominoso, su interlocutor. A medida que transcurría el día, el número de patinetes en las acera seguía aumentando. Estaban por todas partes. Quietos, observando.
Poco a poco, los patinetes empezaron a moverse. Sus conductores, sin casco y con poco cuidado, golpeaban a los peatones, a otros vehículos o al mobiliario urbano. "Lo siento, amigo", "disculpa, colega", musitaban tras cada pequeño percance, después de cada diminuto picoteo
El señor Mackey decidió que nada bueno podía salir de estos vehículos compartidos y recogió todos los que encontró para tirarlos por un barranco. Parecía que la pesadilla había terminado en el pequeño pueblo de South Park, Colorado.
Pero descubrió el horror cuando, a la mañana siguiente, se encontró un patinete junto a su cama. Habían vuelto.
Finos analistas, gruesas bromas
Toda la vida hablando de que los Simpsons predijeron cosas, y nos olvidamos de que South Park es una de las series que analiza la realidad con más ojo clínico y casi en tiempo real. El show creado por Trey Parker y Matt Stone, que cumple ya su temporada número 22 y que puede verse en Movistar+, atacaba en su quinto episodio y con su habitual sarcasmo la industria del patinete y a empresas como Lime.
Una revisión que recuerda a Los Pájaros de Alfred Hitchcock o a La invasión de los ladrones de cuerpos. Poco después se conocía que los patinetes ya han provocado una primera víctima mortal en España.